sábado, 3 de diciembre de 2016

Soy nuevamente gente de a pie porque no tengo coche

ADIÓS A OTRO BUEN AMIGO: MI COCHE GOLF MODELO 1990

“Sin lágrimas, será la despedida”, así empieza un bolero de los años cincuenta y ahora lo recuerdo porque así me despedí de mi fiel amigo y compañero, el coche Golf azul marino, modelo 1990, estándar, que heredé a la muerte de mi hermano Ricardo en 1993.

 Desde el principio de este año noté que la fuerza de mis piernas y la agudeza de mis ojos habían disminuido, pero me resistía a dejarlo partir. Sin embargo, en tres ocasiones choqué, afortunadamente, con las llantas de las camionetotas que circulan por Durango, por lo que no hubo ningún daño, pero sí interpreté el incidente como un aviso de la vida de que había llegado el momento de despedirme del coche y organizar mi vida de otra manera.

El Golf azul marino llegó a mis manos cuando regresé de mi trabajo en San Antonio, pero en momentos muy dolorosos. Pertenecía a mi querido hermano Ricardo (el menor de la familia) que falleció repentinamente en 1993 a causa de un infarto masivo. Su muerte sumió a la familia en una tristeza profunda y creo que ya nunca volvimos a ser los mismos.

Me había nombrado heredera universal y albacea, lo cual significó para mí una enorme responsabilidad porque implicó ocuparme de muchos asuntos, quitar el consultorio, avisar a los pacientes de su fallecimiento, vender su biblioteca y muchas cosas más. Me llevó más de un año poner todo en orden y mi vida se convirtió en un frenesí: mis clases en el Colegio Americano, la única clase que impartía en el Centro de Enseñanza para Extranjeros en la UNAM, y asistir puntualmente a todas las audiencias que se necesitaron para que todo se resolviera de la mejor manera.

La primera vez que manejé el Golf tuve muchas dificultades con el clutch. En San Antonio mi coche era un Toyota Corolla, suave como la seda, y tan pequeño que cuando me presenté al examen práctico de manejo el examinador, que era alto  y grueso,  tuvo dificultad para acomodarse. Afortunadamente, eso no fue problema y fui aprobada con lo que ya me sentí segura al manejar por las calles y por la carretera 410 de alta velocidad que era prácticamente la que más utilizaba.  

No sé si el Golf extrañaba a su antiguo dueño y por eso protestaba como un caballo amaestrado montado por algún extraño cuando yo presionaba el clutch.  El caso es que lo estropeé en dos o tres ocasiones y hubo que sustituirlo. Pero pasaron los meses y aprendimos a comprendernos el uno a la otra.  

En 1995 tomé la decisión de regresar a Durango para hacerme cargo de mi casita en el Fraccionamiento Camino Real antes de que me la estropearan por completo y lo hice, acompañada de una amiga, en mi coche Golf. Antes, ya había ido en el coche a Cuernavaca y a Querétaro sin ningún problema. Y esta vez fue igual. Salimos de la Ciudad de México a las 7:00 a.m. y llegamos a Durango a las 7:00 p.m. pues nos detuvimos en San Luis Potosí para desayunar y más tarde a cargar gasolina. El coche se portó de maravilla. El regalo que le hizo Durango a mi Golf poco después de mi arribo fue el robo de los cuatro tapones.

Como en el Camino Real no había forma de protegerlo durante la noche, compré dos bastones y unas cadenas y con eso lo dejaba seguro. Además, para impedir que los maleantes pudieran empujarlo hacia atrás y llevárselo, mandé construir una puerta de metal que lo protegía y que llamaba la atención porque no tenía muros a los lados, sólo la puerta anclada firmemente en el suelo. Andando el tiempo se construyó la barda y esto aumentó mi seguridad.

Dejé que corrieran los años porque el coche no me daba ningún problema con la esperanza de que se volviera clásico y pudiera yo venderlo muy bien. Luego, me enteré de que ese tipo de coches no se volvía clásico, sólo los Volkswagen. Pero seguí conservándolo.


El día que se lo llevaron me sentí triste pero seguí el consejo del bolero mencionado y no lloré. Ahora el espacio que ocupaba y donde yo lo veía todo el tiempo a través de los cristales de la cocina parece inmenso y desperdiciado. Quizá cuando llegue la primavera compraré algunas macetas para que el lugar se vuelva más amable.


                                       

No hay comentarios.:

Publicar un comentario