domingo, 19 de noviembre de 2017

Recordando a viejas y queridas amigas en un feliz domingo.

LA AMISTAD

La fotografía que acompaña este texto fue tomada en 1967, en la Hacienda de Tequesquitengo, en el Estado de Cuernavaca, un lugar muy popular para pasar el fin de semana debido a su buen clima y todas las oportunidades que ofrecía para disfrutar de un día casi como de playa. En la foto aparezco con lentes obscuros y  un traje de baño amarillo, acompañada por varias amigas Magdalena, Luz María y Tere a las que conocí en un viaje a Europa durante un mes y ese tiempo nos sirvió para empezar una amistad que se ha prolongado a través de los años.   

La historia de nuestra amistad es interesante. Empezaré por Tere, en el otro extremo, también con un traje de baño amarillo. Tere y yo nos conocimos en 1961 cuando ella era la secretaria del gerente de la compañía de publicidad Noble y Asociados. Yo estaba recién llegada a la Ciudad de México y conseguí empleo en esa empresa como secretaria del señor Storke, el subdirector. Desde entonces y a pesar de que hemos vivido en ciudades distintas la amistad se mantiene igual que si hubiera sido ayer cuando nos vimos. Ella vive actualmente en San Luis Potosí, una bella ciudad, que está como a seis horas en coche por la carretera a México. Yo no he podido visitarla en los últimos años porque ya no me es posible viajar muchas horas en autobús debido a mis problemas de circulación. Por su parte, ella no quiere venir a Durango porque tiene mucho miedo a los alacranes, tan mencionados en todas partes. Y hay cierta razón para ello porque el otro día dieron la noticia de que este año ya van 9,000 picados de alacrán aunque esto sucede en la periferia o en los poblados del campo.

Perdí el contacto con Malena, porque así la llamamos desde que el destino nos reunió en un viaje a Europa en 1966,  durante muchos años, pero como se dice comúnmente que el mundo es un pañuelo sucedió que un hijo de Eva, la que no aparece en la foto, en unas vacaciones en la ciudad de Querétaro conoció a un sobrino de Malena y fue así como reanudamos el contacto. Ella se casó con un norteamericano y ha vivido fuera de México por más de treinta años, pero ahora, con la facilidad del internet, hemos reanudado nuestra amistad,  aunque parece difícil que volvamos a saludarnos en persona.

Luz María, a la que llamamos Luzma, viste un traje de baño negro y tiene el pelo castaño. Durante muchos años se dedicó a ser guía de turistas para empresas que organizaban viajes a Europa o a Japón, y creo que un tiempo vivió en un puerto. Sin embargo, no he vuelto a tener contacto con ella aunque la recuerdo con cariño.

Eva, la fotógrafa y, además, dueña del coche en el que fuimos a Tequesquitengo, y que no aparece en la foto, y yo logramos fortalecer nuestra amistad al paso del tiempo y debido a intereses y gustos similares. En 1967 esta amistad nos llevó a viajar juntas  a Washington, D.C. donde trabajamos como secretarias bilingües para el Banco Interamericano de Desarrollo. Rentamos un departamento, que arreglamos con muebles de segunda mano, y objetos que habíamos llevado desde México para sentir que estábamos en casa, y que compartimos durante un año y medio. A su regreso, contrajo matrimonio y actualmente vive en  Querétaro.
Por problemas de salud, no sabe usar la computadora, de manera que nuestro contacto es siempre telefónico. Antes, cuando yo podía viajar y mi hermano Gonzalo también vivía en Querétaro, iba a visitarlos por lo menos una vez al año. Mi hermano ya murió y Eva tiene serios problemas de salud así que se mantiene en su casa.

Quise compartir con ustedes estos recuerdos que acudieron a mi mente cuando al abrir un álbum de fotos me topé con esta foto. Y recordé estas palabras de Cicerón en su diálogo sobre la amistad:


El que mira a un amigo verdadero es como si viera su propia imagen. Y, así, los ausentes se hacen presentes; los pobres, ricos; los débiles, fuertes; y –lo que es más difícil de decir- los muertos, vivos: tanto es el honor, el recuerdo y la añoranza de los amigos, que estos sentimientos les siguen más allá de la tumba. Por eso, la muerte de aquéllos parece feliz, y la vida de éstos digna de alabanza.    

lunes, 6 de noviembre de 2017

Breve comentario sobre una película formidable

Medianoche en París

Dirigida por Woody Allen en 2011 es una película que recuerda a La Cenicienta, pero al revés. Es decir, el encanto de La Cenicienta terminaba a la medianoche, y en esta película la emoción y el viaje al pasado comienzan precisamente a las doce de la noche.

Los actores fueron Owen Wilson (Gil Pender), Rachel Mc Adams (Inez), Michael Sheen y, en un pequeño papel, Marion Cotillard, además de muchos otros actores que no citaremos para no alargar demasiado este texto.  Gil e Inez están de vacaciones en París en compañía de los padres de ella, pero difieren en gustos e intereses. Gil desea caminar por París, mientras ella quiere ir de compras y, si acaso, a un museo donde un guía experimentado le muestre lo importante de ese lugar.

Gil, entonces, sale a caminar por las calles de París y, al sonar las doce campanadas de la medianoche, un coche antiguo para por donde él está de pie y lo invita a subirse. El chofer es nada menos que el escritor estadounidense Fitzgerald que va acompañado por su esposa Zelda. Se dirigen a un café-bar donde Gil conocerá a personajes tan famosos en los años veinte, entre otros,  como el escritor Hemingway, el pintor Picasso, el pintor Modigliani,.  Gil intenta convertirse en escritor, por lo que Hemingway ofrece llevarlo a conocer a Gertrude Stein (Kathy Bates) famosa en esa época por su librería y por su ayuda a todos los escritores y artistas que deseaban conocer el triunfo y la fama.



Reflexiones filosóficas para vivir en paz

PENSAMIENTOS ÚTILES PARA VIVIR MEJOR



“No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió”.

“Ninguna persona merece tus lágrimas, y quien se las merezca no te hará llorar”

“La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve para nada”

Leí estos pensamientos en un pequeño periódico que se imprime en  Durango: se llama Órale qué chiquito y a pesar de sus pocas páginas nos da la información suficiente sobre lo que ocurre en nuestra ciudad. También tienen una sección un poco filosófica y fue ahí donde los leí. Luego pensé que sería bueno compartirlos con ustedes, amigos lectores. 

Si vemos al primero, les contaré lo referente a mi anterior casa en el Fraccionamiento Camino Real. Una casita que había comprado con mucho sacrificio y que había arreglado con esmero plantando flores, pintando la herrería; en fin, dediqué muchas horas a cuidarla. Una mañana, mientras yo impartía mis clases en la Universidad Vasconcelos, entraron los ladrones y se robaron todo lo que les pareció fácil de robar, incluyendo la despensa. Sólo dejaron las toronjas y el brócoli porque les eran  desconocidos.

Meses después la vendí  porque me sentía totalmente insegura por las noches. Entonces, compré el lote donde ahora está ubicada mi casa; me la construyeron y me mudé. Como no resultó de todo mi agrado, la verdad es que extrañaba mi antigua casa. Pasaba con frecuencia por ahí porque es mi ruta para llegar a donde vivo hoy y se me salían las lágrimas al ver todos los cambios que los nuevos inquilinos habían hecho; por ejemplo, levantar el pasto y quitar los rosales.

Poco después el gobierno decidió remodelar esa zona para ampliar la calle de Santa Patricia y la avenida Domingo Arrieta,  lo que afectó el área donde se encontraba mi antigua casa. Entonces, sonreí y recordé lo que dice una reflexión sobre el hecho de que  Dios sabe sacar un bien de lo que parece un mal. O, en otras palabras, alegrarme de que la disfruté varios años y dejar de llorar.

El segundo pensamiento se relaciona más bien, creo yo, con una relación amorosa fallida. Por lo general, a las mujeres nos da por llorar, olvidando lo malo y recordando sólo lo bueno. Pero como lo dice este pensamiento, nadie merece las lágrimas derramadas por un amor fracasado.

No estoy totalmente de acuerdo con el tercer pensamiento porque creo que la sabiduría siempre es útil aun cuando llegue cuando tenemos más edad. Si nos referimos a la sabiduría adquirida por los libros, creo que tiene razón porque es difícil que a los setenta años un maestro consiga un puesto en una escuela. Si ya está ahí y no se ha jubilado, es seguro que la sabiduría de los años vividos le han enseñado mucho sobre cómo relacionarse con los alumnos.
Creo también que leer, escribir, pintar, aprender música aun cuando la persona sea ya mayor no estorba. Al contrario, ayuda a mantener la mente ocupada y a alejar el alzheimer, que es el mal de nuestra época.


Luego entonces, estas reflexiones son útiles en cualquier etapa de la vida.  

Altar de muertos en la Plaza de Armas

DÍA DE MUERTOS

Ya llegó y se fue el día 2 de noviembre,  cuando en México celebramos y recordamos a los muertos. Lo común es que en las casas se monte un altar de muertos que contenga un frasco con agua, la comida favorita del difunto, velas y otras cosas más. También se adorna con cempasúchil, una flor de color anaranjado subido que, ya colocada sobre las tumbas, les agrega un colorido especial.   Según un  noticiero televisivo, este año no habría abundancia de cempasúchil porque las constantes lluvias y los  sismos  hicieron que se perdieran las cosechas de  flores. Sin embargo, en la televisión  mostraron  muchos panteones cuyas tumbas estaban adornadas con esta flor combinada con otras  de mucho colorido. En otras palabras, se celebró a los muertos con el esplendor con que se hace cada año.

Aquí, en la Plaza de Armas, frente a la Catedral, la agencia Funerales Hernández  montó un bello altar dedicado a cuatro mujeres pintoras: Frida Kahlo, Remedios Varo, Leonora Carrington e Irene Arias, cuyo fallecimiento, en Durango, fue en abril de este año. La exposición estaba muy colorida porque se combinó  el cempasúchil con flores de otros colores. Además, había reproducciones de algunos cuadros  de las pintoras homenajeadas.

Frida Kahlo, a quien seguramente muchos de ustedes habrán oído nombrar, fue esposa del gran pintor mexicano Diego Rivera que introdujo en sus murales y pinturas a la población indígena que hasta ese momento apenas si había sido considerada por los pintores anteriores. Frida nació en la Ciudad de México en 1907. Siendo muy joven, abordó un autobús urbano para dirigirse a un sitio que quedaba lejos de su casa. Desgraciadamente, hubo un accidente automovilístico y Frida sufrió una herida profunda con una varilla que le atravesó la columna vertebral  y que,  andando el tiempo, le impediría convertirse en madre. Todo eso y muchos otros temas fueron motivo de sus pinturas que han recorrido el mundo.
Murió en 1954 y su casa en Coyoacán se ha convertido en un museo atractivo para el turismo y para conocer sus gustos.  Quizá también resulte oportuno para ustedes, amigos lectores, saber que Frida y Diego  brindaron asilo a León Trotsky  y a su esposa Natalia cuando fueron expulsados de la Unión Soviética.

La gran pintora surrealista Remedios Varo es otra de las homenajeadas. Nació en Anglés, España,  en 1913 y emigró a México durante la guerra civil española. Se nacionalizó mexicana y se volvió famosa precisamente por su adhesión a la corriente del surrealismo. Falleció en 1913.

Leonora Carrington, nacida en Inglaterra en 1917, tuvo una vida agitada y azarosa hasta su llegada a México. Emigró a Francia y estuvo a punto de ser aprehendida por los nazis. Se refugió en la embajada mexicana y gracias al apoyo de Renato Leduc, escritor y en ese momento cónsul en Francia, logró salir de ese país y viajar a México. Contrajo matrimonio con Leduc, pero en 1942 se divorciaron. Leonora siguió también la corriente surrealista y sus cuadros son hoy día muy apreciados. Se casó con el polaco Emerico Weisz con el que tuvo dos hijos. Falleció en la Ciudad de México en 2011.

Irene Arias nació en Mazatlán, Sinaloa en 1936 y murió en la ciudad de Durango en abril de 2017 cuando faltaban cuatro días para su cumpleaños. Vivió mucho tiempo en la ciudad de México donde trabajó para una empresa de viajes, lo que le permitió viajar por el mundo. A la muerte de su madre en la Ciudad de México, decidió mudarse a Durango, donde había vivido durante su adolescencia, y donde residía su hermana Olga, distinguida escritora. Sus cuadros se identifican con la corriente del expresionismo abstracto. Gozó de mucho aprecio en Durango y es considerada una de las mejores pintoras de la localidad.


Hace dos años la empresa Funerales Hernández, que patrocina este altar de muertos, rindió homenaje a la gran actriz de teatro y cine Dolores del Río, que nació en esta ciudad. Considero que es un gran acierto de que la empresa dedique sus esfuerzos a recordar a hombres y mujeres durangueños que se han distinguido en su vida por su entrega al arte.      

domingo, 15 de octubre de 2017

Audrey Hepburn, una formidable actriz en cualquier papel que le propusieran

LA PRINCESA QUE QUERÍA VIVIR


Tal es el título de una de las películas con que nos obsequió la Cineteca Municipal de Durango en un ciclo de filmes retrospectivos de los años cincuenta. Esta película llevaba el título original de A Roman Holiday, protagonizada por Audrey Hepburn y Gregory Peck. Pero en México, para atraer más al público, le pusieron el nombre que aparece al inicio de este texto.

Fue la primera película que la actriz belga Audrey Hepburn, que hablaba el inglés con una deliciosa entonación, filmó el cine estadounidense. Tuvo, además, la fortuna que, por primera vez, la película no se filmó en los estudios de Hollywood con escenarios ficticios, sino que realmente fue rodada en Roma, lo que añade interés a la cinta.  Es una delicia tener la oportunidad de ver de nuevo, aunque sea en el cine, los hermosos lugares de Roma como la Fuente de Trevi, la Plaza de España, el Coliseo y tantos más.

En la película, la princesa Audrey Hepburn no puede dormir bien y le inyectan un somnífero. La ventana está abierta y ella se escapa, pero se queda dormida en un banco en una calle. Por ahí pasa el periodista Jeff Bradley (Gregory Peck) que se preocupa por ella, además piensa que si no fuera porque está ahí, juraría que es la princesa que llegó a Roma en una visita oficial.

La lleva al cuarto que renta en un edificio modesto y la deja dormir en un sofá. Al despertar, ella se asusta pero decide pasar un día lejos de sus obligaciones habituales. El periodista piensa  en escribir un reportaje sensacional sobre la fuga de la princesa y ganar un buen dinero. Al final de la película se arrepiente porque hay entre los dos un ligero enamoramiento.

Durante el día la princesa disfruta de cortarse el pelo (el peluquero la invita a ir a bailar en la noche el lado del río), de comerse un helado, de cambiar sus elegantes zapatos por una sencillas sandalias y, sobre todo, de la libertad. Al final del día comprende que debe volver al palacio porque tiene responsabilidades y se despide de Jeff pidiéndole que no la siga. Ésta la deja en una esquina y cumple con lo que ella le pidió.

Al día siguiente hay una rueda de prensa con los periodistas extranjeros. Entre ellos se encuentra Jeff Bradley. Luego de contestar las preguntas, dice a sus asistentes que desea saludar  los periodistas. Baja la escalera y se aproxima. Para todos, tiene un saludo o una palabra amable. Cuando llega adonde está Jeff, le dice: “So glad, Mr. Bradley”, que es la despedida y el final de la película. Un momento antes recibe las fotografías que le tomó el otro periodista que pensaba colaborar en el reportaje y que se arrepiente de ello.

Ésta fue la primera película que filmó Audrey Hepburn en Hollywood en 1943 bajo la dirección de William Wyler. Así comenzó su carrera en el cine en el cual protagonizaría muchas otras películas como “Amor en la tarde”, “Sabrina”, “Breakfast at Tiffanys”, que sucede en Nueva York, “Historia de una monja”. Aquí, en Durango, en 1959, filmó “The Unforgiven”, que se tradujo como “Lo que no se perdona”, donde compartió créditos con Burt Lancaster y un selecto reparto.



domingo, 1 de octubre de 2017

¿Les gusta la comida callejera? Si la respuesta es sí, adelante

CALLEJERO GOURMET

El jueves, como a las 8:00 p.m., salir del cine mi prima y yo nos dirigimos rumbo al Jardín Hidalgo, frente el templo de Santa Anna, y encontramos que una joven pareja estaba vendiendo café en un rincón. Tenían dos bonitas cafeteras, leche entera y deslactosada, svetia (que es el endulzante de moda) y los vasos desechables. Compré uno con leche y nos sentamos en una banca a que yo lo disfrutara. A mi prima no le gusta el café por la noche.

Entonces recordé la primera vez que vi a alguien vendiendo en la calle (sin tener un puesto fijo) y fue en Querétaro. Vi como, a la hora de la comida,  una pareja llegaba y estacionaba su camioneta frente al edificio de Telmex y de otras oficinas, abría la parte trasera y empezaba a vender comida caliente a los empleados que salían a esa hora. Como a las 3:00 p.m., cuando ya habían terminado de vender, cerraban la cajuela y se iban. No creo que pagaran impuestos, pero sí era una manera de ganarse la vida si no se tenía un empleo fijo.

Meses después se repitió la historia en Durango, frente al jardín del Templo de San Juan Bautista de Analco. Era invierno y una pareja en una camioneta vendía tamales y atole. Sentí el deseo de probarlos, pero soy desconfiada de la comida callejera debido a una infección que contraje en la Ciudad de México hace ya muchos años con un taco de chicharrón. Así que continué mi camino.

Ahora, el escritor lagunero Jaime Muñoz Vargas, autor de varias novelas y libros de cuentos, y poseedor de un gran sentido del humor, decidió rescatar para la historia de la Región lagunera lo referente a la comida callejera de Torreón, Gómez Palacio y Ciudad Lerdo. Asegura que él, con toda confianza, acude a los puestos callejeros y consume lo que se venda sin ningún temor.

El contenido del libro (casi follelto) es el siguiente: agua celis, ahogaperros de Lerdo, arrachera, birria, burritos de hielera, comida corrida, costillitas (que hacen felices a unos alumnos míos porque también se venden en Durango), chicharrón de puerco, duro preparado, elote tatemado, fruta con chile, gorditas, hamburguesas, lonche, menudo, nieve de Chepo, tacos dorados, tacos La Joya, tacos y lonches de barbacoa.

Muchos de estos productos se venden en Durango, igualmente en puestos callejeros. Quizá varíen un poco las salsas que los acompañan pero también tienen una gran demanda en esta ciudad. La famosa nieve de Chepo, que inició con una nevería en el jardín de Ciudad Lerdo, ya tiene ahora en Durango dos o tres neverías (aunque no me parece que la nieve tenga el mismo sabor o quizá yo no siente el calor que se experimenta en la Laguna durante  el verano.

Creo recordar que en nuestra ciudad hace muchos años se vendía algo semejante al agua celis, pero las que predominaban antes de la llegada de la Coca-cola, eran las sodas de limón, naranja y grosella fabricadas por La Favorita, cuyo dueño era don Plácido Rodríguez.
El menudo, que sólo he probado una vez en la vida, es un guiso que se prepara base de pancita de res y maíz, cocinado con una base de chile seco. No es posible consumirlo cualquier día de la semana porque la tradición indica que es para la curar “la cruda”, es decir, el malestar después de una noche de juerga, por lo que es fácil conseguirlo la madrugada del domingo. Hay quien prefiere cocinarlo en casa y no comprarlo en los establecimiento que se han vuelto famosos por su menudo.

El autor nos dice en la introducción: “Los aguafuertes que componen este libro nacieron de mi gusto, más que de mi raciocinio”. Párrafos más adelante afirma: “Sólo es, reitero, un engarzamiento de instantáneas sobre la comida que más disfruto, la única que verdaderamente satisface mi paladar y arrastra en cada bocado toda la cosmovisión que me cupo en buena o mala suerte, todo el pasado que se deja venir encima del presente apenas huelo algunas delicia culinaria preparada por manos populares en las calles aledañas al río Nazas”.

Concuerdo plenamente con la afirmación de que al comer tal o cual guiso o postre el pasado se nos viene encima, pero tengo, como ya lo expliqué mis reticencias respecto de la comida callejera, así sea gourmet.


De cualquier manera, me parece que este folleto Callejero gourmet contribuye significativamente a la historia de la cocina en La Laguna, pero también es una aportación a la historia de la cocina en
nuestro país.

Una magnífica novela bien llevada a las pantallas chica y grande.

ANA KARENINA

Es, quizá, la más famosa de las tres mujeres de la literatura europea en el siglo XIX que se suicidaron. Las otras dos son Madame Bovary, en la gran novela de Flaubert, y La Regenta, Ana de Ozores, escrita por el español Leopoldo Alas, Clarín,  que no circuló mucho porque en ese tiempo España se había cerrado al resto del mundo. Ana Karenina, en cambio, ha sido llevada al cine y últimamente se han filmado series con su historia, aunque muchas veces se concentran solamente en el pasaje relativo al baile del vals con el príncipe Wronsky y a su suicidio cuando la novela en sí es una de las tres grandes obras de Leon Nikolaievich Tolstoi.

Apodado por sus contemporáneos como el Oso, porque era de gran estatura y muy corpulento y en invierno gustaba de usar un abrigo fabricado con una piel de oso, Tolstoi es quizá el mayor escritor ruso. Sus tres novelas, la ya mencionada Ana Karenina y dos más: su obra cumbre La guerra y la paz donde narra la invasión de Rusia por el ejército francés en la época de Napoleón Bonaparte, que es una novela extraordinaria, y Resurrección, escrita diez años después de Ana Karenina donde deja ver su gran preocupación por la suerte, la pobreza y el duro trabajo  de los siervos de los príncipes rusos poco antes de la revolución iniciada por Lenin. El personaje Levine, en Ana Karenina, es un poco una muestra de ese amor de Tolstoi por la naturaleza rusa y por su afán de ser un patrón generoso y comprensivo.

Ana Karenina empieza cuando ella deja San Petersburgo, donde vivía felizmente casada con el juez Karenina y su hijo de ocho años, y toma el tren para dirigirse a Moscú donde su cuñada ha amenazado con divorciarse de su marido (hermano de Ana) que le ha sido infiel. En ese momento conoce al príncipe Wronsky que se queda prendado de su belleza y que, al final, será la causa de su desgracia.  Asisten a un baile donde bailan un vals que deja a Wronsky boquiabierto por la gracia y la belleza de Ana y que será el inicio de su desgracia. Además, ha sido el pasaje más explotado por las series televisivas.

Una vez solucionado el problema de su hermano y su cuñada, Ana se apresura a tomar el tren para regresar a su hogar con su marido y su hijo, pero Wronksy la persigue y la acosa sin respeto alguno y sin darle tregua. Ana acaba por enamorarse de Wronsky y se deja seducir,  lo que será el inicio de su desventura.

Los amores entre Wronsky y Ana son tumultuosos y difíciles porque el juez Karenina está dispuesto a darle el  divorcio pero conservando a su hijo, lo que a ella no le parece justo. Exceptuando el tiempo que pasan en Italia lejos de la sociedad rusa y de su crítica,  su relación es trágica y llevará a Ana al suicidio. Queda embarazada y tiene una hija, que finalmente conservará Karenina, pero después de un parto difícil, queda muy débil y el doctor le receta gotas de láudano (tintura alcohólica a base de opio preparada por primera vez por Paracelso al que ella se aficionará en demasía)  para ayudarla a sobrevivir.

A su regreso a Rusia, la relación entre la pareja se vuelve más conflictiva. Ana se atreve a retar a la alta sociedad rusa asistiendo a una función de ópera con un atrevido atuendo sólo para sentir el rechazo de aquellos que antes la aceptaban y tiene que abandonar el teatro.

En una ocasión Wronsky sale de la casa para ver a su madre que no soporta a Ana. Desesperada porque no regresa pronto, Ana le envía un mensaje con un sirviente, que Wronsky no alcanza a leer, porque él le ha enviado otro anunciándole que acompañará  a su madre ese día. Es decir, los mensajes se cruzan, pero Ana, siempre preocupada porque presiente que él va a abandonarla, va en su busca. En el trayecto, recuerda que a su llegada a Moscú vio cómo en la estación un hombre cae a las vías del tren y muere destrozado. Entonces, decide que ella hará lo mismo y lo cumple. Cuando pierde la oportunidad de lanzarse al primer vagón, lo logra con el segundo y muere.


Curiosamente, nos informa Fedro Guillén, el autor del estudio que precede al ejemplar de la novela que poseo, León Tolstoi (1828-1910) había salido de su propiedad llamada Yasnaia Poliana, abandonando a su esposa y comprendido por  su hija  Alejandra, que lo acompaña.  Muere el 20 de noviembre de 1910 (fecha significativa para la historia de México porque se es el inicio de la Revolución) porque de pronto se siente enfermo y fallece en Astapovo,  una modesta estación de ferrocarril.