domingo, 21 de agosto de 2016

Releyendo los cuentos de Kipling y disfrutándolos

RECORDANDO AL POETA Y NOVELISTA  RUDYARD KIPLING

                                  ¡Cuán querida es de los corazones buenos su tierra natal! 
                                                                                                                   Voltaire

En 1907, Rudyard Kipling fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Había nacido 42 años antes en Bombay, India. Fue hijo de Lockwood Kipling, hombre de vasta cultura y aficionado a las artes, y de Alicia McDonald, ambos nacidos en Inglaterra. Como tantos otros muchachos en circunstancias semejantes, Kipling fue enviado al país de sus padres para su educación, con el propósito de que, a su regreso a la India, se incorporara al servicio exterior del Imperio. A los diecisiete años, tras sus estudios en el United Service College, Kipling retornó al Oriente.

Entre nosotros, es recordado,  sobre todo, por tres obras: el poema “Si” (If) que, con mucha frecuencia vemos enmarcado en consultorios de doctores, los Libros de la selva (1894-95) y la novela Kim (1901), llevada al cine con gran éxito hace unas décadas. Fue, además, periodista y un cuentista prolífico. La “Balada del Oriente y del Occidente” (1892) lo dio a conocer como poeta. Sin embargo, su talento narrativo se hizo evidente con la publicación, en 1897, de “Los siete mares”.

En muchos libros y enciclopedias se le clasifica como “cantor del imperio anglosajón”, palabras que, de alguna manera, lo encasillan y empobrecen: su obra habla de los ingleses en la India, efectivamente, pero también revela la complejidad étnica, religiosa y cultural de ese inmenso territorio y el entramado social. Presente, igualmente, de forma preponderante, se halla la geografía de esa región del mundo y las descripciones de ríos, montañas y desiertos dan prueba del amor de Kipling por su suelo natal.

El exotismo de la India o del África (especialmente en la época que le  tocó vivir a Kipling) poblados de tigres, elefantes, cobras, cocodrilos y otros animales actualmente en extinción y que, además, facilitaba vivir aventuras amorosas o que mostraban el coraje de los individuos (como en tantos relatos de Hemingway), ha dejado de existir. El cine y la televisión se han encargado de mostrar todo su esplendor. Hoy, en cambio, vemos la desertificación del continente negro, la desaparición de muchas especies y la hambruna que se abate sobre tantos países. La India es ya un país independiente; el imperio anglosajón pasó a la historia. Entonces, ¿cuál es el beneficio de releer a Kipling en nuestros días?

Podríamos acercarnos a él como un testigo veraz de tiempos pasados que nos transmite de primera mano su impresión de hechos y personas. Sus descripciones de la naturaleza, por ejemplo, el río Barhwi- personaje principal del relato “La inundación” o de los cráteres arenosos de “La aldea de los muertos”, son incomparables. La relación hombre-naturaleza de los cuentos kiplingianos me parece maravillosa.

Podría también leerse su obra con un enfoque social. Por injusto que haya sido, el imperio británico fue una realidad y dejó una honda huella. Ahora es posible analizar los modos de relación de los Sahibs entre sí, con otros extranjeros, con sus conciudadanos y sus sirvientes, los habitantes nativos de la India.  Asimismo se le puede considerar como autor de narraciones misteriosas al estilo de la “literatura fantástica” o del ya citado “La aldea de los muertos”. Por último, si se lee en inglés y se logra descifrar la difícil sintaxis de Kipling, afirma Carlos Pereyra, traductor y compilador del volumen del que nos ocupamos, se puede apreciar su dominio de la lengua propia y de las extranjeras pues, por ejemplo, en “El juicio de Dungara”, escribe en inglés pero con la sintaxis del alemán, como corresponde al ministro Justo Krenk, originario de Heidelberg y emigrado a la India con el propósito de evangelizar a los Buria Kol.

Kipling era un buen psicólogo y no se le ocultaba la injusticia del imperio. Además, amaba esa tierra amplia y espaciosa, de horizontes dilatados  cielos despejados donde se reunían seres de variadas conductas e intereses disímbolos. Por ello,  través de su personaje Khem Singh  expresa:

“Su memoria, contaban, volvía con la vista de sus patrios valles, y con la memoria renacía en su corazón el odio a los ingleses, pues la heridas de ese corazón no habían cicatrizado en la lejana Burma.” (pp. 253-254).

En el volumen integrado por “La literatura fantástica” y cinco relatos más (México, Aguilar, 1976), el ya citado Carlos Pereyra subraya el talento descriptivo de Kipling y señala que, por encima de todo, pertenece a la India:

“A pesar de su imperialismo, a pesar de su orgullo de casta, Kipling será más artista cuando hable de los pueblos inferiores que cuando habla de la bandera británica. ¿Qué es la magnífica poesía de Oriente y Occidente, en sus “Baladas de cuartel”, sino la afirmación del hombre que ama la tierra en donde está su cuna? (p.22)”


Hace unos años, una estudiosa de la literatura norteamericana rescató a Louise M. Alcott, autora de Mujercitas, texto que dejó de ser la historia simplona de cuatro hermanas y se convirtió en una notable observación de las relaciones familiares y sociales en Nueva Inglaterra durante la Guerra de Secesión. Además, señaló el surgimiento de la mujer escritora que quiere ganarse la vida con su pluma (el personaje de Jo). Ojalá pronto haya un crítico que proponga una nueva lectura de Kipling. 

Noticias sobre la vida en el dormitorio

46.- EPISTOLARIO SEMO

Cape Girardeau, Mo., 25 de abril de 1958.

Mi querida mamá:

En toda la semana no he recibido carta tuya. ¿Qué te ha pasado? Ojalá que se deba a que no has tenido tiempo de escribir y no a que te hayas sentido enferma. No dejes de escribirme pronto y contestarme todas las preguntas de mi última carta.

Esta semana ha estado de pique con mi compañera de cuarto y casi no nos hablamos, pero ella tiene la culpa. Ya sabes que ella jamás me ayuda a limpiar el cuarto, pero sí se da gusto en ensuciar. Fíjate lo que me hizo el otro día y varios más. Yo acababa de lavar el lavabo y lo había dejado blanco inmaculado; luego, llegó ella y como no usa calcetas, medias o algo que le impida que le suden los pies, siempre los tiene sucios, así que se quitó los zapaos, se lavó los pies y me dejó el lavabo cochino pues no lo enjuagó. Como ella jamás se lava la cara, no le importa que el lavabo esté sucio pero a mí me da asco. Ya me había jugado lo mismo muchas otras veces, pero ese día yo no estaba de genio para volverlo a lavar, así que le pedí que lo enjuagara y se puso furiosa. Como consecuencia, no me habló en dos días, pero para la falta que me hizo. Otra cosa que le ha dado por hacer es poner sus “olorosos” zapatos en la ventana y ¿te imaginas el perfume que se esparce por el cuarto? Además, tenemos el escritorio enfrente de la ventana y cada vez que me siento a escribir, casi me desmayo, La tragedia es que no le puedes decir que los quite porque se enoja. ¿Qué hago? Yo sé que suena chistoso y que te vas a reír cuando leas la carta, pero para mí es un serio problema.

Esta semana no he hecho nada más que estudiar y tengo tantas cosas que hacer de aquí a fines de mayo que me parece que no me va a alcanzar el tiempo de hacerlas todas.

El miércoles pasado la orquesta del colegio dio un concierto y estuvo muy bonito. Aquatic Club va a presentar un festival la próxima semana y creo que va a estar muy bien. Todavía me da tristeza el pensar que yo hubiera sido tan feliz si hubiera logrado entrar. ¡Ni modo! No se puede lograr todo lo que se quiere.

El lunes voy a ir a un almuerzo en el Club Rotario y tengo que dar un speech. Se supone que les voy a platicar de las actividades del Rotario en Durango, pero como no me acuerdo de muchas cosas, voy a inventar algunas.

Estos últimos días ha hecho mucho frío, como si el invierno fuera a empezar otra vez. Se llama Blackberry Winter. Ojalá que el invierno acabe de desaparecer.

Hoy exhibieron Grand Hotel, con Greta Garbo, pero como tenía mucho que estudiar, no pude ir.


Como no tengo nada más que platicar, me despido esperando me escribas pronto. Recibe todo el cariño de tu hija, 

sábado, 13 de agosto de 2016

Comentarios sobre esta fascinante novela

TIEMPO ENTRE COSTURAS

Si bien la novela de que me ocupo en este texto ya fue llevada a la televisión en una serie que parece se llamó Between, y pasó por Netflix, creo que somos muchos los que no la hemos visto. Además, sufrió muchas modificaciones como suele suceder con las adaptaciones al cine o a la televisión.
 La autora es la filóloga española María Dueñas, que vivió muchos años en Tetuán, hoy Marruecos, territorio que, en los años treinta del siglo pasado, pertenecía a España. La época nos remite al comienzo de la guerra civil española, que ganó Franco, y al temor que invade a Francia y a Inglaterra por la proximidad de la segunda guerra mundial en virtud de los movimientos que había hecho Hitler en el oriente de Europa invadiendo Polonia.

La protagonista se llama Sira, vive junto  con su madre en un barrio pobre de Madrid, y trabaja junto con ella en el taller de una afamada modista del momento. Recordemos que en esos años no existían los centros comerciales ni tampoco se podía comprar vestidos hechos en una tienda. Para eso estaban las modistas. Sira deja a su novio Ignacio y se enamora de un vendedor de máquinas Olivetti (desea cambiar de oficio y aprender mecanografía) que resulta ser un estafador. Ella es hija ilegítima de un acaudalado madrileño que, de pronto, decide conocer a su hija y darle lo que corresponde de la herencia. Una vez en posesión de joyas y dinero, Sira y su novio se marchan a Tetuán donde, según él, tendrán un buen negocio. Un día, sin embargo, desaparece dejando a Sira en la ruina, embarazada y, además, con el adeudo pendiente del cuarto de hotel que ocuparon desde su llegada. Esto significa una vuelta de tuerca para la vida de Sira.

Para empezar, pierde al bebé y queda muy débil. El hotel la demanda, pero el jefe de la policía simpatiza con ella, le tiene lástima y le da un plazo para que pague la deuda. Cuando sale del hospital, le consigue, además, alojamiento en casa de Candelaria, mujer de muchas argucias y negocios poco claros, que recibe a hombres y mujeres desamparados en Tetuán. Cuando descubre que Sira sabe coser, decide que ha llegado el momento de abrir un excelente taller de costura al que acudirán las señoras de la buena sociedad y las esposas de funcionarios importantes.

Para allegarse fondos, Candelaria tiene todo previsto. Posee una cantidad considerable de pistolas que nunca revela cómo llegaron a sus manos y que ha tenido escondidas durante mucho tiempo, pero que  ahora pueden venderse a los republicanos. Para hacérselas llegar, recurre a una estratagema dificilísima y arriesgada de la cual se encargará Sira. Con jirones de tela, le fija las pistolas al cuerpo cuidando de que queden bien sujetas. Luego, la disfraza como si fuera una mujer árabe para que camine por las calles en la madrugada, pegada a la pared,  sin llamar la atención de la policía. Antes, por supuesto, la lleva a recorrer las calles para que aprenda a caminar como las moras y a familiarizarse con el recorrido que tendrá que hacer para entregar las armas. Milagrosamente, todo sale bien. Sira recoge el dinero que le entrega el mensajero republicano y emprende el regreso a la casa. Ahora ya tienen los fondos necesarios para montar un taller, pero debe ser en una calle bonita y arreglado con gusto para que acudan las esposas de los funcionarios españoles y de los embajadores.
Entre esas señoras se encuentra Rosalinda Powell Fox, un personaje que sí existió en la realidad porque sus memorias aparecen citadas en la bibliografía. Fue amante del ministro español Beigbeder (también con su nombre real) que cayó en desgracia con Franco y tuvo un triste final. También importante es un corresponsal de guerra que usa el pseudónimo de Marcus, pero que en la vida real se llamó Alan Hillgarth.

Una vez abierto el taller, empieza la transformación de Sira en espía porque tiene acceso a mucha información. Además, tiene tanto éxito que decide traer a su madre de España para que la auxilie en sus tareas de costura y para alejarla de la pobreza de España. Tanto el periodista Marcus como Rosalinda Fox serán cruciales para cumplir ese propósito. Cuando ya todo marcha bien, Marcus, por parte de Gran Bretaña, le pide a Sira que abandone Tecuán y se instale en Madrid donde podrá tener acceso a mayor información. Así lo hace y entonces adopta el nombre de Arish y le confiesa a doña Manuela, la antigua patrona de su madre que cose para estas mujeres “para obtener información sobre lo que hacen los alemanes en España. Después paso  esta información a los ingleses”.

Después de muchas aventuras en Portugal de las que Sira sale bien librada, regresa a Madrid y sigue trabajando ahí. Marcus se marcha para cumplir con su cometido de corresponsal de guerra. La autora concluye diciendo: “Ésta fue mi historia o al menos así la recuerdo, barnizada tal vez con la pátina que las décadas y la nostalgia dan a las cosas. Ésta fue mi historia”. Viene luego un capítulo para narrar qué fue de la vida de los personajes reales que aparecen en la novela. El libro cierra con una bibliografía, algo poco usual en una novela, pero indispensable en ésta donde la realidad y la ficción están tan bien imbricadas. Al inicio dedica la novela a su madre, pero también “A todos los antiguos residentes del Protectorado español en Marruecos y a todos los marroquíes que con ellos convivieron”.

Además de la historia misma llena de peripecias, la bella y minuciosa  descripción de calles, plazas, cafés, mezquitas, llamadas a la oración  y restaurantes de Tetuán añade un aura de misterio a la historia. Lo mismo sucede con personajes de todas las nacionalidades que convivieron en este lugar en esa época en que la historia iba a transformar por completo países y estructuras.   

Entusiasmo de mi amiga para inscribirse en una excursión nocturna

EXCURSIÓN PARA VER A LAS LUCIÉRNAGAS

Amigos lectores, ¿se acuerdan de las luciérnagas? Especialmente ustedes, los que viven en ciudades iluminadas y lejos del campo. Entonces, recordémoslas hoy aunque también hace mucho tiempo que no las he visto y hasta pensaba que ya estaban extintas. La buena noticia es que no es así. En inglés, la luciérnaga se llama firefly.

Hace unos días me enteré por una amiga que vive en la Ciudad de México que había ido en una excursión a ver las luciérnagas. Me sorprendió,  aunque sé que allá se organizan excursiones para todos los gustos y para diferentes tipos de interés.  El caso es que se inscribió para disfrutar de la excursión aun cuando su visión es ya muy deficiente. El grupo partió al atardecer para arribar de noche al cerro donde verían a los insectos de luz.

El grupo se reunió en el monumento al Ángel de la Independencia, en el Paseo de la Reforma. Supongo que al guía casi se la habrá congelado la sangre al enterarse de que llevaba en su grupo a una persona de 78 años que apenas podía ver, pero se portó como todo un caballero y, en mi opinión, al regresar se merecía una medalla al mérito.

Mi amiga me contó que empezó a ascender al cerro (no me supo explicar por qué rumbo), pero llegó un momento en que ya no pudo más pues apenas veía los obstáculos del camino y terminaba  metiendo los pies en un hoyo, así que decidió quedarse debajo de un árbol para no entorpecer más la caminata. Le dijo al guía: “por favor, no vaya a olvidarse de dónde me quedé. Aquí lo espero”. Llevaba una chamarra verde con capucha y ella es muy blanca.

No recuerda cuánto tiempo transcurrió desde que se quedó sola y sí alcanzó a ver unas luciérnagas que volaron cerca de donde estaba. Al fin, regresó el guía (que seguramente respiró con alivio), aunque ella piensa que se asustó al verla ahí con su indumentaria y la cara blanca, blanca. Regresaron a la Ciudad de México, ella tomó un taxi para ir a su casa y al día siguiente estaba feliz por su audacia. Ahora está dispuesta a ir en la excursión a Cacaxtla, aunque no pueda apreciar los murales. Quizá está harta de pasar sola los domingos, frente a un televisor que apenas puede disfrutar. Ir en una excursión y acompañada es mucho mejor.  

Según la información que obtuve del internet, las luciérnagas, también conocidas como bichos de luz, son unos insectos que miden aproximadamente 2.5 cms. Pertenecen a la familia de los lampíridos, viven en entornos cálidos y en regiones templadas. Les encanta el verano. Sus órganos lumínicos se hallan debajo del abdomen y la humedad del ambiente, no la lluvia, les permite absorber oxígeno y entonces brillan por doquier. La luz también puede servir como un mecanismo de defensa para ahuyentar a los enemigos.

En la Ciudad de México es posible conseguir todo tipo de excursiones para el fin de semana. Recuerdo haber ido con una amiga por primera vez a Cuetzalan, que era un lugar mágico en el estado de Puebla, antes de que Televisa filmara ahí una telenovela que puso al pueblito en el mapa y la gente se apresuró a visitarlo. Estuve ahí un 4 de octubre, que es el aniversario de San Francisco de Asís, el santo patrón del pueblo, y me encantó la forma como decoraron la fachada del templo con flores de calabaza y vegetación propia de la zona. La segunda vez que lo visité había perdido, en mi opinión, todo su encanto. Había muchísima gente, discotecas que rompían toda la noche la tranquilidad del ambiente, los autobuses se quedaban estacionados a la entrada del pueblo porque no pueden subir por los angostos callejones recubiertos de piedras y la multitud impedía que uno caminara tranquilamente por los callejones empedrados.


Hoy no volvería a ir, pero sí me encantaría unirme a un grupo para ver a las luciérnagas, aunque corro el riesgo, igual que mi amiga, de quedarme sentada debajo de un árbol porque ya no puedo ascender al cerro. Sin embargo, creo que no soy tan valiente y veré a las luciérnagas en mi memoria, cuando pasábamos los veranos en la Villa de Nombre de Dios y en la oscuridad de la noche (no había luz eléctrica) disfrutábamos de las abundantes luciérnagas que iluminaban el paisaje. 

Adiós a mi viejo refrigerador

ADIOS A UN FIEL AMIGO MI VIEJO REFRIGERADOR

Le dije adiós, casi con lágrimas en los ojos, a mi viejo refrigerador Acros la semana pasada. Creí que empezaba a fallar y, sobre todo, ya mis manos no están aptas para descongelarlo y limpiarlo cuando es necesario. Así que, al fin, decidí comprar uno nuevo,  supuestamente ahorrador de energía, lo que comprobaré cuando llegue el siguiente recibo de luz. El anterior, aunque fuera viejo, sí ERA UN BUEN AHORRADOR  porque mi recibo de luz, con excepción del invierno cuando enciendo el calentador eléctrico, no ha rebasado nunca los $200.00 pesos por dos meses. ¿No les parece increíble? Y, además, ¿no merecía que lo despidiera con tristeza y nostalgia? Dicen que las cosas también tienen  alma, por lo que hay que tratarlas bien, recibirlas con gusto y despedirlas con lágrimas.

Este refrigerador llegó a mi vida inesperadamente en 1993 cuando falleció de un infarto mi hermano Ricardo; Carlos, el primero de mis hermanos,  y yo tuvimos que hacernos cargo de quitar su departamento y encargarnos de sus cosas. Decidí conservarlo y le regalé el mío a mi mamá. Lo recibí en el departamento que ocupaba en ese momento en la calle de Versalles cuando recién había regresado de San Antonio y no pude establecerme en Durango de inmediato precisamente por el fallecimiento de Ricardo, que a todos nos partió el corazón. Era un hombre generoso, un excelente oftalmólogo, y apenas tenía 41 años.

El refrigerador sufrió después varias mudanzas y las soportó con entereza. Primero, viajamos a Durango y se instaló en mi casita del fraccionamiento Camino Real. Después, cuando intenté el regreso al D. F., que no pude concretar, y como ya había vendido mi casa de la calle Santa Patricia, nos mudamos a un departamento en la calle Alonso de Pacheco, en un segundo piso, que poco después tuve que abandonar porque vendieron el edificio. Nueva mudanza: esta vez a la casa donde vivo actualmente y que es de mi propiedad, en el Fraccionamiento Residencial Santa Teresa.  

Recibí al nuevo aparato con alegría y orgullo. Es un Mabe (prefiero las marcas nacionales), angosto y alto, de color gris, como está ahora de moda. Ocupó el lugar del otro y se ve muy bien. Sin embargo, según yo, arranca con mucha frecuencia, al menos más que el otro. Las primeras noches casi no podía dormir porque oía el ruido del motor y mi mente rápidamente se iba al recibo de luz.  He manipulado el control de la temperatura porque, la verdad, está bastante vacío. Tengo que ir a comprar verduras congeladas y un bote de nieve ara que no trabaje inútilmente. 

Todas mis amigas que poseen un refrigerador moderno me animan y dicen que hice una buena compra. Ojalá tengan razón. Me está ocurriendo un poco lo que me sucedió cuando me mudé a esta casa y lloraba desconsoladamente por la de la calle Santa Patricia que me encantaba. Ésta no me agradaba tanto porque el arquitecto hizo lo que le vino en gana aunque prometía respetar mis deseos. Sin embargo, cuando se empezó la remodelación del boulevard Domingo Arrieta, se derrumbaron árboles, se invirtió el sentido de la calle y se estableció un banco en la esquina, la paz y tranquilidad de la calle se perdieron. Así, lo que me pareció un mal se convirtió en un bien. Espero que así ocurra con el refrigerador recién llegado a mi vida.


Hace unos días se dio a conocer la noticia de que el  Consejo Nacional de Población ha dividido a los mexicanos en varias categorías. La primera, a la que pertenezco yo, es la de los nacidos antes de 1946. Nos caracterizamos por ser conservadores, apegados a un empleo o negocio, ahorradores, poco afectos a los cambios, sobre todo a la edad que tenemos actualmente, y preferimos la comunicación telefónica y no por los medios electrónicos. Esto explicaría mi renuencia a cambiar de su sitio objetos y muebles, a reponer las cortinas cuando se rompen por el sol, aunque siempre conservando el estilo anterior, y a ser apegada a las cosas. Por ello, es comprensible mi tristeza por haber despedido a mi antiguo y fiel amigo, el refrigerador Acros, que, además, me hacía sentir que, de alguna manera, mi hermano estaba conmigo.   



                                              


Faltan 13 cartas para completar el epistolario. Misión cumplida. Ahora necesito ver cómo lo imprimo.

45.- EPISTOLARIO SEMO

Cape Girardeau, Mo., 17 de abril de 1958

Muy querida mamá:

Ya estaba preocupada porque no había tenido carta tuya, pero gracias a Dios que hoy llegó.

Ojalá que Papá Chuy ya esté bien cuando recibas esta carta. Salúdalo de mi parte.

Espero que Carlos se haya divertido mucho en la fiesta. Me parece que es mucha descortesía de los Damm  no haberlos invitado. ¿No crees?  Si hay alguna noticia en el periódico, mándamela para darme una idea de cómo estuvo la fiesta.

Ni creas que me he visto muy elegante porque estoy de un gordo horroroso; por eso no he tomado muchas fotos, Verme en el espejo me causa disgusto. Ojalá que con el calor pierda peso pues ya no puedo comer menos de lo que como ahora o me moriría de hambre.

El otro día Miss Cleaver y yo estábamos platicando que quizá sea más conveniente que me regrese en junio en vez de en agosto porque así no tendría que preocuparme por el dinero. Verás. A fines de mayo tendré $75.00 dólares de los que yo traje, lo que me alcanza para regresarme y llevar unos cuantos regalillos. Si me quedo hasta agosto, no tendré ni un quinto. Yo había contado con conseguir trabajo durante el verano, en el colegio, pero Miss Cleaver dice que va a ser difícil pues como yo tengo todos mis gastos esenciales pagados, les dan preferencia a las muchachas americanas; de cualquier forma, estamos haciendo la lucha.  Al mismo tiempo, voy a decirles a las señoras a ver si ellas me ayudan a conseguir empleo en el centro en el alguna tienda.  ¿Qué opinas tú? De cualquier forma, el viaje lo haré por autobús pues es bastante más barato aunque me tome un día más. Mi regreso sería hasta junio porque los Bollack van a llevar a Sonia an San Luis a tomar el avión y quieren que yo los acompañe.  Aparte del viaje, me gustaría ir a despedir a Sonia pues tal vez sea la última vez que la vea.

Me gustaría saber si en vez de un vestido te gustaría que te llevara tela para dos pues aparte de que no sé si te gustaría el que yo escogiera, a lo mejor no te quedaba.  A Carlos le voy a comprar una corbata; a Eduardo, calcetines; a Gonzalo, canicas; a Alicia una tela y para mi papá y Rique no sé qué. Sugiéreme. No crean que serán de muy buena calidad pues no tengo mucho dinero.

Se me olvidaba. Respecto al abrigo que me dio Mrs. Potashnik, creo que yo no volvería a usarlo pero me pregunto si a ti te gustaría tenerlo. Es beige, cruzado, con cinturón atrás y bolsas de parche  muy grandes. Si tú lo quieres, cargo con él aunque ocupe mucho espacio y, si no, se lo devuelvo.

Fíjate que el otro día fue el concurso de inglés y cometí una burrada. Pasé mi prueba de gramática muy bien, pero luego se me metió que no podía escribir y pedí que me eliminaran. Los jueces, que son mis profesores, no querían y trataron de convencerme de que sí podía pues ellos ya habían visto mis otros temas, pero yo me enterqué en que no. Luego, me arrepentí, pero ya ni modo.

Ahora sí está haciendo bonito tiempo y mucho calor.

De la beca, ya no hay remedio pues ya tienen a la chica para el año próximo, pero dudo de que yo pudiera resistir otro invierno.


Saludos a todos y no dejes de contestarme pronto. Recibe todo el cariño de tu hija,