lunes, 30 de enero de 2017

Conmoverdora novela del escritor Philippe Claudel

LA NIETA DEL SEÑOR LINH

Se trata de una breve y conmovedora novela escrita por Philippe Claudel, a quien suponemos pariente de Paul Claudel, el famoso poeta francés de la primera mitad del siglo veinte. Sin embargo, en la información que aparece en internet se aprecia un marcado interés por no ofrecer al lector mayores datos biográficos, lo cual, suponemos, se debe a que nuestro autor quiere brillar por sí mismo y no ser comparado con su famoso pariente, si es que lo es.

La novela inicia cuando el anciano señor Linh, que sostiene amorosamente en sus brazos a su nieta Sang Diu, que significa Aroma dulce, viaja en un barco que lo aleja de su país para llevarlo a una tierra desconocida. El viaje dura muchos días y   durante todo este tiempo el señor Linh permanece en cubierta mirando ansiosamente en la dirección del país que acaba de abandonar. Además, sostiene a la niña en sus brazos y la cuida con devoción. Cuando come, mastica un poco de arroz que luego le introduce a la niña  en la boca y que se le escurre por las comisuras. Algunas veces le canta una canción y “la niña abre los ojos”. Cuando el señor Linh la mira, lo que ve son “paisajes, mañanas luminosas, el lento y apacible paso de los búfalos por los arrozales, las alargadas sombras de los enormes banianos a la entrada de la aldea, la bruma azulada que desciende de las colinas al atardecer, como un chal deslizándose lentamente por unos hombros… “

Después de seis largas semanas, el viaje llega a su fin. El señor Linh desembarca y lo primero que nota es que ha llegado a un país “sin olor”. Es conducido a un refugio donde hay muchas otras personas que lo ven llegar, abrazando a su nieta, y se ríen de él. Pero al señor Linh no le importa. Además, no entiende la lengua que hablan.

Transcurren varios días en que el señor Lihn, siempre abrazando a su nieta y protegiéndola de los curiosos que quieren jugar con ella,  no sale del dormitorio. Al fin, un día se escapa y camina varias cuadras, pero no demasiado lejos para no perderse. Cansado, se sienta en el banco de un parque. De pronto, llega un extraño y se sienta e intenta entablar conversación con el extranjero pero es imposible porque ninguno conoce la lengua del otro. El señor Lihn le presenta a su nieta y le informa que se llama Sang diu. Luego, para saludar cortésmente, pronuncia “Tao-lai”, que en su  país es la forma correcta de hacerlo y que el extraño, que se presenta como el señor Bark, interpreta como su nombre. Después de un rato, el anciano y su nieta se despiden y regresan al dormitorio.

La amistad entre los dos hombres aumenta con los días, aunque siguen sin entenderse verbalmente. Pero hay circunstancias que los unen: los dos están solos, se sienten perdidos en esa ciudad porque sus vidas han sufrido un cambio radical. Como Bark es un fumador empedernido, el señor Lihn se anima a pedirle a la enfermera que le entregue la dosis de cigarrillos a que tiene derecho cada día. Así sucede pero, en realidad, el anciano se los obsequia al señor Bark.

Un buen día el señor Lihn y su nieta son trasladados a otro hospital lejos del primer refugio y él no puede despedirse del señor Bark. Desesperado, se sienta en el banco del jardín, “acuna a su nietecita, le habla, le murmura al oído palabras cariñosas y contempla el mar que agita sus olas y sus corrientes a los lejos,  sus pies”. Las enfermeras y los otros pacientes lo observan y se ríen.

Desesperado por haber perdido a su amigo sin haberse despedido, un buen día, después de reconocer el terreno, sale del hospital y empieza a caminar en la dirección del parque donde se encontraba con el señor Bark. Siempre se asegura de que su nieta esté bien protegida para que no se le vaya a caer en el camino.  Poco a poco reconoce algunos edificios y hacia allá se dirige con la intención de  llegar al parque donde se encontraba con Bark. Por supuesto, sujeta a la niña con firmeza.

Tras varios tropiezos en su caminata a ciegas,  finalmente ve el parque y a su amigo Bark sentado en la banca. Corre desesperado sin tener en cuenta que debe cruzar la calle y que hay coches que circulan en ambos sentidos. De pronto, ya no ve nada pero no suelta a Sang Diu.

En escasas 126 páginas, Philippe Claudel nos narra una historia sobre el exilio, el dolor que significa haber dejado atrás todo lo conocido y amado, lo difícil que es llegar a un país extraño desconociendo el idioma y la amistad entrañable que surge entre dos hombres que no conocen la lengua del otro y, sin embargo, se entienden porque sus circunstancias son similares.

Por las descripciones y algunos nombres, suponemos que el señor Lihn viene del oriente, quizá de Birmania u otro país. O tal vez, como llega a Francia, quizá se trate de un extranjero procedente de  Indochina, en los tiempos en que este país ocupaba este  territorio en el sudeste asiático. Es también una historia de amor, no sólo a la nieta Sang diu, sino a la tierra perdida, así como al nuevo amigo que le da la bienvenida a su nuevo país.

El amor por la nieta a la que protege, alimenta y cuida como a su tesoro más precioso, cantándole hermosas canciones de la tierra que ha quedado atrás, es también  muy conmovedor.


El inesperado final deja al lector con lágrimas en los ojos y conmovido por esta historia de amor. 


Olga Arias, excelente poeta y un poco olvidada.

DURANGO, CIUDAD PALOMA, SEGÚN LA POETA OLGA ARIAS

Es el rostro de Durango al amanecer
Algo tan especial y puro
Que yo le llamo ciudad paloma,
Porque su blancura dulcemente iluminada.
Me hace recordar esas aves de pico  rosa
Y genio apacible, que tranquilamente
Se posan en las torres catedrales.

Ciudad paloma,
Donde las horas llegan
Y se abisman y se alejan, tan lentamente,
Como una caricia enamorada,
Y donde el cielo logra
El azul intenso de los sueños ilusionados
Con que los poetas adolescentes miran a sus novias.

Éstos son los primeros versos de los Cuatro preludios para una ciudad, (amanecer, mediodía, atardecer y la noche) escritos por la poeta Olga Arias que siempre es recordada porque bautizó a Durango como “Ciudad Paloma”. Creo que ahora ella se sentiría decepcionada porque la ciudad a la que se refiere, en los años cincuenta, era como ella la describe: tenía pocos habitantes, no había coches, la gente caminaba a cualquier lado, era muy limpia y la contaminación era inexistente. Además, el Cerro de Mercado lucía orgulloso su crestón. Muchas hermosas casonas eran admiradas en varias calles. El recoleto Jardín Victoria todavía no había sido transformado en la plaza de cemento que hoy se llama Plaza IV Centenario. Todo ha cambiado con el tiempo y, supuestamente, con el progreso. Lo que sí se conserva hermoso  en plenitud es el azul de cielo que, al atardecer, se tiñe de lila y rosa brindándonos un hermoso paisaje. También la luna, cuando está llena, brilla intensamente e ilumina el firmamento.

Olga Arias, nació en Toluca, Estado de México, en 1924 y falleció en Durango en 1994. Llegó a esta ciudad en 1939  porque su padre, quien era general del ejército, fue destinado a esta localidad. Permaneció aquí cuando su padre y toda su familia se trasladaron a Mazatlán.   Muy joven, contrajo matrimonio con Enrique Weber con quien procreó cuatro hijos. En otras palabras, adoptó a  Durango, decidió permanecer aquí y nunca se arrepintió de la decisión que había tomado. Disfrutaba tanto de la vida en esta ciudad, que en una entrevista que le hice me declaró enfática: “Durango es mío”.

Mientras gozó de buena salud, su rutina diaria incluía, cuando la ciudad apenas empezaba su actividad diaria,  una caminata hasta el expendio donde vendían todos los periódicos locales y de la Ciudad de México. Los llevaba a su casa y dedicaba varias horas a su lectura. Después, salía nuevamente y se dirigía a la cafetería “La Única”, en la calle de Constitución, frente a la Plaza de Armas, entraba con la frente en alto y tomaba asiento en una mesa ocupada por muchos hombres que hablaban sobre literatura, principalmente la poesía.  Sin saberlo ni proponérselo, abrió con su conducta la posibilidad de que muchas mujeres después de ella se atrevieran a entrar a las cafeterías solas o a compartir mesa con sus compañeros.

Su poesía no es bien comprendida por muchas personas porque se aleja por completo, como dice Evodio Escalante, en su estudio preliminar al libro Del inexpresable sentimiento -que recoge parte de la poesía de Olga Arias-  publicado por el Instituto de Cultura del Estado de Durango para celebrar el 450 aniversario de la fundación de la ciudad, “sus textos se apartan de modo radical de la literatura ambiente que fomentaban en ese entonces los concursos de poesía cuyo galardón consistía en la famosa flor natural “.

Mantuvo una relación muy cercana con las autoridades locales, por lo que fue muy protegida y admirada por  ellos; sin embargo, no gozó del reconocimiento nacional. “Darse a conocer desde provincia –me dijo una vez- es casi imposible”. Pero eso no fue impedimento para que enviara sus poemas, por correo,  a España, Argentina, Italia y otros lugares donde obtuvo algunos galardones.

A excepción de los “Cuatro preludios para una ciudad”, su poesía no goza de gran difusión, principalmente entre las mujeres conservadoras que no disfrutan de sus versos y muchas veces no los entienden. Tiene, sin embargo, algunos textos breves que me parecen  muy bellos. Como ejemplo, este testimonio:

Estoy en mí y de mí voy hacia el universo,
Porque yo soy y el cosmos está en cada una
De mis células.

Tuve oportunidad de conocerla y de conversar con ella a mi regreso a Durango. Cuando yo era una adolescente, sólo la admiraba por su conducta tan diferente a la de otras señoras. Una vez que concluí mis estudios universitarios y me enfrenté a un mundo distinto, me fue posible comprenderla. Más allá del valor de su poesía, su desafío de las formas tradicionales de conducta para las mujeres en esta ciudad nos abrió nuevos caminos para nuestra vida, así como para la poesía.

En el Parque Guadiana hay una fuente que lleva su nombre y muy cerca de mi casa una estancia infantil también ha sido bautizada así.   





domingo, 22 de enero de 2017

Naranja dulce, limón partido, una metáfora de la vida.


Amigos lectores, éstas son mis memorias o relatos autobiográficos porque el libro no tiene la estructura exigida por una autobiografía. Sin embargo, creo que son muy interesantes. Se presentó en agosto de 2016 en el Cabildo y, después, en un conversatorio en el lobby del Hotel Casablanca. Ya andan circulando por el país y un poco por los Estados Unidos porque se los he enviado a unas amigas, pero no se pueden conseguir en una librería.  Lo escribo porque me gusta pensar que ustedes, mis amigos lectores de otros países, estén enterados de lo que voy escribiendo. 

Mi nuevo libro de cocina Aromas de Durango que ya se presentó en la Feria del Libro de Guadalajara.


Es la nueva versión de mis anteriores libros de cocina, esta vez publicado por el CONACULTA y presentado en la Ciudad de México el 15 de octubre del año pasado. Ahora se presenta el martes 24 de enero, a las 6:30 p.m., en el Hotel Casablanca. Para mí, cuando escribí mis libros, las historias eran más importantes, y así lo decidió el CONACULTA.  La fotografía de portada fue tomada en la Cremería Wallander, de la calle de Independencia, por el fotógrafo durangueño Octavio Zaldívar.  


Un poco de historia sobre los menonitas en Dgo.

LOS MENONITAS EN DURANGO

Yo conocí a los menonitas cuando era niña. Venían a consulta con mi tío Alfonso Pérez Gavilán que tenía su consultorio en la casa donde vivía mi abuela, una espaciosa casa sobre la calle de Zaragoza. Me llamaban la atención porque ellas siempre vestían un vestido negro  floreado y la cabeza cubierta con un chal o pañoleta. Ellos vestían un pantalón de mezclilla, con pechera, una sencilla camisa y un sombrero de paja. Ignoro cómo se entendían porque mi tío no hablaba alemán, pero sí inglés. Además, como era un hombre tranquilo y preocupado por sus pacientes, es seguro que se esforzaba por entender lo que ellos le dijeran. Lo demás se lo decía el examen médico. La mujer llevaba siempre una canasta con una blanca servilleta que cubría su contenido. A veces pienso que era su manera de pagar los honorarios.

Muchos años después, durante un corto período en que trabajé para la Embajada de Canadá, me encontré a los menonitas de nuevo, pero esta vez en papel. Muchos habían venido a Durango desde Canadá y querían conservar la nacionalidad canadiense, aun cuando ya iban en la tercera generación.  Mi trabajo consistía en revisar todos los documentos que se recibían diariamente y que incluían desde el acta de nacimiento del abuelo para comprobar que la solicitud de querer registrar al nieto como ciudadano canadiense era justificada.  Pero nunca estudié ni reflexioné más sobre ellos hasta que volví a Durango y conocí a Liliana Salomón Meraz, autora del libro Historia de los menonitas radicados en Durango (2ª. Ed, 2009).

La historia de la llegada de los menonitas a México es larga, pero nos concentraremos en lo que se refiere a su establecimiento en Durango. La autora nos informa que “En junio de 1924, 347 menonitas que integraban cuarenta familias llegaron a Durango”. Luego, continúa: “da una idea de su llegada el dato de que sólo un tren con veintisiete carros de carga, cuatro coches de pasajeros y dos carros de equipajes” viajaron durante diez o doce días desde Saskatchewan, Canadá, atravesando todo el territorio de los Estados Unidos y el norte de México hasta llegar a la estación de Alisos, a cinco minutos de Patos (hoy Nuevo Ideal) donde se establecieron. Señalaremos de paso que esa región llevaba el nombre de Patos por la cantidad de aves migratorias que llegaban a las lagunas de esa región.

Ya radicados en Durango, los menonitas se dedicaron a trabajar duro (y lo siguen haciendo) en la tierra que habían adquirido en esa región del noroeste del estado. Era una región donde no había mucha agua y el frío invernal es intenso, pero los menonitas la han convertido en un vergel. Tan es así que hay muchos turistas  han viajado especialmente a Durango para conocer esa zona. Se les conoce  generalmente como las Colonias Menonitas. Tienen una tienda donde expenden sus productos y con facilidad y sencillez muestran a los visitantes sus instrumentos de trabajo y sus instalaciones. A pesar de que se niegan  a que sus hijos asistan a la escuela normal, han aprendido el español y lo hablan muy bien. Son familias muy numerosas con siete o diez hijos y las mujeres se sienten mal  si  no logran tener muchos hijos.  Son especialistas en la fabricación de queso que se vende en muchas tiendas de Durango; además, ofrecen también a los visitantes hamburguesas con una gruesa rodaja de carne (yo sólo puedo comerme la mitad), pan y galletas.

Su arduo y continuado trabajo ha hecho de la región de Nuevo Ideal un sitio interesante. Distan aproximadamente dos horas y media en coche desde la capital del estado, pero kilómetros antes de llegar ya se empieza a distinguir el verdor de sus campos. Además, han hecho de Nuevo Ideal una región próspera que cuenta con una excelente institución  financiera, además de restaurantes que pueden atraer a los visitantes.


Cuando en la Ciudad de México o en otras regiones se habla de los menonitas, siempre se refieren a los establecidos en la región de Cuauhtémoc, Chihuahua, y olvidan a los que viven en Durango. Tal sucede, por ejemplo, en el filme Luz silenciosa, del director mexicano Carlos Raygadas que fue galardonada con el Ariel, además de un premio en el Festival de cine de Rotterdam en 2005 y otro premio, en Lima, Perú, en el mismo año. No la he visto, pero sé que es muy larga y que la fotografía es espléndida porque muestra el amanecer y el atardecer, con espléndidos colores, en las amplias llanuras de Chihuahua. Sin embargo, puedo afirmar que los colores del cielo en Durango tanto al inicio del día como al ocaso compiten y quizá ganen a los del estado de Chihuahua. 

Bellos textos de Yolanda Natera sobre el norte del país, especialmente la región lagunera.

VIENTO AZUL

Este libro, integrado doce relatos escritos por la doctora Yolanda Natera,  especialista en homeopatía, y residente en Torreón, Coahuila, es uno de los pocos que se han ocupado de dar a conocer la naturaleza y el paisaje del norte del país. Se habla mucho de los escritores del sur o del Distrito Federal, pero es muy raro que algún crítico preste atención a los libros editados en el norte generalmente por los Institutos de Cultura. Como me comentó en una ocasión la distinguida poeta Olga Arias (nacida en Toluca en 1923 y arraigada en Durango), “darse a conocer desde provincia, casi imposible.” Yolanda Natera sí ha tenido la suerte de que sus textos hayan sido recogidos en otras publicaciones, por ejemplo, en la antología titulada Sin límites imaginarios, editada por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Los doce relatos que integran el volumen son los siguientes: Remolinos, Sorpresiva flor, La pesadilla, Un día cualquiera, Peñascos, Canto de Ave, Recuerdos de alguien, Zapato de bailarina, Dólares caros, Los pájaros, Errante,  y Ofelia en el país de las maravillas. Todos ocurren en la zona conocida como la región lagunera, aunque mucho más en Torreón, Coahuila, y sus alrededores.  Muchos tienen que ver con los problemas que debe enfrentar la mujer: el acoso sexual, la discriminación racial o el despido de un trabajo bien remunerado cuando la mujer tiene dos hijos y carece de otros ingresos o querer ser libre sin ataduras como marido o hijos.

En el texto “La pesadilla” la historia tiene que ver con lo que lamentablemente ocurre con mucha frecuencia en los pequeños poblados aislados en el campo y que con mucha facilidad son tomados por los delincuentes que se aprovechan de las tierras y de sus habitantes. El texto empieza de la siguiente manera: “Desde aquella época en que aterrizaban avionetas en el llano, mi vida se pintó de oscuro. Algunos sueños se convirtieron en pesadillas que revivían la cara con su diente dorado”. Más adelante el lector descubrirá quién tenía el diente dorado y por qué razón le provocaba tantas pesadillas a la protagonista que carece  de nombre, lo que indica que es una situación por la que atraviesan muchas mujeres.

En “Un día cualquiera” la narradora recuerda cómo fueron los inicios de Torreón y de la zona del Mercado Alianza y del Cerro de la Cruz. Hace más de cincuenta años eran unas calles animadas y seguras, se podía caminar por ahí sin temor alguno. Puedo decirlo porque yo, siendo una adolescente, anduve muchas veces por esa zona porque era ahí donde se encontraba la terminal de los autobuses Transportes del Norte, que iban de Durango a Torreón. Mi tía abuela Luz y yo tomábamos ese autobús cada dos semanas para trasladarnos a Torreón donde yo estaba siendo atendida por un ortodoncista ya que en Durango no había ninguno. Efectivamente, era el corazón de Torreón, pero todo cambió cuando los narcotraficantes se apoderaron de la ciudad y ese es precisamente uno de los temas que aborda este  relato.

Quizá uno de mis preferidos sea “Peñascos”, dedicado sobre todo a cantarle a la naturaleza. Se trata de un vaquero que nunca quiso estudiar y que desde niño, y con la aprobación de su padre, se dedicó  vivir en el campo cuidando a los animales y admirando la belleza de este suelo semidesértico, con muy escasa vegetación, pero con una gran belleza. Veamos el siguiente párrafo:

En la oscuridad, apareció una lengüeta azul y roja cerca de la vereda, Jinete y caballo nos sobresaltamos. Lengüeta de lumbre. Fue que brotaba de la tierra, fuego fatuo. Decíase que el fuego fatuo sale de la tierra donde hay huesos o metales enterrados.” {…} Más adelante, al mirar al cielo, iba cayendo un aerolito, como una canica de lumbre lanzada a la tierra. Había mucho que mirar en esa tierra de sol hiriente y luna fría. Así es la región, ahí por Ceballos. Después le llamaron Zona del Silencio, porque se dejaban de oír los radios. Entonces nosotros ni radio teníamos”.

En los textos “Zapato de bailarina”, “Dólares caros”, “Los pájaros”, “Errante” y “Ofelia en el país de las maravillas”, la autora aborda los temas relacionados especialmente con la mujer. Por ejemplo, la que pretende ser americana porque es rubia cuando vive en California y luego es descubierta, la mujer sometida por su madre que no le permite vivir feliz su vida de casada, la que es despedida y aun teniendo un título universitario no puede conseguir trabajo así que recurre a la actividad tradicional de la mujer: la cocina, o la mujer libre a quien no le importa ser madre y regala a su hijo recién nacido. Todos ellos se ocupan de situaciones que la mujer contemporánea tiene que afrontar.

Como ya lo hemos señalado, destaca también en el texto la minuciosa descripción de la naturaleza, del vibrante sol de esa región, de la forma en que la vida ha ido cambiando. Además, intercala en distintos relatos localismos propios de esa zona: por ejemplo. Aterrada (con el sentido de llena de tierra por las tormentas de tierra propias de esa región), engarruñada, maniada (torpe) y enlentecen (vuelven lento).

                                                  


domingo, 15 de enero de 2017

Excelente adaptación de la novela de Vargas Llosa

LA FIESTA DEL CHIVO

Tal es el nombre correcto de esta magnífica novela de Mario Vargas Llosa que se  publicó en el año 2000. Ahora, en el Canal 12 (televisión abierta) de Durango se transmite de lunes a viernes una serie titulada El Chivo que seguramente ya pasó por los canales de paga. Advierten que se trata de una adaptación libre –yo diría que muy libre- de la novela mencionada. El título es el apodo con el cual la gente se refería al dictador Rafael Leonidas Trujillo, cuya dictadura en la República Dominicana duró, según unos historiadores,  cuarenta y tres años y, según otros, treinta y uno. Durante esos largos años se piensa que murieron 50,000 personas víctimas de la tortura por oponerse a la dictadura y participar en la organización de atentados que fracasaron continuamente, ya sea porque cambiaba la ruta por donde pasaría el automóvil de Trujillo, o porque alguien delataba el plan. En la serie, el actor mexicano Julio Bracho encarna a Trujillo y cumple bien con su cometido.

La novela de Vargas Llosa empieza de un modo diferente. Urania Cabral, una dominicana exiliada en Nueva York, regresa a su país en 1961 después de veinte años de ausencia y cuando dejó de ser una dictadura. Se aloja en un hotel. Todavía viven su padre y unas amigas, pero ella prefiere caminar por el centro y no saludar a nadie. Después se aleja más de ese rumbo, hasta que va a dar a la casa de sus amigas. Ellas le preguntan por qué no ha querido saludar a su papá y entonces la novela vuelve al pasado.

Para humillar a sus generales, particularmente a quienes lo habían decepcionado,  Trujillo tenía la costumbre tener relaciones sexuales con las esposas de estos generales obligándolas a ello porque de otro modo mataría a sus hijos o a su marido. Además, después de lo sucedido, Trujillo le decía en voz alta al general ofendido, rodeado de otros generales, que había sido una experiencia maravillosa hacer el amor con su esposa. Sin que se afirme en la novela, la madre de Urania había fallecido rápidamente cuando ella todavía era  una niña y todo hace suponer que se debió a la humillación a la que la sometió Trujillo con el consentimiento de su marido que no la defendió.  

Un buen día, Trujillo decide experimentar con adolescentes de un colegio de monjas entre las cuales se encuentra Urania. El padre se opone e insiste con Trujillo para que desista, pero éste lo amenaza y, entonces, cede. Envía a Urania a la residencia de que disponía Trujillo para sus aventuras amorosas diciéndole que va a haber una fiesta. Una vez en el lugar, Trujillo no puede consumar el acto sexual y esto beneficia a Urania que escapa y se refugia en el colegio de monjas. Éstas la protegen, le consiguen un pasaporte y la envían a los Estados Unidos. Es precisamente este hecho lo que aleja  a Urania de su padre y de su país y es la causa por la cual no quiere verlo.  Finalmente, lo visita.

Ésta es la historia  que sirve como eje a la narración, pero también hay varios capítulos dedicados a describir  cómo se planeaban  los atentados y como fallaban.  Finalmente, sí logran herir a Trujillo, pero en ese momento los Estados Unidos de América intervienen y el dictador tiene que dejar la isla. No sé dice donde murió y dónde está enterrado, pero habría que leer una biografía de Trujillo para tener esa información.

En la serie se ha dado bastante espacio a las escenas de tortura dirigidas por Johnny Abes García, un hombre sádico que había participado en Alemania en la tortura a los judíos y que existió en realidad. Lo ayudaba en estos oficios el general Agustín Cerebrito Cabral y otros oficiales que no estaban de acuerdo pero que no tenían otra opción.

Las actrices son muy bellas, pero no quedan claros los nombres. La canción de entrada es muy buena y ad hoc para las escenas. Dice asi: “Anda con cuidado, porque la fiesta del chivo ha empezado”. Y ya hemos presenciado la humillación a la que sometía a mujeres y hombres por igual.

Hay algunas escenas que no tienen nada que ver con la novela; por ejemplo, cuando Trujillo llama a Batista, el dictador de Cuba,  y le advierte del peligro que representa Fidel Castro y su grupo tanto para la propia Cuba como para la República Dominicana.


La novela, como ya dije, es formidable, si bien algunos capítulos le erizan la piel al lector al enterarse de las torturas y del sigilo con que vivieron tantos dominicanos durante tantos años.  Supongo que la serie terminará con la caída de Trujillo quien, por cierto, profesaba un amor ciego a su madre, pero antes veremos muchas escenas de tortura y de planes para los atentados, así como el precio que algunos pagaron al ser descubiertos.   


Recordando las posadas sin los "antros" ni las compras desesperadas.

LAS POSADAS EN LOS AÑOS CINCUENTA

Amigos lectores, quiero recordar hoy cómo se celebraban las posadas en Durango en esos años, aunque debo decirles que en la Ciudad de México lo hacían de la misma forma, es decir, con un rezo antes de pedir la posada, que es un canto compuesto de varias estrofas. Las posadas son originales de México, según nos informa el sacerdote José de Jesús Aguilar, que actualmente tiene una participación destacada en los programas de Televisión Azteca. Se celebran del 16 al 24 de diciembre.  Fueron una creación de los españoles para evangelizar a los indígenas que gustaban mucho del teatro y de la danza. Las primeras se celebraron en el convento agustino de Acolman, situado a un poco más de 41 kilómetros de la Ciudad de México. Antes, esa distancia se recorría en unos 45 minutos, pero hoy en día se requiere de dos horas.  

Los participantes hacen un recorrido por varias casas en donde piden posada y se les niega hasta llegar a la última donde José y María son admitidos. Antes de iniciar el recorrido se acostumbraba rezar el rosario y, si no, por lo menos uno o dos misterios. Después llega el momento de quebrar las piñatas que, según opina el sacerdote anteriormente citado, fueron un invento de China, pero tomaron carta de naturalización en México. Normalmente se trata de una olla de barro rellena de dulces, naranjas, mandarinas, cacahuates y tejocotes. La olla está recubierta de papel de china o de otro tipo y puede tomar la forma de un conejo, una mariposa o una zanahoria (en realidad la forma depende del gusto y de la imaginación de quién la hace). La más común es una estrella de siete picos, que representan los siete pecados capitales que se vencen al quebrar la piñata. 
  
A medida que los asistentes van caminando de casa en casa (como lo acostumbramos en el fraccionamiento donde vivo) se entona una melodía con los siguientes versos:

Ya van caminando
Los esposos santos.
Vamos, vamos todos,
Siguiendo sus pasos.

Después de varias paradas solicitando albergue donde son rechazados, llegan a una posada donde son aceptados:

Eres tú José
Tu esposa es María
Sigan adelante
No los conocía.

Al abrir las puertas, todos los participantes cantan:

Entren santos peregrinos
Reciban este rincón
Que aunque es pobre mi morada
Os la doy de corazón.

En ese momento, todos los presentes se encaminan al patio donde se procede a quebrar la piñata. Luego, se reparten  los aguinaldos y se sirve la  merienda que consiste en tamales y champurrado (un atole hecho con chocolate).Se caracterizaban por su atmósfera un tanto religiosa y otro tanto inocente.

Cuando estuve en la Ciudad de San Antonio, Texas, colaborando con una escuela de la UNAM para la enseñanza del español a extranjeros, entre las diversas ceremonias que organizamos para familiarizar a los alumnos con las costumbres mexicanas, tuvimos una posada. No se podía usar una olla de barro porque si algún pedazo hería a alguna persona, la escuela recibiría una multa. Por lo tanto, se utilizó un globo gigante bien forrado con papel periódico y luego con el papel de china para darle la forma de la estrella. Fue difícil quebrarla, pero el estudiante que lo logró le pegó con tal fuerza que el palo se rompió y un pedazo golpeó a otro estudiante afortunadamente sin daño alguno.
En aquellos días yo organicé una posada en la casa y se me ocurrió hacer con un dado con cartoncillo y poner la piñata dentro. El resultado fue que por más golpes que le daban, el cartón resistía. Fue necesario quebrarla fuera del dado para disfrutar de su contenido. Fue una experiencia distinta y aprendí que si las cosas son como son, hay una razón para ello.

Hoy, las posadas se han convertido en una fiesta con baile y bebidas y, por lo general, en los sitios que los jóvenes hoy llaman “antros” (en realidad es un salón de fiestas común y corriente), pero el idioma va cambiando. Nadie reza ni se ocupan de recordar la jornada de José y María desde Nazareth hasta Belén para cumplir con el mandato del César y empadronarse.


Algo que sí me molesta mucho es que ahora el personaje que domina es Santa Claus y aparece en las tiendas y aparadores desde principios de octubre. Claro, todo esto tiene una explicación comercial y se debe a nuestra vecindad con los Estados Unidos, pero las antiguas celebraciones anticipando la Navidad tenían un cierto sabor sagrado y no se necesitaba gastar mucho dinero para organizarlas.  




Novela de Umberto Eco que enseña mucho sobre la Edad Media.

LA ISLA DEL DÍA DE ANTES

Esta novela de Umberto Eco que compré en 1997, con descuento,  y que me había esperado sin chistar en el librero, al fin salió de su lugar y me puse a leerla. Cualquier lectura de Eco es un reto: requiere, en primer lugar, de un lector informado,  de paciencia, atención, un poco de conocimiento de lenguas extranjeras y búsqueda de los datos que pueden ayudar a comprenderla. Al concluirla, el lector se dará  cuenta de que valió la pena el esfuerzo.

Los hechos suceden en el siglo XVII, específicamente en el verano de 1643, cuando un náufrago en el Océano Pacífico, Roberto de la Grive (de origen francés) asido a una tabla y que no sabemos cuánto tiempo ha estado así, divisa un barco –después sabremos que se llama Daphne- al que logra subir mediante una cuerda que colgaba de la nave. Recorre una gran parte del barco y se da cuenta de que no hay nadie, pero tampoco señales de que haya habido una plaga o una enfermedad mortal. Cuando se ha repuesto un poco del gran esfuerzo realizado, empieza a recorrer cautelosamente la nave y a los únicos seres vivos que encuentra son muchas aves multicolores en sus jaulas y que jamás había visto en Europa.

Por su parte, Roberto de la Grive hacía embarcado en una nave llamada Amarilis, que había zarpado de Amsterdam, como también lo había hecho el Daphne, pero el primero había naufragado y Roberto era  el único superviviente. Encuentra agua para beber y se alimenta con los huevos que ponen las gallinas enjauladas mientras vaga temeroso por el barco. Todas las aves parecen bien alimentadas y tienen agua para beber, lo que le hace suponer que debe haber alguien más en la nave.  Muchas páginas más adelante sabremos por el padre Caspar, un jesuita cadavérico que encuentra en el fondo del barco y que había logrado sobrevivir, que el objeto de la expedición tanto del Amarilis como del Daphne era encontrar el punto fijo, el cual, según encontré en el internet, era precisamente el lugar donde se dividía la tierra en dos partes, el oriente y el occidente, porque según la filosofía de ese entonces la tierra estaba formada por materiales acuosos que se unían precisamente en el punto fijo. Veamos lo que escribe Eco:

Porque aquí está el meridiano ciento y ochenta, que es exactamente el que la tierra en dos separa, y por la otra parte está el primer meridiano: tú cuentas uno, dos, tres, por trescientos y sesenta grados de meridiano, y si eres a ciento y ochenta, aquí es media noche, y en aquel primer meridiano es medio día. ¿Verstanden? ¿Tú adivinas agora por qué las Islas Salomón han sido así llamadas? Salomón dixit corta niño en dos, Salomón dixit corta Tierra en dos.”

Además de todos estos alegatos y discusiones sobre los meridianos, porque no hay ningún problema con la latitud, en las largas horas que Roberto pasa solo, echado sobre un camastro, escribe en unos papeles que  encuentra una larga carta a su amada Lilia, a la que llama Señora, aunque sabe que nunca llegarán a sus manos. En estas cartas rememora su participación en la guerra de los treinta años (otro problema que le plantea Eco al lector quien si quiere entender bien la historia necesita informarse sobre la guerra). Esta contienda tuvo lugar entre 1618 y 1648 entre Francia y España. Italia todavía no existía como tal.

Uno de los problemas entre ambos países era la libertad religiosa y, el otro, que Francia deseaba establecer su predominio en la Europa central y restablecer el equilibrio que se había roto a raíz de las victorias de Carlos V de Habsburgo, rey de Austria y de España y que defendía el catolicismo con mucha energía. Por ello, había entrado en conflictos que, a la postre, resultaron inútiles.  Carlos V no ganó todas las batallas, como presumía, pero sí se bordaron unos inmensos tapices que proclamaban sus victorias –lo que no era cierto- que se exhibieron hace ya muchos años en el Museo de San Ildefonso (antigua Escuela Preparatoria en la Ciudad de México) y que tuve oportunidad de admirar.
Un siglo después de los hechos narrados en esta novela, el problema del punto fijo quedó resuelto con la invención del cronómetro marino de Harrison, y según dice Eco, los papeles que había escrito Roberto con tanto cuidado fueron a dar a las manos de algún librero de papeles antiguos donde, supuestamente, los encuentra Eco y le sirven para escribir esta novela.

Sabemos que el padre Caspar fallece y Roberto muere también  después de prenderle fuego  al Daphne y lanzarse al mar con la ilusión de llegar a la isla, lo que no sucede.   Sin embargo, antes de hacerlo abre todas las jaulas y obliga a las aves al levantar el vuelo. Ya en las aguas y antes de morir, alcanza a ver a la Paloma Naranjada que sale de su jaula y levanta el vuelo.


Vocabulario: verstanden = entendido 



Otra llamada del destino: mi tarea de 1955 salió de entre las hojas de un libro de latín.

CLASES DE LATÍN

Al abrir un viejo libro de latín en el que estudié esa lengua cuando cursé el Bachillerato de Filosofía y Derecho en el entonces Instituto Juárez (hoy Universidad Juárez del Estado de Durango) cayó al suelo esta vieja hoja de cuaderno, fechada en 1955, en la que había escrito una tarea de traducción de oraciones del latín al español y que, por alguna razón, se quedó guardada en ese pequeño volumen. Inmediatamente acudieron a mi mente muchos recuerdos de esos días y de esa experiencia.

El profesor era el Lic. Anselmo Torres, un excelente maestro, que se distinguió entre muchos otros de esos años, por su puntualidad, su dominio de la lengua (algo de lo que carecía el profesor de griego que me enseñó en clases particulares la clase de Etimologías que aprobé en examen de suficiencia porque en el Colegio Sor Juana Inés de la Cruz no nos la impartieron) y por ser un maestro paciente y entregado a sus alumnos. Ahora, me he enterado que estuvo en el Seminario y de ahí su buen conocimiento de la lengua.

Al tener esa amarillenta hoja en las manos recordé mi experiencia como profesora de Etimologías en el Colegio Americano en la Ciudad de México. Como se trataba de una materia difícil y que todos consideraban inútil, tuve que inventar algunos juegos para que los alumnos cumplieran con lo establecido en el curso. Inicié proyectando dos videos, uno sobre la antigua Atenas y la no menos antigua Roma, para situarlos en el mundo donde se habían hablado esas lenguas aunque era muy posible que los alumnos hubieran visitado ambas ciudades porque los recursos de sus padres les permitían viajar por el mundo en las vacaciones de verano.

Me asesoré con el Dr. Tarsicio Herrera Zapién, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, en la Universidad Nacional Autónoma de México, quien era muy hábil para hacer su materia interesante y que mi maestro de latín.  Me fue tan bien en esa clase que el profesor trató de convencerme después de que me cambiara de Letras Hispánicas a Letras Clásicas, pero la idea no me sedujo porque pensé que mi vida se reduciría a traducir a los autores de la antigüedad.

Les pedí también a los alumnos que hicieran un cartel con las ideas que les sugerían las palabras y los hechos que comentábamos. Me llevé una gran sorpresa porque hubo algunos muy originales y excelentes que nos sirvieron para decorar los muros del salón.

Recuerdo hoy una conversación curiosa entre los alumnos que escuché detrás de la puerta entreabierta porque había salido a traer una taza de café. Algunos protestaban por palabras como piscicultura, noctámbulo, omnívoro, horticultura, ímprobo, cunicultura  y otras que hoy no recuerdo con el argumento: “nadie las usa”. Claro, entre muchachos de quince y dieciséis años no son comunes. Pero una de las chicas repuso: “Las usa la Miss y mejor apréndetelas para que no repruebes”. Con una sonrisa, abrí la puerta y entré. 

Mis escasos conocimientos de latín me han sido muy útiles no sólo para leer a autores como Umberto Eco sino para conocer el significado de palabras desconocidas por medio de sus raíces. Además, sirve para el aprendizaje de lenguas extranjeras porque hay muchos vocablos en inglés, que no es una lengua romance, que provienen del latín, como acueducto o águila, entre muchísimas otras.


Así, este curioso encuentro con mi tarea de latín de hace 62 años me pareció un recordatorio del destino de que debía escribir sobre la misma y a dónde me había llevado esa antigua lengua. Además, recuerdo hoy también que me sentí muy orgullosa cuando un maestro me dijo que “había dignificado la clase de etimologías”.