jueves, 16 de octubre de 2014

El cordonazo de San Francisco

EL CORDONAZO DE SAN FRANCISCO

El 4 de octubre es mi cumpleaños. También, y más importante, es la fecha en que se celebra el cordonazo de San Francisco. Sin embargo, en años recientes  cuando he comentado lo del cordonazo con hombres y mujeres incluso mayores de 30 años, se sorprenden y preguntan: ¿Qué es eso? Ni para qué  hablar de los más chicos.

Crecí acostumbrada a pensar en el cordonazo que es un fenómeno atmosférico provocado porque en los días anteriores a esa fecha hay, según internet, una mayor incidencia de rayos solares sobre la superficie terrestre, por lo que se originan “nubes de desarrollo vertical” que dan paso a las lluvias. Yo lo recuerdo de una manera más sencilla: era el día en que había poco sol, llovía mucho, hacía frío y marcaba, según los mayores, el verdadero inicio del otoño. Desde hace muchos años todo eso se ha modificado.

Las leyendas que aparecen en internet, el cual, a su vez, las recopiló de periódicos sudamericanos porque este fenómeno ocurre en México, Panamá, Colombia, parte de Brasil y de África, son muy divertidas.  Una relata  que San Francisco quiere jugar con las nubes y que, para que no lo mojen, las golpea con el cordón provocando la lluvia. Otra afirma que San Francisco es el administrador del agua, pero el 4 de octubre, cansado de estar mojado, se quita el cordón y sacude su sotana hasta que cae la última gota sobre la tierra. Otra más, menos amable porque tenemos la imagen del santo bueno y humilde, dice que San Francisco se quita el cordón para castigar a los humanos que se han portado mal. Me resulta difícil aceptarla porque “El varón que tiene corazón de lis,/ alma de querube, lengua celestial,/el mínimo y dulce Francisco de Asís”, como escribió el gran poeta nicaragüense Rubén Darío, que se compadece del lobo, también se compadecería de los humanos, de manera que, efectivamente, se trata de un fenómeno atmosférico.

Parece que el 4 de octubre también marca [P1] la partida de las aves que emigran en busca de climas más cálidos, al mismo tiempo que empiezan a llegar las que vienen del norte. Se dice también que los pescadores temen hacerse a la mar en esa fecha porque el mar se encoleriza y las olas se tornan altas y peligrosas.

Estas historias del pasado que nos hacen sonreír tienen su explicación. La gente se guiaba por los cambios del clima y encontraban explicaciones religiosas para los mismos. No contaban con un servicio meteorológico que los orientara respecto de las alteraciones de la naturaleza y, además, sus apreciaciones eran siempre ciertas.

¿Habrá sido la tormenta que se abatió sobre la Ciudad de México el domingo 5 de octubre provocando grandes desastres  un cordonazo retrasado? Bien puede ser. Se dice que el 2 de octubre de 1996 llovió en Caracas de las 11:00 a.m. a las 8:00 p.m. sin parar. Ese día sí que San Francisco se dio vuelo con su cordón.    



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Observaciones lingüisticas sobre el español de Durango

REFLEXIONES SOBRE EL ESPAÑOL POPULAR DE DURANGO


Hace algún tiempo, cuando impartí un curso de Lingüística Superior a unos alumnos normalistas les pedí, como ejercicio para que se fijaran en cómo habla la gente en nuestra ciudad, que trajeran una lista con las expresiones que oyeran en la calle y luego elaboraran un ensayo con ese material. La cantidad de expresiones que observaron fueron muchas, pero hoy me referiré sólo a unas cuantas. Antes, hagamos unas observaciones sobre lo que significa dialecto en la lingüística contemporánea.

Para empezar, las lenguas indígenas hace mucho que dejaron de considerarse dialectos: son lenguas porque cumplen con todos los requisitos para serlo.  Antiguamente, y todavía en la actualidad, muchas personas siguen refiriéndose al náhuatl, al tepehuán, al guaraní (de Paraguay) o al quechua (de los incas, en Perú), como dialectos, cuando son lenguas. Después de la conquista los españoles nombraron todo aquello que no conocían con palabras que les eran conocidas, de ahí que utilizaran dialecto. Por ello, todavía ese término es popular.

 Ahora bien, el español tiene diferentes variantes. No  es lo mismo el español de Buenos Aires, que el de Madrid, que el de la Ciudad de México o que el de Durango. Además de la entonación, el uso del vocabulario es diferente. Entonces se habla del dialecto de Durango. Pero, además, existe la norma culta que convive con el español popular.  Veamos algunos ejemplos.  

Aterrar – llenarse de tierra. Después del caserón, la casa quedó aterrada.
Envarar – tener el estómago duro. Doctor, me siento envarada.
Vueltear – ir y venir a un lugar varias veces. Me pasé la mañana vuelteando.
Rundar – no funcionar un  carro o una máquina.  El carro no rundó.
Desponchadora – vulcanizadora. Aquí, a la vuelta, hay una desponchadora.
Yunque – lugar donde se venden piezas usadas de coches o máquinas. Ve al yunque, ahí lo consigues.
Jale – trabajo  Estuvo duro el jale con la mudanza.  
Injusta- enferma. Mi amiga está injusta.
Ojos borrados – azules o verdes  Ése tiene los ojos borrados.
Nueva – mujer todavía atractiva.  Aquella me gusta. Todavía está nueva.

Hay otras que son más conocidas; por ejemplo, tomate, en lugar de jitomate, usual en el centro del país. Tomatillo, por el tomate verde.  Repollo, por col. El juego del bebeleche, por el avión.  El mueble se quebró por el coche está descompuesto. Troca por camión. El marido nomás vino y le jincó un hijo; luego, se fue (muy común para los hombres que han emigrado dejando atrás a la mujer y a los hijos). Iba para Durango, pero me arrendé en Sombrerete. (me quedé)  Acérquese para oír porque habla muy al pasito. Es decir, en voz muy baja.

Renglón aparte merecen las palabras derivadas del inglés. Por ejemplo, mopear (trapear), lonche (torta), liquear (salir el agua de una llave), parqueadero por estacionamiento.  En San Antonio oí dos expresiones que nunca se me han olvidado: ¿Por qué no culean el cuarto? (¿por qué no ponen el aire acondicionado? Y la otra: vamos a serapear la mesa. Poner la mesa  (derivado el verbo de  to set up) del inglés.

Existen muchos más ejemplos de los mencionados aquí. Éstos son sólo una muestra del habla que es común escuchar cuando se camina por la calle. Con seguridad ya hay lingüistas ocupándose de estas peculiaridades del habla popular de Durango. Pero me pareció oportuno escribir este breve texto para reflexionar sobre la lengua en la que nos comunicamos.

NOMBRES COMUNES EN LA SOCIEDAD MEXICANA ACTUAL

CAMBIOS EN LA ONOMÁSTICA EN MÉXICO

Como ustedes saben, amigos lectores, la palabra onomástica deriva del griego y, en la definición de la Real Academia Española, significa la “ciencia que trata de la catalogación o estudio de los nombres propios”. Otra acepción indica que es un “conjunto de nombres propios de un lugar o un país”. También podríamos hablar de la antroponimia que es la “disciplina que registra los nombres de personas”.

Desde hace varios años he venido observando cómo los nombres propios de hombres y mujeres se han ido transformando. Los apelativos Rosa, Carmen, Teresa, Soledad, Silvia  y muchos más ahora sólo aparecen en las viejas películas mexicanas o en las actuales telenovelas para personas que, por lo general, se ocupan de los trabajos domésticos.

 En los años sesenta, cuando Jacqueline Kennedy impuso una moda en la forma de vestir y de peinarse, y que después alcanzó una gran estatura moral a la muerte de su marido (estatura que perdió al contraer matrimonio con Onasis, aunque, según algunos, lo hizo para salir de Estados Unidos junto con sus hijos para salvarlos de un posible atentado), muchas mujeres decidieron nombrar a sus hijas con su nombre. Poco después, en la década de los setenta, empezó a popularizarse el nombre de Yesica.

En 1997,  cuando la princesa Diana, admirada mundialmente por su bella sonrisa y elegante vestuario y compadecida por su desafortunado matrimonio con el príncipe Carlos, murió trágicamente en aquel accidente de automóvil en París, su nombre se convirtió en el preferido de muchas madres. Incluso, alguna quiso llamar a su hija leididi, lo que el Registro Civil no aceptó. Entonces surgió una andanada de Dianas.

En la actualidad he oído nombres como Jael y Eliud, que provienen de la Biblia, pero  adjudicados a una mujer. Otros apelativos femeninos son Mariel, Martel, Aisha, Giapsi, Emylene, Emily, Corin, Mariel,  Anhel, Alison y muchos más. Para los varones se han vuelto populares  Derek, Aristóteles, Giovanni,  Donovan, Jonathan, Oliver, Orestes, Cisley, Messi (el apellido del futbolista argentino, pero empleado como nombre propio), Paúl (pronunciado así, con acento) y otros formados por la combinación de los apellidos paterno y materno como ocurre con Oribe Peralta, el famoso futbolista mexicano.    En una ocasión, conocí a un niño llamado Onassis que, por supuesto, no tenía ni la más remota idea de quien había sido ese personaje. En el caso de Orestes, ¿sabrán los padres que fue el prefecto imperial de Alejandría en el lejano año de 412? ¿Cómo se sentirá alguien que lleva el nombre del gran filósofo griego Aristóteles? Yo me sentiría abrumada por la responsabilidad, pero quizá quien se llama así ignora por completo la grandeza del filósofo.

Como anécdota, recuerdo que, en Cuba, me contaron que muchas madres habían bautizado a sus hijos como Usnavy, que significa United States Navy, porque vieron muchos barcos anclados en el muelle con ese nombre y les gustó. Por otra parte, se cuenta en nuestro país que un inocente campesino insistía en bautizar  a su hijo como Prepucio, porque ignoraba no sólo su significado, sino la anatomía masculina.  

Estamos acostumbrados a escuchar apelativos  prehispánicos como Cuauhtémoc (a quien se dirigen como Cuau) o Cuitláhuac (que se convierte en Cuit). De vez en cuando tropezamos con alguien bautizado como Axayácatl o Ehécatl pero jamás Moctezuma. ¡Claro! En las mujeres siguen siendo populares Citlalli, Xóchitl, Yoloxóchitl e Itzel,  entre otros. Algunos psicólogos han opinado que este tipo de apelativos supone un obstáculo para que los así llamados puedan acceder a buenos puestos en las empresas. Sin embargo, parece que no van a la baja.

Lo que me intriga ahora es justamente la tendencia a buscar nombres poco comunes. Ya no importa el santoral de la iglesia católica porque ahora se festejan los cumpleaños y pocos sabrían que Manuel tiene su santo el día de Corpus Christi (fiesta religiosa variable). Los  apelativos extranjeros a veces me han pensar que los padres que llaman así a sus hijos es porque piensan que de esta manera les será más fácil conseguir un empleo en una empresa extranjera o emigrar sin tantas dificultades.

Desconozco los estudios serios que pueda haber sobre el particular. Lo que sí es cierto es que se trata de una clara tendencia en la sociedad actual, por lo menos en la durangueña.