sábado, 28 de mayo de 2016

Comentarios sobre este proyecto de Paul Auster. Enjoy them.

RETRATO DE LA SOCIEDAD ESTADOUNIDENSE

El libro Creía que mi padre era Dios (2012)es el resultado del Proyecto Nacional de Relatos, coordinado por el famoso escritor norteamericano Paul Auster, y responde a la invitación de la Radio Pública Nacional transmitida por dicha estación solicitando a los radioescuchas que escribieran sus relatos -breves, naturalmente-  y los enviaran a la estación. La respuesta fue sorprendente. Dice Paul Auster, “De las cuatro mil historias que he leído, la mayoría han sido lo suficientemente atractivas como para atraparme de principio a fin”.

 Por supuesto, no todas podían formar parte de un libro y, aun así, este volumen tiene 611 páginas y contiene cuarenta y cuatro historias distribuidas en las siguientes categorías: Animales, Objetos, Familias, Disparates, Extraños, Guerra, Amor, Muerte, Sueños y Meditaciones. Incluye, además, un prólogo por Auster donde narra cómo surgió el proyecto, el impresionante resultado de la invitación hecha por RPN porque se recibieron miles de historias  y las dificultades para hacer la selección. Por supuesto, las historias son breves y sólo unas cuantas exceden de las tres páginas.

Hay unas historias conmovedoras narradas en apenas dos párrafos y otras muy divertidas. Por ejemplo, en la sección “Animales” que aparece al inicio del libro, hay unas formidables respecto de la conducta de los animales. Por ejemplo, la de la gallina que sale a pasear por su cuenta por las calles aledañas a la casa donde vive. Al llegar a ésta, sube los escalones, picotea fuertemente en la puerta para que le abran y entra.

En el fraccionamiento donde vivo, hay un  perrillo chihuaha que solía pasear solo por la mañana a lo largo de mi calle (ahora ya no lo hace porque la administración prohibió que los perros pasearan solos). Yo solía sentarme en una silla afuera de la casa y leer, el perro pasaba se detenía, me observaba (no permitía que me acercara), hacía su recorrido, se detenía nuevamente a mirarme y se alejaba rumbo a su casa. Cuando yo no estaba en la silla, se detenía, esperaba como cuestionando mi ausencia, y luego emprendía la marcha. Sé esto porque lo miraba por la ventana. 

Hay otra historia fantástica sobre un caballo llamado Vértigo que era “palomino, grande, bonito y testarudo”. Además, había sido entrenado para desfiles y estaba acostumbrado a lucir su estampa en desfiles y cabalgatas. Cuando lo compran para llevarlo a un rancho, no le gusta el cambio para nada y protesta todo el tiempo dando coletazos a quien se le acerque. Su dueño intenta de muchas maneras acercarse a Vértigo para acostumbrarlo a su nueva vida y cada vez es rechazado. Finalmente, después de una aventura que pudo haber sido grave para el dueño del caballo, se levanta, reprende al caballo con una voz suave y explicándole la situación; luego se aleja hacia la casa. Poco después, galopando alegremente parece  que  el caballo entiende y regresa al establo para comer. Después, ya no hubo problema para cabalgar en él.

Imposible incluir un ejemplo de cada sección porque hay muchos formidables, pero comentaré algo sobre los que conforman la sección “Guerra”,  que contiene r veinte historias. Desde mi punto de vista, resulta afortunado que Auster no haya incluido muchos relatos  sobre la guerra de Vietnam, quizá porque su país no obtuvo la victoria. Sin embargo, hay algunas muy interesantes sobre la guerra de secesión; es decir, la que se libró entre el norte y el sur, donde resultó victorioso el norte y Abraham Lincoln decretó la abolición de la esclavitud. Como es natural, no son los protagonistas quienes narran lo sucedido sino alguno de sus descendientes.

 Hay otras también muy interesantes y conmovedoras sobre la primera y segunda  guerras mundiales. La que comento a continuación ocurre en Holanda al final de la contienda cuando la victoria es segura. Unas mujeres escuchan un llanto y ven  que proviene de un soldado alemán, un joven de dieciséis años, que seguramente no había comido en dos días. Aun cuando era el enemigo, el amor fraternal  se impone y le obsequian lo que tienen: “una papa cocida y fría, un trozo de pan y una manzana arrugada”. Con ello, el joven volvió a ser un soldado. Dijo: Danke “mientras se ponía de pie y tomaba su fusil”. La narradora de la historia concluye que ese soldado tenía la misma edad de su hermana.

En la sección “Extraños” es divertida la historia titulada “Babe y yo”. Como sabemos, el béisbol es el rey de los deportes para los estadounidenses y Babe  Ruth uno de los grandes ídolos. La historia ocurre en 1947. El protagonista acababa de cumplir los trece años. Al entrar a una cafetería en Cleveland, donde iba a haber un encuentro entre veteranos, el chico se da cuenta de que una mesa estaba sentado el gran ídolo con otros personajes.  Sale y corre hasta el despacho de su padre, le pide una hoja de papel y una pluma y regresa corriendo a la cafetería. Babe Ruth continuaba sentado leyendo un periódico. El chico le solicita el autógrafo y y el beisbolista garabatea su firma en la hoja. Luego, le dice: “Es una pena que no hayas llegado cinco minutos antes, chico. Podrías haberte llevado también los de Ty Cobb y Tris Speaker”.

Para concluir, Paul Auster ha hecho un gran trabajo con este libro que tiene historias para todos los gustos. Cuando viví en San Antonio, Texas, a principios de los años noventa del siglo pasado, me aficioné muchísimo a la RPN, que transmitía excelentes programas musicales. También me convertí en una entusiasta de la estación de radio de Trinity University que publicaba mensualmente un folleto anunciando los programas de música clásica, qué día y a qué hora. Soy una entusiasta seguidora de la radio, más que de la televisión, aun cuando lamento que la programación no siempre es de mi gusto. Pienso que un proyecto como el de Auster sería impracticable en Durango. Lo intenté una vez a través de Radio Universidad solicitando refranes relacionados con la cocina y sólo recibí una respuesta.

El título del libro procede del relato titulado así e incluido en la sección “Guerra”. 

Aventuras con los dentistas. Espero sonrían. Me falta contarles otra, pero será otra vez.

ANDANZAS Y COMPLICACIONES EN EL CUIDADO DE MIS DIENTES

Hace unos días empecé a asistir con un estupendo odontólogo de Durango, cuyo consultorio no está ubicado en una zona elegante de la ciudad, pero espléndidamente equipado y, además, relativamente cerca de mi casa. Afortunadamente, no requería más que de una incrustación y de una limpieza general. Mientras esperaba mi turno en el consultorio, recordé otras visitas a dentistas en la Ciudad de México y la que incluyo a continuación que ocurrió en la ciudad de San Antonio, Texas, quizá en 1992, cuando yo trabajaba para la UNAM en esa ciudad. Por ello, considero ahora oportuno reproducirla aunque la escribí a mi regreso a Durango y se publicó en el periódico El Sol de Durango, el 21 de junio de 1996.

A BORDO DE UN SILLÓN DE DENTISTA

Un agudo dolor detrás de la última muela inferior derecha me despertó una mañana. El espejo reveló un piquito blanco  que asomaba tímidamente. “Otra terrible muela del juicio”, pensé. La extracción de la anterior me dejó como boxeador derrotado por Julio César Chávez (en días más felices) después de doce rounds de fragorosa lucha. Se imponía, pues, una visita al dentista. Nunca imaginé que el solo hecho de pedir una cita con el doctor Olson equivalía a comprar un boleto para un viaje espacial que, aunque con escalas forzosas en otras épocas y en otros sitios, me transportó al año 2005.

Llegué con toda puntualidad al número 102 norte de la avenida San Pedro, en la ciudad de San Antonio, Texas. Un  aire extraño se respiraba en el ambiente del consultorio que de inmediato impresionaba por su eficiencia y modernidad. El dentista entró vestido con un elegante beige, como ejecutivo de banco, me saludó, me pidió que abriera la boca y me anunció que no veía nada anormal. No obstante, era imposible precisar la causa del dolor sin ¡una radiografía de los 32 dientes!

Entonces apareció la técnica en rayos X y en limpieza. Para desempeñar estas labores, me informó, había estudiado dos años en la universidad. Tras la valoración  de las radiografías, el doctor Olson concluyó que se trataba de una pequeña calcificación, debida a una limpieza defectuosa y sin dejar de observar que mis otras amalgamas  estaban viejas y que pronto deberían cambiarse. Me sentí tercermundista y, para colmo, sucia. Decidió que un buen aseo bastaría para acabar con las molestias.

Así empezó el viaje espacial. Nunca antes me habían limpiado los dientes de manera supersónica y con un equipo tan sofisticado. La técnica cambió su atuendo por una especie de viaje espacial de un material plateado y se cubría el rostro con una máscara contra desagradables salpicaduras y contagios. Lista para ocuparse de mi dentadura, me acomodó en el sillón, cuyo asiento, totalmente reclinable, me dejó con el torso casi a nivel del piso y con los pies muy por encima de la cabeza. Parecía más bien un ejercicio para estimular la circulación y que la sangre irrigara el cerebro. Indefensa, el terror empezó a apoderarse de mí.

La técnica me introdujo en la boca un aparato que manaba agua sin cesar y me pidió que me enjuagara. Luego, me colocó el inyector de saliva, supuestamente encargado de succionar el agua arrojada por el otro aparato. Las instrucciones fueron “sorba como si estuviera bebiendo con un popote”.  Ya por la incómoda postura, ya por el desconocimiento del método, el resultado fue que no pude seguir las instrucciones y terminé tragando agua con sangre con mucha frecuencia.  A este agradable sabor, se sumaba mi sensación de torpeza e incapacidad para entrar en la modernidad sin traspiés.  Resignándose ante lo que debió considerar primitivismo puro, la técnica me trajo un vasito y lo colocó a un lado.

Quedé con los dientes relucientes y dignos de una sonrisa Colgate o Crest, pero avergonzada. Me levanté un poco mareada, incómoda y afirmé que sí, claro, volvería a los seis meses para una nueva sesión de limpieza.

Durante la amarga experiencia, mi mente se refugió en la literatura. García Márquez me trajo consuelo con su cuento “Un día de estos” y me hizo sonreír. El cuento trataba sobre un dentista, en un pobre villorrio de Colombia, que le extrae una cordial inferior al alcalde, sin anestesia y sin siquiera emborrachar al paciente para que sufriera menos. El narrador señala que el dentista hierve los instrumentos para esterilizarlos; sin embargo, apunta que el techo y las paredes del consultorio estaban salpicadas con  innumerables cagarrutas de moscas. Las medidas de higiene consistieron en recomendarle al paciente que se acostara e hiciera buches de agua. Por supuesto, se trata de una venganza política porque cuando se queda solo, el dentista dice: “Con ésta nos paga varios muertos, alcalde”.


¡Qué tiempos, señor don Simón!, diría mi abuela. ¡Qué contrastes”, añadiría yo. En tantos habitan en un mundo con métodos apenas superiores al barbero de Cervantes, otros pueden realizar viajes espaciales de turismo o de limpieza dental, sentados un sillón de dentista y sin despegar los pies de la tierra. 

Carta núm. 31 desde Cape. Estábamos todavía en invierno, pero se acercaba el fin de mi estancia.

EPISTOLARIO SEMO.-31

Cape, 20 de febrero de 1958

Mi querida mamá:

Recibí tu carta hace unos cuanto días pero no había podido escribirte antes porque había estado muy ocupada. De lo que mencionas de las cartas de mi papá y de Carlos, sí las recibí y las contesté inmediatamente, pero tal vez se extraviaron. La última carta de Carlos la contesté el día 8 ó 9 de este mes, y espero que por lo menos ésa sí la recibiría.

Ni siquiera me imaginaba que la situación estuviera tan mala con las Gavilán, pues yo creía que tal vez sería mi tío Jesús el que más pronto se nivelaría, pero en estas cosas siempre sucede lo imprevisto.

Espero que mi tía Inés ya se haya compuesto y, a propósito, le mandé una tarjeta para que por favor le preguntes si la recibió.

El otro día recibí un regalo retardado de Navidad del Wednesday Club junto con una invitación para un almuerzo el miércoles pasado. Me regalaron un fondo muy bonito y el almuerzo estuvo muy elegante también. Una enana, muy impresionante, cantó muy lindo “Amor indio”. Es notable que una persona tan deforme y fea como esta enana tenga una voz tan linda y pueda poner tanto sentimiento en una canción. Dios siempre compensa los defectos físicos con un don espiritual.

Fíjate que me porté muy mal el miércoles de ceniza porque no guardé la vigilia, pero el sábado me voy a confesar. Imagínate que no había desayunado y era la una y media y me estaba muriendo de hambre, así que cuando nos sirvieron pastel de pollo, me lo comí.

En la noche fui a dar otro speech en el cual me aburrí horrores. Me invitaron el señor Burciaga, que es un mexicano de Saltillo que hace años vive aquí, y su esposa. Iba a ser en la escuela Franklin. Yo me imaginé que era una reunión de gente seria y no de boys scouts. El señor Burciaga me pidió que me pusiera mi falda mexicana, así que aquí me tienes toda emperifollada y arreglada para una reunión en la que ni caso me hicieron. No había mucho lugar para sentarse, así que las crinolinas eran un estorbo y los escuincles se la pasaron brincando y haciendo ruido, así que nadie me podía oír. Yo me estaba sintiendo tan disgustada que creía que se me iba a notar en la cara, pero traté de controlarme. Quién sabe si lo lograría o no.

Así sucede con frecuencia: en una reunión me divierto mucho y, en otra, me aburro soberanamente. Por lo general, las reuniones que más me agradan son las de las señoras que me becaron pues siempre son muy amables, todo está muy bien arreglado y siempre me dan regalos. A veces, dinero o aretes o algo.

En cuestión de la comida, ni me debía quejar pues ya que tengo la magnífica oportunidad de estudiar aquí debo darle gracias a Dios en vez de renegar. Sí le doy gracias a Dios y, además, no es tan mala. Con mucha frecuencia me invita a comer fuera, así que siempre cambio. Este sábado voy a comer con Margaret Branan, y ya eso va a ser un  cambio, además de que ella es una magnifica cocinera y siempre prepara cosas ricas.

Esta semana tuve un examen final en poesía francesa, y dos en taquigrafía; creo que me fue bastante bien. La semana próxima es la última semana de clases y luego tenemos exámenes.

Esta carta es una tragedia en cuanto a corrección; espero que la entiendan. Además, desde que tengo que escribir tan aprisa la letra se me ha descompuesto horrores. Ya no es posible distinguir las a de las o, o u de n. Yo creo que cuando vuelva voy a tener que practicar la caligrafía y repasar mis reglas de gramática, pues ya se me olvidó el español. Ah, ¡pero qué tal hablo inglés!


Reciban un abrazo para todos y el cariño de 

sábado, 21 de mayo de 2016

Fabuloso el libro de Alexievich. Ahora tengo que leer Voces de Chernobyl

LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER

En octubre de 2015 la Academia Sueca otorgó a la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich (1948) el Premio Nobel de Literatura por su libro La guerra no tiene rostro de mujer al que consideró una “obra polifónica, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”. Este libro empezó a circular tanto en España como en nuestro país en noviembre de 2015. La autora confiesa que la primera versión de su texto fue rechazada para la publicación porque se consideró cruel y demasiado dolorosa; sin embargo, no se dio por vencida: la revisó y logró que su segunda versión fuera aceptada.

En el prólogo, Alexiévich reflexiona sobre el hecho de que todo lo que se ha escrito sobre las innumerables guerras en nuestro planeta ha sido hecho por los hombres y que la voz de la mujer ha estado ausente y olvidada, no obstante su  participación. Por ello, se propuso rescatarla pues, según un historiador cuyo nombre no se revela, “En el ejército soviético hubo cerca de un millón de mujeres. Dominaban todas las especialidades militares, incluso las más “masculinas”. Fueron conductoras de carros de combate, tankistas, zapadoras (soldados que se dedican a la construcción de puentes y que buscan minas enterradas), enfermeras, doctoras, pilotos, partisanas (personas que pertenecen a la resistencia), cocineras, y todo lo que se necesitara  para enfrentar al poderoso ejército alemán.

La autora ha agrupado las entrevistas que componen este volumen según lo que las entrevistadas fueron comentando. Así, en el índice leemos: “No quiero recordar”, “Deberíais crecer, niñas…Estáis muy verdes aún”, “Yo fui la única que regresé con mi madre”, “En nuestra casa viven dos guerras”, “Nos condecoraban con unas medallas pequeñas”, “No era yo”, “Recuerdo aquellos ojos”, “Nosotras no disparamos”, “Se necesitaban soldados…Pero lo que nosotras queríamos era estar guapas”, “Señoritas, ¿saben ustedes que la esperanza de vida de un jefe de la sección de zapadores es de dos meses?”, “Una mirada, una sola”, “Y la patata de primavera es diminuta”, “Mamá ¿cómo es papá?”, “Se puso la mano allí en el corazón”, “De repente sentí un irresistible deseo de vivir”.

Es imposible leer este libro de un tirón. Las historias narradas son dolorosas y admirables al mismo tiempo. Por ejemplo, la de una mujer a la que le amputaron las dos piernas sin anestesia, con una sierra común y corriente, sobre una mesa, sin antibióticos y que no expresó ni una queja. Además, el médico también había perdido las dos piernas.

Hubo muchas mujeres que apenas tenían dieciséis años cuando se unieron a las fuerzas armadas y muchas, al  terminar la guerra, tenían diecinueve. Una confesó: “En la guerra, el alma del ser humano envejece. Después de la guerra jamás volví a ser joven”. Sí se casó y tuvo cinco hijos, pero agrega “Lo recuerdo y tengo la sensación que de que no era yo, sino otra chica”. Otra mujer, francotiradora, recibió después de la victoria dos órdenes de la Gloria y cuatro medallas. Sin embargo, al regresar a su país la sorprendieron estas dolorosas palabras: “¡Cómo nos recibió la Patria! No puedo contarlo sin llorar. Han pasado cuarenta años, pero incluso ahora me arden las mejillas, Los hombres no abrían la boca y las mujeres…nos gritaban: ‘Sabemos lo que estuvisteis haciendo allí’ Os insinuasteis a nuestros hombres con vuestros chochos jóvenes. Sois las putas del frente…Perras militares’ Los insultos no faltaban, el ruso es rico…” Qué triste y doloroso que sean precisamente las mujeres las que ofenden a aquéllas que sufrieron, regresaron mutiladas y muertas de hambre sin reconocer el mérito y el valor de aquellas que ayudaron a conseguir la victoria, a quebrar la espina dorsal del poderoso ejército alemán, y a conseguir la victoria, como dijo otra.

Resulta también conmovedor cómo aun en el momento de la muerte se siente apego a la tierra. María Vasilievna Pavlovez, relata el siguiente episodio ocurrido cuando ya los rusos habían entrado en territorio alemán: “Recuerdo a un alemán herido, tumbado, se agarraba a la tierra, la herida le dolía; se le acercó nuestro soldado: ‘¡No toques eso, es mi tierra! La tuya está allí de donde has venido…’”
Otra joven, que fue sargento y jefa de una pieza de artillería, recuerda que ella era fuerte y que durante la guerra surgieron en su organismo unas “fuerzas inexplicables”. Cuando oyeron por la radio que habían ganado la guerra, dio la alerta y dictó su última orden: “Acimut: quince, cero, cero. Ángulo de elevación: diez, cero. ¡Espoleta: ciento veinte; tiempo, diez! Yo misma participé en el cierre y disparé cuatro proyectiles en honor a nuestra Victoria…Saludamos la Victoria disparando nuestras armas personales, nos abrazábamos y nos besábamos. Bebíamos vodka y cantábamos. Después lloramos durante toda una noche y un día…”

Los rusos siempre han sostenido que fueron ellos los que ganaron la guerra: entraron en Alemania en mayo de 1944. El desembarco de los aliados en Normandía fue el 6 de junio de ese mismo año. Un mes de diferencia. La batalla más cruenta en territorio ruso fue la de Stanlingrado y se ha escrito que Rusia perdió veinte millones de seres humanos durante la guerra, unos en la lucha armada, otros muriendo de hambre o de frío. 

Este libro, que por momentos logra que las lágrimas asomen a los ojos y que el lector se vea obligado a cerrar el volumen, es un testimonio extraordinario de la lucha, la entrega, el valor y el sacrificio de las mujeres rusas. La autora recorrió el vastísimo territorio ruso buscando a las mujeres que entrevistaría. Seleccionó las que componen este libro, pero muchas se quedaron en el tintero.

Bravo por las valientes mujeres que lucharon al lado de los hombres en la Segunda Guerra Mundial y que, a su regreso, sufrieron el rechazo y el desprecio de los que se quedaron en sus casas.


 Bien merecido el Premio Nobel por Svetlana Alexiévich.   

Película sobre la vida y la obra de Truman Capote

TRUMAN CAPOTE

Hace unos días el Canal Once del Instituto Politécnico Nacional obsequió a los televidentes con una película interesantísima sobre este autor estadounidense. Cuando en la pantalla apareció como título Capote, pensé que se trataba de la historia de algún torero famoso. ¿Quién sería? Me pregunté. ¿Manolete, Arruza, Armillita, Dominguín?Pronto salí de mi equivocación cuando apareció el nombre completo: Truman Capote, autor de una novela famosísima en los años sesentas y setentas que después fue llevada al cine, abriendo nuevas posibilidades para la literatura: A sangre fría.

Truman Capote nació en Nueva Orleans en 1924.  Adoptó  el apellido Capote del segundo esposo de su madre, Joe García Capote. Durante dieciocho años trabajó como periodista escribiendo reportajes de investigación  para la revista New Yorker. A los 21 años publicó el relato “Miriam”, en la revista Mademoiselle,   que fue seleccionado para incluirse en el volumen de cuentos del premio O’Henry.

Saltó a la fama cuando en 1959 leyó en el periódico sobre el asesinato de los cuatro miembros de la familia Clutter (un granjero, su esposa, su hijo y su hija) en una granja muy aislada en Holcom, en el estado de  Kansas. Los responsables de este crimen fueron Perry Smith y Dick Hickock, quienes fueron aprehendidos rápidamente, juzgados y condenados a morir en la horca. Capote asistió al juicio y después sostuvo muchas conversaciones con Dick Perry, lo que le permitió ir escribiendo su novela que le llevó cuatro años. En la película le dice a Perry que si no le confiesa como ejecutaron el crimen, no le será posible encontrar un punto final para la novela.

Perry entonces confiesa que alguien en el pueblo les comentó que en esa casa había escondidos diez mil dólares, por lo que deciden robarlos. Ya en la casa, Clutter confiesa que no tienen nada; desesperados por su fracaso, ejecutan a la  familia sin compasión en distintas habitaciones. Todo lo que tenían en efectivo era alrededor de cincuenta dólares.

La novela A sangre fría se publicó en 1966 y rápidamente llamó la atención. Fue calificada de non-fiction novel , realista, con aspectos psicológicos interesantes. La película fue escrita, filmada y dirigida por Richard Brooks. Tanto la novela como la película llamaron la atención por su estilo “gótico”, por los aspectos introspectivos en las entrevistas que Capote le realiza a Dick  Perry y por su crudeza. Además, abrió la corriente llamada new journalism que permite que cuentos y novelas sean escritos tomando como base las noticias periodísticas.

Vivió un tiempo en lo que se conoce como el deep South, que ya he mencionado en otro texto, y es posble que durante ese tiempo conociera e hiciera amistad con  Nelle Harper Lee, que alcanzó la fama rápidamente por su libro Para matar a un ruiseñor, que después fue llevada al cine con Gregory Peck en el papel protágonico. Harper Lee aparece en la película Capote, como gran amiga de Truman. Lo acompaña durante el juicio a los asesinos y lo invita a asistir al estreno de su película. Tanto la escritora Harper Lee, recientemente fallecida, como Capote conocían perfectamente cuál era la vida en esa región del sur de los Estados Unidos y la terrible discriminación social. Por cierto, Perry Smith le confiesa a Capote que su madre fue una india cherokee, lo que seguramente también influyó en la decisión del jurado.

Capote escribió otra novela que fue más famosa cuando se convirtió en película: Desayuno en Tiffany’s (1958), que tuvo en el papel principal a la talentosa Audrey Hepburn. En el filme esta joven mujer, que se dedica a actividades nocturnas antes de regresar a su departamento en la madrugada se detiene ante un aparador de la famosa joyería Tiffann’s para contemplar las maravillosas joyas que ahí se exhiben.

Capote escribió únicamente las dos novelas mencionadas, pero siguió dedicado al periodismo y publicando artículos y reportajes en el New Yorker. Viajó a Italia, Grecia, España y la Unión Soviética. Falleció en Los Angeles en 1984.


El actor que interpreta al homosexual Truman Capote con un muy peculiar estilo de caminar y de hablar fue el  estadounidense Philip Seymour Hoffman que en 2005 ganó el Óscar como mejor actor por su actuación. 

Carta núm. 30 del Epistolario. Ya pasé de la mitad.

30.- EPISTOLARIO SEMO

Cape Girardeau, Mo., 14 de febrero de 1958

Mi querida mamá:

Hace dos días recibí tu última carta y también los periódicos; muchas gracias. Mi tía Luz me mandó un Novedades y varios números de El Sol de Durango, así que ya estoy más o menos enterada de lo que ha ocurrido por allá en los últimos días.

Hoy recibí un cheque de la compañía de seguros por $10.49 dólares y yo les reclamaba $15,69. Me mandaron también un comprobante que dice final settlement y yo no sé si volver a escribir y pelear mis otros cinco dólares o conformarme con lo que recibí pues dice el refrán más vale pájaro en mano que ciento volando, y a lo mejor pierdo lo que gané.

El tiempo sigue aquí del verdadero cocol. Toda la semana hizo bastante frío, aunque sí salió el sol; hoy nevó otra vez y probablemente mañana esté helado. Afortunadamente, no tengo que salir para nada, así que no hay riesgo de que me caiga.

El miércoles pasado di un speech en Benton. Fue en una casa muy bonita y me obsequiaron un helado rico.  Conocí a una señora joven, muy bonita y simpática que se me hizo que se parecía a Martha Amador. Me divertí bastante.

El jueves di un speech en New Madrid y estuve encantada. Vinieron por mí dos señoras muy jóvenes y muy lindas, muy bien vestidas y muy distinguidas. ¡Cómo se nota la educación! Me llevaron a comer a un restaurante muy elegante y tuvimos una comida deliciosa como no había probado desde Thanksgiving: coctel de camarones, filete mignon, ensalada y pie de manzana. No tienes idea de cómo lo disfruté, sobre todo la carne. Me acordé de los microscópicos trozos de carne del dormitorio y me pareció aun más buena,  especialmente ahora que mi lugar en la mesa del dormitorio es lo que llamamos starvation corner. Las mesas son para siete personas y hay una anfitriona; ésta pasa los platones a la muchacha que está a su izquierda, luego se sirve ella y pasa los platones en círculo. Mientras eres de las primeras, no te va tan mal, pero cuando estás en el último lugar, como yo, casi no te llega nada pues todas tenemos tanta hambre que se aprovechan. En fin, cambiemos de tema.

Después de mi deliciosa comida di mi speech y me regalaron una polvera primorosa. Dice Fifth Avenue, así que no es de tan mala calidad y está linda. Estoy fascinada con ella. Speeches de esta clase me caen muy bien. Podría aprovechar unos cuantos más.

Aquí, cuando hay vacaciones entre trimestre y trimestre, uno tiene que irse a algún lado pues cierran el dormitorio, así que con mal o buen tiempo tengo que salir de aquí.

De estudios, igual que siempre, muy ocupada. Si logro salir adelante será necesario que me erijan un monumento. Ya acabé mi estudio de Paul Claudel, pero ahora me sale la profesora con el chiste de que llegaron unos libros nuevos que quiere que lea. ¡A buena hora! En este momento estoy dedicada en cuerpo y alma a la batalla de Gettysburg y creo que ya me la sé al revés y al derecho.

Dile a mi tía Luz que le voy a contestar sus dos últimas cartas juntas. Saludos a todos y muchas gracias por los periódicos.

Recibe el cariño de tu hija

P.S. Se me olvidaba decirte que una de las señoras de New Madrid se parece mucho a mi tía Tere Torres, nada más que mucho más joven. 

viernes, 13 de mayo de 2016

Leon Trotski y la novela de Leonardo Padura

LEON TROTSKI / RAMÓN MERCADER

EL HOMBRE DE QUE AMABA LOS PERROS

Esta formidable novela de Leonardo Padura, aunque su lectura  a veces se vuelve difícil para los lectores que desconocemos los avatares de la vida de  León Trotski  y de la revolución rusa, requirió de diez años de investigación, viajes, consultas con expertos y todo lo necesario para entregarle al lector un texto veraz e interesante. Los mexicanos sabemos que Trotski fue asesinado en 1940 en su casa, hoy convertida en museo, en Coyoacán, en la Ciudad de México, cerca de donde todavía fluía el Río Churubusco, hoy convertido en una vía rápida.

Liev Davídovich Bronstein (1879) nació en Yákova, Ucrania en 1879, hijo de judíos rusos. Junto con Lenin organizó la toma de poder durante la revolución rusa en 1917 y, en algún momento, en la novela se le atribuyen millones de muertes.  Fue, además, creador  del ejército ruso y presidente del Soviet de San Petersburgo. Por alguna razón que no queda clara en la novela, cae del favor de Joseph Stalin, cuando éste llega al poder. Sin embargo, en vez de asesinarlo, lo destierra. Esta novela es precisamente el recuento de este destierro en varios países hasta que, finalmente, el presidente Lázaro Cárdenas le brinda asilo en la Ciudad de México.

A la par de la historia de Trotsky, corre la del español Ramón Mercader del Río, encargado de darle muerte, quien, para infiltrarse en la casa de Trotsky, utiliza el pseudónimo de Jacques Mornard, supuestamente nacido en Bélgica, donde vive tres años aprendiendo el francés con el acento belga.  Mercader se ve implicado en este complot por su propia madre Caridad, convencida de que Trotski  era un traidor que convenía eliminar pues corrían los turbulentos días de la guerra española y del enfrentamiento entre los monárquicos y los republicanos quienes, ilusamente, creían que tanto Alemania como Rusia los ayudarían a salir victoriosos de su lucha sin imaginar siquiera que el territorio español sólo era utilizado para probar nuevas armas para la guerra que Hitler se preparaba a empezar.

El exilio de Trotski, de su esposa Natalia Sedova y de su hijo Liev Sedov  empieza cuando salen de Moscú, acompañados de su perra Maya, para dirigirse a Alma Atá, en Siberia, y de ahí a Frunze. Posteriormente viajan a Turquía donde disfrutan por un  tiempo de una cierta paz, pero llega el momento de partir. Ni Alemania, ni Francia, ni Dinamarca mostraron ningún interés en recibirlos. Noruega los acepta por un corto tiempo y de ahí parten en el vapor Ruth hacia aguas mexicanas. Durante el viaje, llenos de angustia, leen todo lo que pueden sobre el país que será su destino.

Ya instalados, por un tiempo, en la casa de la pintora Frida Kahlo, con la que Trotski vive un intenso romance que está a punto de acabar con su matrimonio, finalmente se mudan a su  casa, casi fortaleza, construida a orillas del río donde reciben después a su nieto, quien adopta a un perro callejero al que bautiza como Azteca. Trotski decide empezar la crianza de conejos  para descansar un poco la mente de su constante escritura. Se gana la vida durante el exilio escribiendo artículos que se publican en distintos periódicos y revistas europeos y también terminará tres libros fundamentales: Mi vida (1930), La revolución rusa 1931-1933, y La revolución traicionada (1937).

La preparación de Ramón Mercader para cometer el asesinato lo lleva a distintas partes del mundo y a numerosos procesos de capacitación, así como a fingirse enamorado de una norteamericana Sylvia Ageloff, ferviente admiradora de Trotski, a la que conoce en París. Aprovechando que Sylvia trabaja para Trotski durante un verano, Mercader logra penetrar en la casa, ser aceptado por los guardias y planear el golpe que causaría la muerte de Trotski el 21 de agosto de 1940.

Aunque supuestamente Mercader lograría escapar y un automóvil lo estaría esperando fuera de la fortaleza, el destino dispuso las cosas de otra manera. Trotski murió al día siguiente de recibir el golpe del piolet en la cabeza y Mercader no logró escapar, sino que fue aprehendido por la policía mexicana y condenado a veinte años de cárcel. Después de su liberación, regresó a la Unión Soviética y se dice que murió porque le inyectaron materiales radioactivos a través de un hermoso reloj que le regalaron por su hazaña.

Para contarnos esta historia, Padura crea un narrador cubano, Iván, que precisamente conoce a Mercader treinta y un años después de haber asesinado a Trotski. El español vive en Cuba en esos días bajo el nombre supuesto de Jaime López y  suele llevar a sus galgos siberianos “Ix” y “Dax” a pasear a  la playa de Santa María del Mar al atardecer. De esta manera, Padura va también intercalando la historia de Cuba en esos años.


Mediante este recurso, el libro resulta redondo: ofrece al lector la historia de los dos personajes centrales, pero también parte de la guerra de España, las maniobras de Hitler para apoderarse del oeste de Europa mientras Stalin planea quedarse  con la parte oriental y, además, algunos párrafos sobre los pintores destacados de México en esos años: Diego Rivera, Siqueiros, Frida Kahlo y la visita a México del francés André Breton,  creador del surrealismo, con lo cual se enriquece, al mismo tiempo que se complica, la novela.

Película CHRONIC, de Michel Franco, vale la pena verla

CHRONIC

Se trata de la película más reciente del director mexicano Michel Franco (México, 1979) quien como Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu, Fernando del Toro y, recientemente, Eugenio Derbez han buscado oportunidades en el vecino país del norte  para filmar las películas que, por desgracia, no encuentran apoyo en nuestro país.  A esta lista se une ahora Michel Franco, con su película Chronic, hablada en inglés.

Tanto el director, que es, al mismo tiempo, el autor del guión de la película Chronic han recibido muchos comentarios elogiosos en distintos programas de radio y televisión. Michel Franco se  dio a conocer con un filme excelente: Después de Lucía (2012) a la que siguieron dos películas que no he podido ver: A los ojos (2013)  y 600 millas (2015). Con mucha frecuencia los filmes mexicanos son exhibidos en horarios que no atraen al público y, entonces, los retiran de la cartelera.

El cine de Michel Franco se distingue por largos silencios; los personajes apenas hablan o pronuncian una palabra. Todo se comunica mediante gestos, actitudes o movimientos. Es por ello que a muchas personas no les atrae. La película Después de Lucía se refiere al bullying que sufre una muchacha al mudarse ella y su padre a la Ciudad de México después del accidente donde muere su madre. Lucía no se queja ni abre la boca, pero logra escapar de sus agresores  y regresa a Puerto Vallarta, donde había vivido antes. El filme termina cuando ella llega su antigua casa, se acuesta en su cama y come una manzana. Es un final totalmente abierto para que el espectador llegue a su propio final.

El actor que protagoniza al enfermero de pacientes crónicos es, nada más y nada menos, que el británico Tim Roth (1946) quien se volvió famoso por películas como Pulp Fiction (1991), Perros de reserva (1992), Four Rooms (1995) y El increíble  Hulk . Ha sido también director de cine y cuando leyó el guión de Chronic  le dijo a Michel Franco que él quería interpretar ese papel, tan diferente a los anteriores, y, en realidad, su  actuación seguramente contribuyó a que la película recibiera en Cannes el galardón para el mejor guión.

Como en los filmes anteriores de Michel Franco, casi no hay diálogo; las emociones, el dolor, la desesperación se comunican mediante la actuación. El enfermero se muestra afectuoso y paciente con los que están a su cuidado. Para combatir el estrés que le ocasiona su trabajo, frecuenta un gimnasio en donde utiliza la caminadora con un ritmo frenético. En otras ocasiones, corre por la calle. La película inicia como Lucía: con un viaje en automóvil y el final toma por sorpresa al espectador.

En esta época en que los adultos mayores somos cada vez más, aunque también hay jóvenes que requieren atención por un accidente o por una enfermedad invalidante, conviene reflexionar sobre el papel que desempeña el enfermero. Puede ser amable y humano, como este actor, o despiadado y cruel como en otros casos.

La película también nos obliga a reflexionar sobre la eutanasia, la carta de voluntad anticipada y el derecho de escoger morir cuando la enfermedad se vuelve insoportable. Ninguno de estos recursos ha sido aceptado en nuestro país, pero Holanda se nos ha adelantado en el camino.

Recuerdo haber visto hace muchos años en el teatro del Polyforum, en la Ciudad de México, una obra inglesa titulada Mi vida es mi vida, magistralmente interpretada por Héctor Bonilla que presenta a un individuo cuadriplégico, inmóvil sobre una cama de hospital, que demanda al gobierno británico que se opone a que lo desconecten de los aparatos. Al fin, el enfermo gana el juicio y la obra termina cuando el doctor y la enfermera apagan los aparatos y ella le dice algo así como en seis horas todo habrá terminado.

Si no se quiere aprobar la ley sobre la marihuana en nuestro país, mucho más difícil será que se logre la aprobación de la carta de voluntad anticipada, pero quizá dentro de unos años empiece a cambiar la actitud del gobierno. Por otra parte, está la fuerza de la Iglesia Católica que sostiene que es sólo Dios quien decide cuándo y cómo debe morir una persona

27.-SEMO Carta que se me había extraviado. Aquí va.

27.- EPISTOLARIO SEMO

Cape Girardeau, Mo., 22 de enero de 1958

Mi querida mamá:

Me dio mucho gusto recibir tu cartita y la de Eduardo también. Imagínate que estos últimos días hemos tenido un tiempo terrible; ha hecho un frío tremendo y un viento horrible. Yo creía que ya había pasado lo peor del invierno, pero no es así. Parece que todo se debe a una tremenda onda fría que azotó los estados del norte de los Estados Unidos y a nosotros nada más nos tocaron las consecuencias.

Ayer tuvimos un día fatal; como a eso de las 4:00 p.m. empezó a nevar bastante fuerte y a las 5:00 todo estaba blanco, blanco, cubierto de nieve. Siguió nevando toda la noche y hoy se veía precioso. Las calles estaban tan resbalosas que los carros patinaban y era imposible controlarlos. Era muy divertido observarlos, pero es muy peligroso porque, de pronto, un carro patinaba y resbalaba cayendo sobre el que estaba detrás de él. Nosotros creíamos que no íbamos a tener clases hoy, pues había tanta nieve cubriendo las escaleras y las colinas estaban tan resbaladizas que era imposible caminar; pero pronto trajeron hombres a palear la nieve y tierra para regarla sobre la nieve para que pudiéramos subir las colinas e ir a clases. A pesar de la tierra y de todas las precauciones que tomamos hubo algunos que se caían por lo resbaladizo del pavimento y tomaban unas posturas muy graciosas.  Yo tenía que dar un speech en Perryville ayer, pero como era probable que cerraran la carretera por mal tiempo,  la señora Estes no me quiso llevar y a mí me encantó la idea pues no  tenía ganas de ir y, además, tenía mucho que estudiar.

Te mando un tema que tuve que escribir para English Composition. No saqué muy buena calificación pues tuve un error en la gramática, pero le gustó bastante al profesor. Está escrito casi todo en slang porque así tenía que ser y te aseguro que me costó mucho trabajo pues yo no sé mucho slang.  Cuando oigo expresiones así, a veces las entiendo y, a veces, no, pero nunca me arriesgo a usarlas pues no estoy segura de ellas. Janet Burke, una de mis mejores amigas aquí en el dormitorio, me ayudó bastante. Yo lo escribí en inglés común y corriente y ella me ayudó a intercalar el slang.  Si quieres enseñáselo a mi tío Carlos o a mi tío Germán, pero éste sí quiero que me lo guardes pues lo quiero conservar como un recuerdo del colegio.

El domingo pasado invité a Sonia a comer aquí en el dormitorio conmigo y parece que se divirtió bastante. Las muchachas  se quejan mucho de la comida, pero a mí me parece que nos dan bastante bien, mejor ahora que los primeros meses. Probablemente se debe a que ahora estoy más acostumbrada a la comida americana y a los horarios  porque antes siempre me daba mucha hambre después de que terminábamos de comer. Lo que más he extrañado son la leche y las tortillas, y más la primera. Nada más nos dan leche en el lunch,  y eso no todos los días, así que yo siempre anhelaba tomar toda la leche que se me apeteciera y probablemente lo haga cuando regrese. Ahora lo que bebo mucho es café.

El sábado pasado Sonia y yo comimos en casa de Margaret Branun. Ella no es una muchacha de la mejor sociedad, pero es bastante instruida y monísima. Nos ha tratado muy bien y nos invita a ir a su casa con mucha frecuencia a ver la televisión, porque aquí, en el dormitorio, sólo podemos ver la televisión hasta las ocho y los buenos programas son de esa hora en adelante. En febrero vamos a ir a comer en casa de Margaret otra vez, pero entonces nos vamos a vestir todas elegantes y a tomar fotografías.

El domingo pasado Sonia, Eddy Chang, Laney Tallant, Kosako y yo comimos juntos y nos divertimos cantidad. Nosotros preparamos la comida siguiendo las instrucciones de Eddy pues eran platillos chinos. Luego, fuimos a visitar a los señores Bollack y a ver la televisión.

La lavadora me hizo una gracia hoy. Puse mis sábanas y toallas a lavar y no las exprimió, así que tuve hacerlo a mano. Ya es la segunda vez que me sucede y creo que ya las voy a dar a lavar fuera pues me cobran $0.35 y me las entregan planchadas, así que me ahorro las dificultades.

De clases, como de costumbre, muy ocupada, pero creo que no voy a sacar tan malas calificaciones, excepto en taquigrafía. Tengo que leer varias novelas en francés y, además, unas en inglés, así que casi todo mi tiempo libre lo dedico a eso.


Saludos a todos y a Eduardo dile que le voy a contestar otro día. Recibe un abrazo de tu hija que no te olvida