martes, 20 de diciembre de 2016

Cuento la enfermedad de mi oído, sin consecuencias, afortunadamente, y mis últimas despedidas

66.-EPISTOLARIO SEMO

Cape Girardeau, Mo. 10 de agosto de 1958

Mi querida mamá:

Por mi tía Luz me enteré de que ya te cambiaste al departamento, así que me imagino que debes haber estado muy ocupada estos últimos días. Espero en Dios que todo salió bien y que tuviste suficiente dinero para todos los gasta. Ya cuando yo llegue pondremos todo en orden.

Yo tengo una mala noticia y tengo la culpa. Me volví a enfermar del oído y estuve bastante mal; afortunadamente, decidí ir al doctor pronto y creo que eso me ayudó un poco. No creí que me volviera a poner mala pues si lo hubiera sabido no hubiera ido a nadar, pero ahora ya sé para otra vez. Creo que debe haber algo en el agua de la piscina del colegio que perjudica mi oído pues cuando fui a nadar en Jackson no me pasó nada. Empecé a estar mal el viernes por la mañana, pero inmediatamente me puse las gotas que me recetaron la vez anterior; el sábado me sentí peor y decidí ver al doctor para estar tranquila. Me dijo que no debía preocuparme,  pero que iba a tomar tiempo el que me pusiera bien. Creo que el absceso se reventó el sábado en la noche porque me salió pus y sangre, pero ahora me siento mucho mejor, así que creo que fue mejor. En dado caso de que no me sienta bien el jueves, creo que esperaré unos días porque no puedo estar tanto tiempo en el autobús sintiéndome tan mal, aunque espero que ya estaré mucho mejor y podré salir.

El sábado fui a comer  el lunch en casa de Miss Cleaver por última vez, ya que ella y sus papás se van de vacaciones a Chesapeake Bay, en Virginia, durante el resto del verano. Me dio mucha tristeza decirle adiós porque de veras me he encariñado cantidad con ella y, además, ha sido tan fina y amable. Me dijo que el próximo verano irá a visitarme en México porque desde hace tiempo ha tenido intenciones de volver a viajar y no se le ha concedido. Ojalá que de veras eso sea cierto.  Esa noche fui a comer con los Mackey, en Jackson; Carol hizo la comida y todo estaba rico. Preparó exactamente lo que a mí me gusta: pizza, un platillo italiano, y pie de chocolate. Me regalaron un fondo y unas pantaletas lindos; parecen de azúcar.  Creí que sería la última vez que los vería pero me invitaron otra vez a comer el martes y dijeron que iban a venir al autobús aunque fuera tan temprano. Ellos son otros que quisiera llevarme conmigo pues han sido maravillosos; no sólo me han regalado multitud de cosas sino que me han consolado y consentido como niña chiquita. Me trataron un poco al estilo de mi tía Luz.

Había decidido que no me iba a despedir de los Burciaga porque todavía me acordaba del speech de los boy scouts, en febrero, pero pensé que valía la pena ser educada, y me costeó. Me llamaron por teléfono hoy y me invitaron a comer fuera; la primera vez que me hablaron estaba dormida porque me pasé la maña en la cama ya que me sentía muy mal, pero luego me llamaron como a las dos y ya me había levantado. Fuimos a un restaurante y tuvimos una comida deliciosa –de lo que me alegro mucho porque el dormitorio estuvo de la patada- y la señora me regaló unos aretes monísimos, Toda la gente me ha regalado joyería, así que no voy a tener que comprar en mucho tiempo.

Mañana comienzan los exámenes y me siento de un flojo subido; no quiero ni ver los libros. Ojalá que el oído no me dé mucha lata para poder contestar bien.

Creo que ésta sí será la última. Espero en Dios que me alivie para poder salir el jueves. Recen por mí para que me vaya bien en la frontera y allí nos vemos a fin de semana.


Saludos a todos. Recibe todo el cariño de tu hija que mucho anhela llegar pronto. 

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