martes, 31 de marzo de 2015

Historia de tres niños adoptados

LOS CAMINOS DEL DESTINO




Hace unos días saqué un libro del librero y, al abrirlo, cayó al suelo una fotografía. Sí, ésta que ustedes ven aquí: Carson y Cammi Stringham, tomada en noviembre de 1983. Como en la vida no hay casualidades sino causalidades, sentí que era una llamada para que contara su historia que había empezado en la Ciudad de México hace ya muchos años. 

Me encontraba en el Centro de Enseñanza para Extranjeros, de la UNAM, donde  Frank y Judy (nombres supuestos, naturalmente) se habían inscrito para estudiar un año.  Él hablaba un muy correcto español seguramente aprendido en España y en algunos otros países de América Latina. Estudiaba una maestría en historia porque, pienso yo, seguramente su país lo estaba preparando para que fuera agregado militar en el algún país hispanohablante.  Judy iniciaba sus estudios con mucho entusiasmo y era una alumna destacada.

Poco tiempo después de su llegada, quedó embarazada con tan mala suerte que perdió al bebé. Frank la llevó a los Estados Unidos para que se recuperara pero la mala noticia fue que ya nunca podría tener hijos.  Sin perder la calma decidieron  entonces adoptar un niño mexicano. Iniciaron los trámites ante la Embajada para que todo fuera perfectamente legal y a través de unas señoras a quienes yo conocía y que tenían toda la autoridad para efectuar esos trámites.  Fue así como llegó un niñito nacido en  Guerrero al que llamaron Carson. Eran los días de fin de curso, así que se despidieron y viajaron a Utah.

Un año después decidieron adoptar una niña. Efectuaron los mismos trámites, aunque esta vez tardó más tiempo encontrar a una niñita. Finalmente, la hallaron en Oaxaca y le pusieron por nombre Cammi. Se marcharon felices con sus hijos  y, sin proponérmelo, perdí el contacto con ellos porque me vine a Durango y, luego, viajé  a San Antonio donde residí dos años y medio.  
Ahora que he encontrado la foto, veo que han transcurrido 32 años desde que fue tomada. Doy rienda suelta a la imaginación pensando en cómo habrá sido la vida de estos niños nacidos en nuestro país. Por supuesto, creo que mejor. Deben de haber tenido una buena alimentación, una buena cama donde dormir, mejor educación y quizás asistido a la universidad, lo que hubiera sido imposible para ellos creciendo en Guerrero y Oaxaca. No sé si Frank  y Judy eran mormones o si pertenecían a otra religión, pero lo que sí es seguro es que Carson y Cammi deber de haber sido educados en una religión protestante.
Por esos días,  una pareja de argentinos llegada a nuestro país a causa de la dictadura que también trabajaban en  el CEPE  (de hecho, fue ella quien inició la oficina que ayudaba a los estudiantes a encontrar alojamiento)  tenían el mismo problema: Elsa (nombre supuesto)  no podía quedar embarazada, así que recurrieron a la adopción. Esta vez a través de unas monjas que ayudaban a las mujeres que no podían encargarse de sus hijos.  Así entró Nicolás, también morenito y con un innegable aspecto de mexicanito, en sus vidas. Como ella había sido hija única,  no tenía la menor idea de cómo se alimentaba a un bebé por lo que estaba dispuesta a darle la misma leche que bebemos los adultos. En fin, fue un proceso de aprendizaje para madre e hijo.

Nicolás permaneció más tiempo en México, así que lo vimos ir creciendo como si fuera argentino, marcando la entonación al final de las palabras. Era gracioso porque sabíamos que era mexicano por nacimiento pero crecería y pensaría  como argentino.  Elsa y su pareja regresaron a Argentina en cuanto Alfonsín tomó el poder, así que no volvimos a ver a Nicolás.

Han transcurrido ya más de treinta años de lo que hoy narro. Unos crecieron como estadounidenses y otro como argentino. ¿Qué habrá sido de sus vidas? ¿En algún momento sus padres les habrán contado la verdad? Lo ignoro. De lo que sí estoy segura es que sus vidas discurrieron por cauces menos difíciles y más enriquecedores.


Según los griegos, eran tres Parcas las encargadas de tejer el destino de los humanos.  A Cloto le correspondía trenzar los hilos y las telas del destino. Laquesis movía la rueca; si  utilizaba hilos de seda y oro, significaba felicidad; por el contrario, si tejía con lana y cáñamo, atraía la desgracia.  Átropos era la Parca que cortaba el hilo de la vida.  ¿Cómo se habrán portado las Parcas con estos niños emigrados de nuestro país a lugares lejanos? 

martes, 24 de marzo de 2015

Carta desde Cape Girardeau, Mo.

CARTA  DESDE CAPE GIRARDEAU, MISSOURI

Amigos lectores:

Durante el año 1957-58 viví y estudié en el Southeast  Missouri State College, en Cape Girardeau, con una beca que obtuve gracias a un anuncio en el  periódico Excélsior,  de la Ciudad de México. Escribí innumerables cartas (ahora pienso en cómo encontré tiempo para hacerlo)  a muchísimas personas y también recibí otras tantas. Mi madre tuvo la precaución de guardar las que le envié que encontré  metidas en una bolsa. A pesar de mis múltiples cambios de casa y de que perdí tantos libros y objetos, esta sencilla bolsa nunca se extravió. ¿Me estará indicando algo el destino? Hoy comparto con ustedes esta carta escrita a mi llegada a la escuela. Respeto mi forma de escribir de entonces  para no alterar la veracidad de la misma.

Cape Girardeau, Mo., septiembre 9, 1957

Muy queridos papás y hermanos:

No se imaginan el viajecito que he hecho. Tuve chorros de contratiempos, descomposturas de autobús, retrasos de trenes, pérdida de uno de ellos, accidentes en el autobús, líos en la frontera. A Monterrey llegamos a tiempo y todo mundo fue muy amable; de allí me vine en el tren y llegamos a Nuevo Laredo a tiempo. Allí hicimos tres transbordos y ya me daban las doce con los cuatro velices. Al fin, estábamos en Laredo. Entonces empezaron los líos en Inmigración porque me pedían un papel que yo no tenía y preguntas y más preguntas y, por fin, el encargado se dio cuenta de que realmente no lo necesitaba por ser una Exchange student y me dejaron pasar.

De Laredo salimos con ½ hora de retraso y me acompañé de unas señoras mexicanas que vivían en San Antonio y que fueron muy amables. Ahí, como estábamos bastante retrasados nada más tuvimos tiempo para cambiar de tren y salir.  Afortunadamente, documenté mis maletas hasta Cape. A San Luis Missouri llegamos 15 minutos tarde y mi otro tren ya se había ido. El próximo salía a medianoche.

Cuando me vi sola, sin nadie que me ayudara y que hablara español, lo único que se me ocurrió era sentarme a llorar y regresarme, pero no lo hice pues llorar no hubiera servido de nada, así que tomé un taxi y le pedí que me llevara a los autobuses Greyhound.  Entonces, me sentí segura, pero el autobús también se descompuso y estuvimos parados una hora. Para colmo, una señora se rodó las escaleras pues el autobús era de dos pisos y se hirió bastante una pierna que le sangraba muchísimo, así que hubo que llevarla al doctor y servir de testigos de que el chofer no tenía la culpa y, al fin, en Cape.
Miss Cleaver y la comisión que me estaba esperando se asustaron muchísimo cuando yo no aparecí en  el tren de la mañana  y hablaron a San Luis preguntando por mí, pero nadie sabía nada. Finalmente, llegué aunque mi entrada no fue tan sensacional como debía serlo.

El famoso tren “Águila Azteca” es una cochinada, sucio, ruidoso, mal atendido. Pero los americanos, ¡preciosos!, sobre todo el rápido de San Luis. Tenía un coche fumador, uno de descanso, dos comedores primorosos, adornados con flores y todas las mesas con manteles blancos; muy atentos el maitre y los meseros, pagué horrores por casi no comer, pero estaba lindo. Lo más precioso era el carro de cristal, la mitad era de vidrio,  con asientos muy cómodos y era casi como estar afuera, con un clima agradabilísimo. Jamás había visto nada tan grande como la estación de San Luis; tiene cientos de vías y cada minuto sale un tren. Hay alrededor de 30 ó 40 tracks así que no hay que equivocarse. Es gigante, con un restaurante enorme, muy bonita. La vi bien a pesar de mis nervios.

El colegio, precioso, con muchos edificios; está en una colina y se ve lindo y muy  grande. Hoy fue el primer día de escuela y estuvimos muy ocupados. Para mí, todo era extraño y divertido, nadie podía pronunciar mi nombre y era la única de pelo negro entre 900 estudiantes de primer año. El dormitorio está lindo y el comedor igual, tienen costumbres distintas y comemos bastante y todo muy rico.

Por ahora, creo que es todo y me voy a dormir pues nos levantamos a las 6:15 a.m. Esta semana vamos a estar ocupadísimas  con fiestas, juegos de futbol, bailes, tés, etc.

Tengo muchas amigas nuevas muy amables y re-monas. Cuando hablan entre ellas muy aprisa no les entiendo ni una letra pues usan mucho slang,  pero ya he aprendido bastante. Yo creo que cuando llegue voy a ser una pocha pues ya comienzo a pronunciar mi nombre a la manera gringa.

Saludos a todos y platíquenles lo que les cuento. Díganles que ya escribiré. Contesten pronto.


Muchos besos,


María Rosa  

  

domingo, 1 de marzo de 2015

DE KAWABATA A MURAKAMI

DE KAWABATA A  MURAKAMI: CAMBIOS EN LA LITERATURA JAPONESA  


Amigos lectores, ¿han leído alguna obra de Haruki  Murakami o, particularmente, Tokio Blues, subtitulada en español Norwegian Wood? Bien, yo he leído tres, mejor dicho, dos y una sólo parcialmente. Cuando mis amigas en el Distrito Federal empezaron a hablar de Murakami, pensé que había llegado el momento de conocerlo  Empecé con Sputnik, my love, que me aburrió pronto y la dejé a un lado. Sin embargo, el otoño pasado al entrar a la librería Rosario Castellanos (sobre quien escribí mi tesis de licenciatura) había toda una galería de obras de Murakami. Me decidí por dos: After Dark y Tokio Blues. Norwegian Wood. Me pareció que Castellanos me llevaba de la mano.

After dark es una novela muy breve: empieza a las 11:55 p.m. y termina a las 6:00 a.m. Es decir, todo sucede en una noche. Murakami nos presenta un Tokio alucinante, con más luz y movimiento que Nueva York (o al menos, la ciudad que yo conocí). Los personajes, todos jóvenes, van coincidiendo en una cafetería que nunca cierra porque parece lo más normal cualquiera  entre a la medianoche, con un libro en la mano, ordene una bebida y se ponga a leer. Así ocurre con  la chica Mari Asai que empieza a conversar con Takahashi,  un trombonista que conoció fugazmente y que no tiene intención de dejarla sola. Por casualidad, conocerán un love-ho (hotel de paso) donde todo se maneja a base de botones por lo que no hay necesidad de ver o hablar con nadie. La situación se complica por lo que ocurre a una prostituta china fuertemente golpeada por su cliente y Mari se convierte en detective. Por el contrario, la bella Eri, hermana de Mari, duerme profundamente en su recámara mientras alguien la observa desde un televisor encendido.  Los padres no aparecen ni tienen ningún rol importante en la historia. 

La novela Tokio Blues Norwegian Wood (melodía compuesta por los Beatles), de la que se han vendido más de cuatro millones de ejemplares según se informa en la solapa, tiene casi 400 páginas que hay que leer con atención. La música juega también un papel importantísimo.  La narración empieza cuando Watanabe, de 37 años, aterriza en Hamburgo y retrocede en el tiempo hasta su juventud, cuando a los dieciocho años llega al Instituto para continuar su educación y donde poco después conocerá a Kizuki, quien le presentará a su novia Naoko, que se convertirá en un personaje fundamental en la vida de Watanabe. Podemos entonces clasificarla como una Bildungsroman, una historia de iniciación o adolescencia. 

La novela es realmente un blues porque predomina el tono melancólico que a veces explota con alegría y que alterna con otros ritmos. Al comentar un amigo,  en la radio, que, en español,  Bosque de Noruega,  no sonaba realmente romántico y que ese  subtítulo era incomprensible,  otra amiga nos informó que es el nombre de un gato exportado desde Noruega apenas en la década de 1970, por lo que es un miembro relativamente reciente del club felino. El libro que consulté añade unos datos interesantes:

Históricamente hablando, una leyenda noruega nos habla de skogatt, un gato habitante de las montañas con capacidad para escalar las escarpadas rocas, imposibles para otros, En realidad, el bosque de Noruega es un magnífico escalador, con un aspecto un tanto etéreo, por lo que la leyenda puede estar basada en hechos reales. Los cuentos populares mencionan asimismo a gatos enormes servidores de Freya, la diosa noruega del amor y la belleza. (Guía completa de gatos, p. 181). 

Entonces sí cobra sentido el subtítulo. Como todos sabemos, el gato es un animal sensual, que se estira lánguidamente y deja que lo acariciemos cuando lo desea. De otro modo, se escabulle. El Bosque de Noruega  tiene un pelo largo y sedoso que despierta el deseo de acariciarlo. Y así es Naoko, la amada de Watanabe, dueña de una hermosa cabellera negra, que un buen día desaparece sin dejar rastro.

 La historia de ese amor y de cómo va madurando Watanabe es el hilo conductor de la novela. Hay  también personajes secundarios importantísimos que revelan la forma de ser de los jóvenes japoneses actualmente (según Murakami) y la frecuencia con que recurren al suicidio sin dudarlo: los padres y la familia carecen de importancia y apenas si se les menciona.  Tampoco hay ninguna preocupación por la religión.

Murakami ha escrito novelas que se apartan por completo de los objetivos propuestos por Kawabata (galardonado con el Nobel en 1968) que defendía las tradiciones del Japón,  que se oponía radicalmente a la occidentalización de su país y que se suicida en 1972. Por el contrario, Murakami se abre al mundo y a la música occidental y ofrece al lector seguramente una visión real del Japón actual.