sábado, 16 de septiembre de 2017

Cantando en la lluvia

CANTANDO EN LA LLUVIA

La otra tarde, cuando mi querido asistente Nicolás, que me auxilia en todo lo que tiene que ver con la computadora, se despedía para regresar a su casa, empezó una fuerte lluvia. No había traído ni chamarra ni cachucha, así que corría el riesgo de quedar ensopado de inmediato. Entonces, le dije, “te puedo prestar un paraguas para que te proteja un poco. ¿Lo quieres?” Me contestó que sí y al salir lo abrió. En ese momento se me vino a la mente la famosa escena de Gene Kelly, cantando en la película “Singing in the rain”, cuyos versos comienzan así:  

Singin in the rain
Just singin in the rain
What a glorious feeling
And I’m happy again.

I’ll walk down the lane
With a happy refrain
Just singin
                                                                  Singin in the rain.  

De inmediato, empezamos  a tararearla y a pretender que bailábamos en el espacio de mi vacío garaje, pero él se fue con una sonrisa y yo me quedé cantando la canción y sintiendo que los años retrocedían y que, de nuevo, tenía veinte años y toda la energía del mundo para bailar.

La película fue muy famosa, sobre todo por la escena de Gene Kelly cantando y bailando en la lluvia. En el filme estuvieron también Debbie Reynolds (que debutaba en el cine) y Donald O’Connor. Se estrenó en México el 15 de octubre de 1952. El filme recibió varios premios, entre ellos, el Globo de Oro al mejor actor y el premio  WGA al mejor guión de un musical.

No sé si Nicolás habrá visto la película alguna vez. Yo la vi varias veces y cada vez la disfrutaba más. La última vez que la proyectaron en la Cineteca de Durango fue un fracaso porque el sonido estaba muy dañado y ni siquiera pudimos disfrutar bien de la famosa escena.


Sin embargo, pretender bailar un poco y seguir tarareando la canción durante el resto de la tarde, fue para mí un magnífico final para ese día. 

La imagen es bella y apropiada para reflexionar sobre la propia vida.

FILOSOFANDO

En la parte inferior de la fotografía se leen estas palabras escritas por Olive Schreiner: “ All day where the sunlight played on the seashore, Life sat”. Ignoro si él es también el creador de la imagen o si el fotógrafo las tomó para ilustrar su creación. Sea como fuere, entre los dos nos entregan una bella imagen que nos invitar a reflexionar.

En primer lugar, es una escena de gran paz: la mecedora está fija, no hay nadie en el embarcadero, el mar se ve tranquilo y no hay brisa que mueva las hierbas. Lo más importante: no hay nadie sentado en la mecedora, o sea, que el fotógrafo nos pide que también nosotros, al ver la imagen, nos sintamos invadidos por la paz que nos permite, o bien, cerrar los ojos y, como la vida, dejar que el tiempo pase y nosotros disfrutemos de esos momentos de paz, o bien que reflexionemos un poco acerca de nuestra vida.

El sol parece benevolente porque la sombra de la mecedora es perfecta y contribuye a la paz del paisaje. ¿Quién será el dueño de la mecedora? Podría ser un norteamericano de los que gustan de vivir en aislamiento y cerca del mar o de un lago. O podría ser alguien que llegó de vacaciones y se levantó un momento para conseguir un refresco o un café.

Es un buen momento de gran paz para reflexionar un poco sobre la propia vida aun si no tenemos la mecedora ni estamos frente al mar. Si deseamos que sea el mar tendríamos que buscar una playa lejos de los ruidosos turistas porque, de otra manera, es imposible concentrarse. Quizá sería mejor una cabaña en las montañas.

Para quienes gustan de practicar el yoga o alguna disciplina oriental que exija el silencio y la concentración, además de no movernos mucho o nada, sitios así son ideales. Ahora, sobre qué les gustaría reflexionar: ¿la propia vida, la condición del mundo, el trabajo que se realiza diariamente, el futuro? Todos son temas apropiados, pero también sería excelente que conserváramos el silencio y sólo observáramos la escena y dejemos que el silencio nos guíe en alguna dirección.

Esta tarjeta me la envió una querida amiga que vive en Ben Franklin, Texas, hace ya varios años cuando estaba planeando visitarla quizá por última vez. En ese rancho se puede disfrutar de una gran paz. Casi no circulan autos por la carretera y los vecinos están “a prudente distancia”, como escribió Rosario Castellanos, en un poema. Como su marido perdió el oído a consecuencia de haber estado expuesto al agente naranja durante la guerra de Viet Nam (él pertenecía a las tropas norteamericanas), no tiene caso poner un disco u oír el radio porque, además, las noticias son todas locales. De manera que el silencio se extiende por toda la casa. Los pájaros que llegan a alimentarse a las 5:00 a.m. también lo hacen en silencio. Como si supieran que deben guardar silencio.

Siempre me ha gustado verla y por eso la tengo en mi escritorio, al que me acerco todas las mañanas.


Ojalá que a ustedes les guste y los inspire para unos minutos de meditación. Se habría cumplido el objetivo de por qué decidí escribir estas líneas.  

Empecé mi blog en 2013 y continúo fielmente cada vez que puedo

AVANCE DE MI BLOG “HUEVITOS DE FALTRIQUERA”

Una vez más, amigos lectores, me han llenado de alegría. Según las estadísticas del sábado 2 de septiembre, el número de visitas a mi página ascendía a 11,500 y de los países más diversos lo cual me encanta porque veo que mi página sí les agrada a lectores de distintas regiones del mundo.

Cuando llegué a 10,870 visitors, los países que tenía registrados eran los siguientes:

México
Ecuador
USA
España
Argentina
Venezuela
Bolivia
Canadá
India

Como podrán ustedes observar, predominaban los países hispanoblantes, aunque se agregan otros donde se hablan otras lenguas, pero en este mundo tan interconectado es fácil que estén estudiando español o sean personal de los consulados o embajadas de México.

La semana pasada la lista se hizo más larga con los siguientes países:

Ucrania
Alemania
Perú
Polonia
Irlanda
China

Gracias, amigos lectores, por continuar visitando mi blog. Como ya lo he expresado en otras ocasiones, me llena de alegría cuando me doy cuenta de que no se desaniman cuando alguna semana no puedo escribir. Les comunico también que ya he escrito 229 textos (más que suficientes para escribir un libro) y me doy cuenta de que prefieren escritos sobre la vida o las aventuras diarias, más que los de la literatura.


Como tengo una maestría en Letras Iberoamericanas, pronto les escribiré tres textos sobre las más famosos heroínas suicidas en la literatura europea del siglo diecinueve: Madame Bovary, Ana Karenina y Ana de Ozores. Esta última no es conocida porque fue escrita por un el español Leopoldo Alas, “Clarín”, en la época en que España estaba cerrada a las relaciones con el resto de Europa.   

lunes, 4 de septiembre de 2017

Recuerdos de mis días en bicicleta

ANDANZAS EN BICICLETA 

Amigos lectores, entre estas dos fotografías  deben de haber transcurrido alrededor de setenta años. En la primera, estamos mi hermano Carlos y yo, cada uno en su bicicleta. Si se fijan bien, la mía tiene una barra curva como era lo indicado para una niña. Debo haber tenido entre nueve y diez años; mi hermano, tres años menos que yo. Estamos en el hermoso paseo de Las Alamedas y al fondo se ve el inicio de la calle de Analco. Hay una gran paz, no se observa ningún automóvil porque en esos días eran escasos en Durango y tampoco había muchos ladrones ni otra clase de peligros, por eso era seguro que dos niños salieran  pasear en su bicicleta. Me encantaba andar en bicicleta y todavía me gustaría hacerlo si mis rodillas me lo permitieran.

La otra foto fue tomada afuera de mi casa, una tarde en que mi amiga Anhel y su novio decidieron venir en bicicleta a visitarme en lugar de utilizar el automóvil. Al presentarse en la caseta de entrada al fraccionamiento, los vigilantes no sabían qué hacer pues no tenían cara de mensajeros (y éstos ya no usan la bicicleta sino la motocicleta que es mucho más rápida), así que no sabían si dejarlos entrar o no. Tuve que llamar a la caseta y decir que eran ellos las personas que esperaba y que les permitieran el paso. Cuando ya se iban, sentí la tentación de subirme a una bicicleta y ver si todavía podía dar un breve paseo, pero a la mera hora, me dio miedo y pensé que podría empeorar la condición de mis rodillas en lugar de pasear feliz unos minutos.

Recuerdo ahora una aventura que pudo haberme costado la vida o por lo menos tener un serio accidente. Fue en Malden, Missouri, en 1958, poco antes de mi regreso a Durango al concluir mi año como becaria en el Southeast Missouri State College. Íbamos en bicicleta mi amiga Carol Mackey y yo y veníamos bajando una cuesta a una  velocidad provocada por la forma del terreno. Yo no conocía bien esa bicicleta que tenía los frenos en los pedales, a lo que yo no estaba acostumbrada. Al terminar la cuesta había una gran señal de STOP en los cuatro sentidos. Oprimí los pedales lo más que pude, pero no logré frenar. Oí un gran grito de Carol que me indicaba CUIDADO, pero me fue imposible detenerme.  Los cuatro coches que estaban en la carretera sonaron el klaxon de su automóvil y los oí gritarme con gran susto, pero lo único que hice fue encomendarme a Dios y bajar la cuesta a toda velocidad. Afortunadamente, los automóviles habían frenado y esto impidió el accidente. Cuando me alcanzó Carol, nos dimos un abrazo y decidimos caminar hasta la casa en lugar de seguir en la bicicleta.

En la Ciudad de México, durante varios años la chica que era mi secretaria y yo íbamos al bosque de Chapultepec a andar en bicicleta los domingos como a las 8:30 a.m. Ni ella ni yo teníamos una bicicleta, pero había un sitio donde las rentaban a la entrada de Chapultpec y ahí las conseguíamos. A veces la bicicleta estaba tan mala que casi era preferible caminar, pero, mientras duraron,  disfrutamos mucho de nuestros paseos.

Hoy, las bicicletas son muy sofisticadas y tienen todavía una gran aceptación. Aquí en Durango hay grupos que hacen largos recorridos durante los domingos, aunque, como es costumbre, los sigue una camioneta por si alguien ya no puede continuar.  Otros grupos van hasta Mazatlán, aunque el recorrido lo hacen con una o dos escalas.

Por supuesto, también existen las bicicletas fijas para hacer ejercicio, aunque tengo la impresión de que han sido sustituidas en muchos casos por las caminadoras.  Según información del internet, la bicicleta fue inventada en 1817 por el barón alemán Karl Christian Ludwig Draies von Sauerbronn y consistió en un vehículo que tenía dos ruedas y que llamó “máquina andante”. En muchas ciudades europeas es común utilizarlas como medio de transporte con toda seguridad porque todos respetan las reglas de tránsito.

 En la Ciudad de México se han construido ciclopistas para que los ciclistas puedan pedalear con toda seguridad y existen unos puestos donde se puede rentar una bicicleta. El ciclista la utiliza mientras la necesita y, luego,  la deposita en otro puesto, en otra calle, y paga por el tiempo que la utilizó. En Durango no es seguro utilizar la bicicleta excepto en días en que se organizan carreras especiales y se suspende la circulación de automóviles. Sin embargo, muchos trabajadores que no tienen dinero para comprar un automóvil o para pagar la tarifa del autobús urbano, utilizan la bicicleta como medio de transporte para llegar hasta su lugar de trabajo pues es más económico, aunque riesgoso.