domingo, 19 de febrero de 2017

Texto escrito hace años pero que me propuse rescatar hoy.

YO, BERTOLT BRECHT, SOY DE LOS BOSQUES NEGROS.

Y sin embargo sabemos:
También el odio contra la bajeza
Desfigura las facciones.
También la ira contra la injusticia
Pone ronca la voz. Ah, nosotros
Que queríamos preparar el terreno para la amabilidad,
No pudimos nosotros mismos ser amables.
Ustedes, sin embargo, cuando lleguen los tiempos
En que el hombre sea amigo del hombre
Piensen en nosotros
Con indulgencia.

Bertolt Brecht, “A los hombres futuros”

Bertolt Brecht nació en Augsburgo, antiguo reino de Baviera, en 1898. Para los hispanohablantes, ese año es de capital importancia: por una parte, España perdió sus tres últimas colonias de ultramar: Filipinas, Cuba y Puerto Rico,  con lo que el imperio español pasó a ser sólo un capítulo de la historia de España, del mundo y de los países iberoamericanos. Desde el punto de vista literario, surgió en ese año la Generación del 98, como se conoce, entre otros, a Antonio y Manuel  Machado, Pío Baroja, Miguel de Unamuno y Leopoldo Alas (Clarín).

La geopolítica europea era muy diferente de la que existía a su muerte en 1956. Existía el Imperio Austro-Húngaro, gobernado por el emperador Francisco José. La reina Victoria era la soberana de Inglaterra. Dinamarca se encontraba bajo la dirección del emperador Leopoldo II. Prusia tenía como rey a Guillemo II que, al mismo tiempo, era emperador de Alemania. España ya había  tenido su primera república, pero a finales del siglo XIX  Alfonso XII había recuperado el trono. El más infortunado fue el zar Nicolás II de Rusia a quien le tocó en suerte la guerra rusojaponesa, el establecimiento de la Duma (que era un régimen parlamentario), la alianza francorrusa, la Primera Guerra Mundial y el estallido de la Revolución en 1917, cuando junto con su familia fue asesinado por los bolcheviques. Francia estaba gobernada por Félix Faure y se defendía de Alemania e Inglaterra.

Brecht tenía dieciséis años cuando estalló la Primera Guerra Mundial y, a lo largo de sus 58 años de vida, le tocó presenciar y sufrir las consecuencias de las dos guerras mundiales, de un difícil período de entreguerras, del nazismo, de la guerra de España, de la revolución rusa y de otros conflictos bélicos. Además, su simpatía por la ideología socialista y su oposición al nazismo lo obligaron al exilio. En 1933,  junto con su familia se estableció en Dinamarca, pero pronto este país fue  invadido por los nazis. Marchó entonces a Suecia, en 1939. De ahí se dirigió  a Finlandia y, en 1941, decidió  emigrar a los Estados Unidos. Cruzó el inmenso territorio de la URSS  en el expreso de Siberia. Diez después de salir de Vladivostok, en un barco sueco, las tropas  de Hitler invadieron la URSS. A su llegada a los Estados Unidos, estableció su residencia en Santa Mónica.

Una vez firmada la paz después de la Segunda Guerra Mundial, surgió  el macartismo  en los Estados Unidos y, con ello, la persecución de todos los simpatizantes de la ideología socialista. Por ello, decidió  regresar a Europa y escogió como residencia a la República Democrática Alemana donde fundó  una compañía de teatro que revolucionaría las artes escénicas: el Berliner Ensemble.

Su vida trashumante y los eventos que le tocó en suerte vivir, la crueldad de la guerra, la injusticia  social, el temor a la delación, influyen de modo decisivo en su pensamiento y en su obra. Tiene poco tiempo para la poesía lírica que canta el paisaje, los atardeceres o el amor. Por el contrario, escribe una poesía dura, directa, realista que poco se ocupa de la forma y mucho de lo que es imprescindible decir.

Esta colección de poemas editada por la Universidad Juárez del Estado de Durango se divide en catorce apartados, a saber: “Devocionario del hogar” (1918-1926); “De un libro de lectura para habitantes de la ciudad” (1926-1933); “Canciones, poemas, coros” (1918-1933”; “Poemas escogidos” (1918-1933), “Poemas de Svendborg”  (sin fecha); “I Cartilla de guerra alemana”,”Canciones infantiles”, “Crónicas”, “Sátiras alemanas”,  “Colección Steffin” (todos los anteriores sin fecha); “Poemas escogidos” (1938-1947) 1956), “Elegías de Buckow” (sin fecha) y “Canciones infantiles” (1950).  Fue el creador, además, de una notabilísima obra dramática con obras tan famosas como, por ejemplo, La ópera de los tres centavos y Madre coraje.

En 1916, se reunieron en Zurich varios intelectuales y artistas que propiciaron  una  revolución en el arte; se trata del movimiento conocido como el vanguardismo. Para la poesía no hay obligación de  respetar la rima y la métrica, además de que se acepta la abolición de la puntuación y el uso sin restricción de la metáfora. Gracias al futurismo italiano, entran a la poesía temas como la fábrica, el cine, el ferrocarril, la guerra, y ello beneficia a Brecht que puede escribir con toda libertad poemas cortos (muy pocos), largos, de denuncia,  narrativos, combinando versos de distinto número de sílabas y distintos géneros, amén de servirse con mucha frecuencia del encabalgamiento.

En cuanto al tema amoroso, esta antología nos presenta el poema “Recuerdo de María A”, cuya primera estrofa dice así:

Aquel día de luna azul de septiembre,
Quieto bajo un ciruelo joven,
Sostuve  al amor pálido y tranquilo
En mis brazos como un dulce sueño.
Y en el más hermoso cielo del verano
Contemplé una nube sobre nosotros largo rato.
Era muy blanca e increíblemente alta.
Y cuando volví a mirarla, se había ido. (p. 58)

Cambiando de tónica y tras el ascenso del nazismo y, años más tarde, del macartismo, escribe un poema que revela la inseguridad en que se vivía. Se titula “Borra las huellas” y en su primera estrofa leemos:

Sepárate de tus camaradas en la estación.
Ve por la mañana a la ciudad con la chaqueta abotonada.
Búscate un alojamiento y cuando tu camarada
Toque.
No abras. Oh, no abras la puerta
Al contrario.
¡borra las huellas! (p. 68)

Entre los poemas narrativos que más huella dejaron en mí se encuentran dos: “Balada de las viudas de Osseg” y “Sobre el calificativo de emigrantes”. El primero es una denuncia sobre la situación de estas mujeres que han perdido a sus maridos en las minas de carbón y que, por supuesto, no han recibido indemnización alguna. Dice así:

Las viudas de Osseg en traje de luto.
Vinieron a Praga a preguntar:
¿Qué van a hacer por nuestros hijos, querida
gente?
¡Ellos no han comido nada hoy!
Y sus padres han sido aniquilados en las minas de
Ustedes.
¿Qué, preguntaron los señores de Praga,
qué debe hacerse con las viudas de Osseg?  (p. 116)

El siglo XXI, afirman los sociólogos e historiadores, se caracterizará por la intensa movilización de gente de los países del sur hacia el norte. La prueba la tenemos en nuestros países latinoamericanos de  donde, según las cifras más recientes, miles de  personas arriesgaron  la vida para llegar a los Estados Unidos y Canadá. No son los únicos. Los turcos emigran a los países nórdicos y a Alemania. Los africanos se dirigen a España y Francia. Los asiáticos hacia Gran Bretaña. En el poema “Sobre el calificativo de emigrantes”,  que Brecht califica de sátira, escrito en versos largos, encabalgados, e intercalando lo que parece un versículo, inicia su protesta  con los siguientes versos:

Siempre encontré equivocado el nombre que se
          nos daba: expatriados.
Eso quiere decir emigrantes. Pero nosotros
No emigramos por libre decisión,
Escogiendo otro país. Tampoco marchamos
A otro país para quedarnos en él para siempre
Sino que huimos. Somos expulsados, desterrados.
Y el país que nos acoge no debe ser un hogar sino
          Un exilio.  (p. 185)

En el soneto titulado “El remordimiento”, escrito cuando Jorge Luis Borges tenía más de setenta años,  deja una confesión:

                              Mis padres me engendraron para el juego
                              Arriesgado y hermoso de la vida.
                              Para la  tierra, el agua, el aire, el fuego.
                              Los defraudé. No fui feliz. Cumplida no
                              Fue su joven voluntad /…/

Por su parte, en “Perseguido por buenas razones”, Brecht inicia de la siguiente manera:

                              Crecí como un hijo
                              De gente acomodada. Mis padres
                              Me pusieron un cuello almidonado y me criaron
                              En las costumbres de ser servido
                              Y me enseñaron el arte de mandar. Pero
                              Cuando hube crecido y miré a mi alrededor,
                              No me gustó la gente de mi clase,
                              Ni mandar, ni ser servido
                              Y abandoné mi clase y me uní
                              A los humildes.
                              Así,
                              Criaron a un traidor, le enseñaron
                              Sus artes, y después él
                              Los entrega al enemigo. (p. 190)


Borges asegura que no fue feliz. No obstante, su herencia intelectual es invaluable y sus huellas no serán fáciles de borrar. Brecht se confiesa un traidor. Y gracias a esa traición –que no es tal- y a la serie de eventos históricos que revolucionaron la geopolítica mundial, nos ha legado piezas de teatro creadas para sacudir las conciencias. En la poesía, menos conocida que su obra dramática, encontramos al mismo hombre preocupado por la inequidad, la falta de justicia social, la desigualdad económica, expresados mediante una economía de lenguaje, como es propio de la expresión poética. No es un traidor sino la voz de aquellos que no la tienen. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario