domingo, 19 de febrero de 2017

Recordando cómo era la calle 5 de febrero en la década de los cincuenta.

LA CALLE 5 DE FEBRERO EN DURANGO

La otra tarde tuve oportunidad de recorrer con una amiga, en su viejo Volkswagen, la calle de 5 de Febrero, una de las más importantes de la ciudad, que corre de oriente a poniente, y que, de inmediato, me trajo muchos recuerdos del pasado. Fue la calle más importante desde el punto de vista comercial porque muchos importantes establecimientos estaban ubicados en esa calle.

Empecemos el recorrido partiendo del templo del Sagrado Corazón de Jesús, frente al jardín de San Antonio, que en realidad se llama jardín Morelos, y que está enfrente del actual Hospital General, de cuatro pisos, y del Centro Antialacránico  que sustituyó al antiguo Hospital Civil, de una sola planta, y cuyo piso estaba formado por mosaicos verdes y blancos.

Más adelante,  en la esquina de Zarco y 5 de Febrero se encuentra todavía la casa que ocupó el Lic. José Ignacio Gallegos y su numerosa familia que se dispersó por el país. El abogado cambió las leyes por la historia y se dedicó a estudiar la de Durango dejando varios libros valiosos que pueden consultarse en la Biblioteca Pública del Estado.

En la cuadra siguiente, en la acera sur, se encontraba la famosa mercería El Arbolito, propiedad del señor Tufic Shade, que llegó a Durango a principios del siglo veinte. Unos pasos más allá se encontraba la tienda de abarrotes El Naranjo, fundada en los años veinte por don José Revueltas, padre de sus famosos hijos José (escritor), Silvestre (músico), Fermín (pintor) y Rosaura (actriz), y el señor Fidel Gutiérrez. Cuando el señor Revueltas decidió abandonar la ciudad, la tienda pasó a ser propiedad exclusiva de los señores Gutiérrez. Cuando llegaron los grandes supermercados, El Naranjo desapareció.

En la acera norte, frente a El Naranjo, se encontraba el almacén La Conquistadora, propiedad de don Jesús Martínez, que vendía absolutamente todo lo necesario para la vida diaria desde escobas, trapeadores y sartenes para la cocina hasta muebles para baño y papelería. Ha desaparecido y ocupan su lugar pequeños comercios que venden, a su manera, lo mismos productos.

En la cuadra siguiente, en la esquina de 5 de Febrero y Pasteur, se encontraba la tienda La Mascota, propiedad del señor Pedro Milán, que también desapareció. En la acera de enfrente se encontraba el restaurante Tupinamba que vendía exquisito pan para consumir ahí o llevar a casa. Un poco más adelante, en la esquina con la calle Francisco I. Madero se encontraba el almacén Al gran número once, propiedad de los señores García de la Parra. Este edificio tiene una historia extraordinaria porque de ser un edificio anodino, cuando fue vendido, y  adquirido por don Jesús Elizondo que lo restauró. Al demoler un muro, se encontró un cuarto donde se dice que había un gran tesoro que sirvió para cubrir el costo de la excelente restauración lo que le permitió al edificio recuperar su antigua belleza colonial. Actualmente es la sede del antes llamado Banco Nacional de México, y hoy City Banamex, y es conocido como el Palacio del conde de Súchil y fue construido por el alemán Maximiliano Damm.

Un poco más adelante se encontraba la ferretería La Suiza, propiedad de la familia von Bertrab, que fue cruelmente incendiada durante la revolución, como lo fueron casi todos los bellos edificios de la calle 5 de Febrero. Fue restaurada y se dedicó al comercio, pero ahora ha desaparecido por completo.
En la cuadra siguiente se encontraban dos tiendas especializadas en telas que competían entre sí: Las fábricas de Francia, propiedad de don Salvador Toulet, y La Francia Marítima, que pertenecía a los señores Lombard. Vendían especialmente telas, aunque también perfumes, porque en esos días no existían en Durango almacenes que vendieran ropa hecha. Entonces, tanto hombres como mujeres compraban el material que necesitaban para un vestido o  un traje y acudían a las modistas o a los sastres.

El almacén que ofrecía telas muy elegantes como falla, satín, encajes y otros más era propiedad de don Lolo y quedaba frente al Multifamiliar que se construyó en los años cincuenta. A su muerte,  sus hijas quedaron al frente del negocio y eran conocidas como las Lolas. Llegué a comprar ahí alguna hermosa tela para ocasiones especiales y cuando caminaba por ese rumbo siempre recordaba a las dueñas que fueron siempre sumamente amables conmigo.

Frente a la Plaza de Armas, y contra esquina de La Francia Marítima, se encontraba el merendero Excélsior, propiedad de don Aurelio de la Parra. Era, además, una magnífica nevería famosa por sus conos y paletas de nieves llamadas Especial, Campechana, Japonesa y otras más comunes como de limón o de vainilla y chocolate. El edificio no fue destruido, afortunadamente, pero hoy lo ocupan varios inquilinos, entre otros las hamburguesas Mac Donald. Cuando vi que ese empresa hacía los arreglos necesarios para abrir sus puertas, sentí ganas de llorar. Luego, recapacité y pensé que era mejor que se utilizara en lugar de dejarlo vacío y que el tiempo lo destruyera.

Al terminar esa cuadra se encontraba la Papelería Saracho que surtía a la población de todo lo necesario y que también tenía un rival en La Escolar, que hoy es una gran papelería situada en la esquina de 5 de Febrero y Victoria, sitio donde estuvo la zapatería El Paje.


Por supuesto, había muchos otros establecimientos, pero esos son principalmente los que acudieron a mi memoria inundándome con recuerdos de los días en que recorría esas calles rumbo al departamento que ocupaba junto con mis padres y mis hermanos en la calle Patoni, a una cuadra de 5 de Febrero.   

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