LA CALLE 5 DE FEBRERO
EN DURANGO
La otra tarde tuve oportunidad de
recorrer con una amiga, en su viejo Volkswagen, la calle de 5 de Febrero, una
de las más importantes de la ciudad, que corre de oriente a poniente, y que, de
inmediato, me trajo muchos recuerdos del pasado. Fue la calle más importante
desde el punto de vista comercial porque muchos importantes establecimientos
estaban ubicados en esa calle.
Empecemos el recorrido partiendo
del templo del Sagrado Corazón de Jesús, frente al jardín de San Antonio, que
en realidad se llama jardín Morelos, y que está enfrente del actual Hospital
General, de cuatro pisos, y del Centro Antialacránico que sustituyó al antiguo Hospital Civil, de
una sola planta, y cuyo piso estaba formado por mosaicos verdes y blancos.
Más adelante, en la esquina de Zarco y 5 de Febrero se
encuentra todavía la casa que ocupó el Lic. José Ignacio Gallegos y su numerosa
familia que se dispersó por el país. El abogado cambió las leyes por la
historia y se dedicó a estudiar la de Durango dejando varios libros valiosos
que pueden consultarse en la Biblioteca Pública del Estado.
En la cuadra siguiente, en la
acera sur, se encontraba la famosa mercería El Arbolito, propiedad del señor
Tufic Shade, que llegó a Durango a principios del siglo veinte. Unos pasos más
allá se encontraba la tienda de abarrotes El Naranjo, fundada en los años
veinte por don José Revueltas, padre de sus famosos hijos José (escritor),
Silvestre (músico), Fermín (pintor) y Rosaura (actriz), y el señor Fidel
Gutiérrez. Cuando el señor Revueltas decidió abandonar la ciudad, la tienda
pasó a ser propiedad exclusiva de los señores Gutiérrez. Cuando llegaron los
grandes supermercados, El Naranjo desapareció.
En la acera norte, frente a El
Naranjo, se encontraba el almacén La Conquistadora, propiedad de don Jesús
Martínez, que vendía absolutamente todo lo necesario para la vida diaria desde
escobas, trapeadores y sartenes para la cocina hasta muebles para baño y
papelería. Ha desaparecido y ocupan su lugar pequeños comercios que venden, a
su manera, lo mismos productos.
En la cuadra siguiente, en la
esquina de 5 de Febrero y Pasteur, se encontraba la tienda La Mascota,
propiedad del señor Pedro Milán, que también desapareció. En la acera de
enfrente se encontraba el restaurante Tupinamba que vendía exquisito pan para
consumir ahí o llevar a casa. Un poco más adelante, en la esquina con la calle
Francisco I. Madero se encontraba el almacén Al gran número once, propiedad de
los señores García de la Parra. Este edificio tiene una historia extraordinaria
porque de ser un edificio anodino, cuando fue vendido, y adquirido por don Jesús Elizondo que lo
restauró. Al demoler un muro, se encontró un cuarto donde se dice que había un
gran tesoro que sirvió para cubrir el costo de la excelente restauración lo que
le permitió al edificio recuperar su antigua belleza colonial. Actualmente es
la sede del antes llamado Banco Nacional de México, y hoy City Banamex, y es
conocido como el Palacio del conde de Súchil y fue construido por el alemán
Maximiliano Damm.
Un poco más adelante se
encontraba la ferretería La Suiza, propiedad de la familia von Bertrab, que fue
cruelmente incendiada durante la revolución, como lo fueron casi todos los
bellos edificios de la calle 5 de Febrero. Fue restaurada y se dedicó al
comercio, pero ahora ha desaparecido por completo.
En la cuadra siguiente se
encontraban dos tiendas especializadas en telas que competían entre sí: Las
fábricas de Francia, propiedad de don Salvador Toulet, y La Francia Marítima,
que pertenecía a los señores Lombard. Vendían especialmente telas, aunque
también perfumes, porque en esos días no existían en Durango almacenes que
vendieran ropa hecha. Entonces, tanto hombres como mujeres compraban el
material que necesitaban para un vestido o un traje y acudían a las modistas o a los
sastres.
El almacén que ofrecía telas muy
elegantes como falla, satín, encajes y otros más era propiedad de don Lolo y
quedaba frente al Multifamiliar que se construyó en los años cincuenta. A su
muerte, sus hijas quedaron al frente del
negocio y eran conocidas como las Lolas. Llegué a comprar ahí alguna hermosa tela
para ocasiones especiales y cuando caminaba por ese rumbo siempre recordaba a
las dueñas que fueron siempre sumamente amables conmigo.
Frente a la Plaza de Armas, y
contra esquina de La Francia Marítima, se encontraba el merendero Excélsior,
propiedad de don Aurelio de la Parra. Era, además, una magnífica nevería famosa
por sus conos y paletas de nieves llamadas Especial, Campechana, Japonesa y
otras más comunes como de limón o de vainilla y chocolate. El edificio no fue
destruido, afortunadamente, pero hoy lo ocupan varios inquilinos, entre otros
las hamburguesas Mac Donald. Cuando vi que ese empresa hacía los arreglos
necesarios para abrir sus puertas, sentí ganas de llorar. Luego, recapacité y
pensé que era mejor que se utilizara en lugar de dejarlo vacío y que el tiempo
lo destruyera.
Al terminar esa cuadra se
encontraba la Papelería Saracho que surtía a la población de todo lo necesario
y que también tenía un rival en La Escolar, que hoy es una gran papelería
situada en la esquina de 5 de Febrero y Victoria, sitio donde estuvo la
zapatería El Paje.
Por supuesto, había muchos otros
establecimientos, pero esos son principalmente los que acudieron a mi memoria
inundándome con recuerdos de los días en que recorría esas calles rumbo al
departamento que ocupaba junto con mis padres y mis hermanos en la calle
Patoni, a una cuadra de 5 de Febrero.
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