sábado, 28 de mayo de 2016

Comentarios sobre este proyecto de Paul Auster. Enjoy them.

RETRATO DE LA SOCIEDAD ESTADOUNIDENSE

El libro Creía que mi padre era Dios (2012)es el resultado del Proyecto Nacional de Relatos, coordinado por el famoso escritor norteamericano Paul Auster, y responde a la invitación de la Radio Pública Nacional transmitida por dicha estación solicitando a los radioescuchas que escribieran sus relatos -breves, naturalmente-  y los enviaran a la estación. La respuesta fue sorprendente. Dice Paul Auster, “De las cuatro mil historias que he leído, la mayoría han sido lo suficientemente atractivas como para atraparme de principio a fin”.

 Por supuesto, no todas podían formar parte de un libro y, aun así, este volumen tiene 611 páginas y contiene cuarenta y cuatro historias distribuidas en las siguientes categorías: Animales, Objetos, Familias, Disparates, Extraños, Guerra, Amor, Muerte, Sueños y Meditaciones. Incluye, además, un prólogo por Auster donde narra cómo surgió el proyecto, el impresionante resultado de la invitación hecha por RPN porque se recibieron miles de historias  y las dificultades para hacer la selección. Por supuesto, las historias son breves y sólo unas cuantas exceden de las tres páginas.

Hay unas historias conmovedoras narradas en apenas dos párrafos y otras muy divertidas. Por ejemplo, en la sección “Animales” que aparece al inicio del libro, hay unas formidables respecto de la conducta de los animales. Por ejemplo, la de la gallina que sale a pasear por su cuenta por las calles aledañas a la casa donde vive. Al llegar a ésta, sube los escalones, picotea fuertemente en la puerta para que le abran y entra.

En el fraccionamiento donde vivo, hay un  perrillo chihuaha que solía pasear solo por la mañana a lo largo de mi calle (ahora ya no lo hace porque la administración prohibió que los perros pasearan solos). Yo solía sentarme en una silla afuera de la casa y leer, el perro pasaba se detenía, me observaba (no permitía que me acercara), hacía su recorrido, se detenía nuevamente a mirarme y se alejaba rumbo a su casa. Cuando yo no estaba en la silla, se detenía, esperaba como cuestionando mi ausencia, y luego emprendía la marcha. Sé esto porque lo miraba por la ventana. 

Hay otra historia fantástica sobre un caballo llamado Vértigo que era “palomino, grande, bonito y testarudo”. Además, había sido entrenado para desfiles y estaba acostumbrado a lucir su estampa en desfiles y cabalgatas. Cuando lo compran para llevarlo a un rancho, no le gusta el cambio para nada y protesta todo el tiempo dando coletazos a quien se le acerque. Su dueño intenta de muchas maneras acercarse a Vértigo para acostumbrarlo a su nueva vida y cada vez es rechazado. Finalmente, después de una aventura que pudo haber sido grave para el dueño del caballo, se levanta, reprende al caballo con una voz suave y explicándole la situación; luego se aleja hacia la casa. Poco después, galopando alegremente parece  que  el caballo entiende y regresa al establo para comer. Después, ya no hubo problema para cabalgar en él.

Imposible incluir un ejemplo de cada sección porque hay muchos formidables, pero comentaré algo sobre los que conforman la sección “Guerra”,  que contiene r veinte historias. Desde mi punto de vista, resulta afortunado que Auster no haya incluido muchos relatos  sobre la guerra de Vietnam, quizá porque su país no obtuvo la victoria. Sin embargo, hay algunas muy interesantes sobre la guerra de secesión; es decir, la que se libró entre el norte y el sur, donde resultó victorioso el norte y Abraham Lincoln decretó la abolición de la esclavitud. Como es natural, no son los protagonistas quienes narran lo sucedido sino alguno de sus descendientes.

 Hay otras también muy interesantes y conmovedoras sobre la primera y segunda  guerras mundiales. La que comento a continuación ocurre en Holanda al final de la contienda cuando la victoria es segura. Unas mujeres escuchan un llanto y ven  que proviene de un soldado alemán, un joven de dieciséis años, que seguramente no había comido en dos días. Aun cuando era el enemigo, el amor fraternal  se impone y le obsequian lo que tienen: “una papa cocida y fría, un trozo de pan y una manzana arrugada”. Con ello, el joven volvió a ser un soldado. Dijo: Danke “mientras se ponía de pie y tomaba su fusil”. La narradora de la historia concluye que ese soldado tenía la misma edad de su hermana.

En la sección “Extraños” es divertida la historia titulada “Babe y yo”. Como sabemos, el béisbol es el rey de los deportes para los estadounidenses y Babe  Ruth uno de los grandes ídolos. La historia ocurre en 1947. El protagonista acababa de cumplir los trece años. Al entrar a una cafetería en Cleveland, donde iba a haber un encuentro entre veteranos, el chico se da cuenta de que una mesa estaba sentado el gran ídolo con otros personajes.  Sale y corre hasta el despacho de su padre, le pide una hoja de papel y una pluma y regresa corriendo a la cafetería. Babe Ruth continuaba sentado leyendo un periódico. El chico le solicita el autógrafo y y el beisbolista garabatea su firma en la hoja. Luego, le dice: “Es una pena que no hayas llegado cinco minutos antes, chico. Podrías haberte llevado también los de Ty Cobb y Tris Speaker”.

Para concluir, Paul Auster ha hecho un gran trabajo con este libro que tiene historias para todos los gustos. Cuando viví en San Antonio, Texas, a principios de los años noventa del siglo pasado, me aficioné muchísimo a la RPN, que transmitía excelentes programas musicales. También me convertí en una entusiasta de la estación de radio de Trinity University que publicaba mensualmente un folleto anunciando los programas de música clásica, qué día y a qué hora. Soy una entusiasta seguidora de la radio, más que de la televisión, aun cuando lamento que la programación no siempre es de mi gusto. Pienso que un proyecto como el de Auster sería impracticable en Durango. Lo intenté una vez a través de Radio Universidad solicitando refranes relacionados con la cocina y sólo recibí una respuesta.

El título del libro procede del relato titulado así e incluido en la sección “Guerra”. 

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