EPISTOLARIO SEMO.-31
Cape, 20 de febrero de 1958
Mi querida mamá:
Recibí tu carta hace unos cuanto
días pero no había podido escribirte antes porque había estado muy ocupada. De
lo que mencionas de las cartas de mi papá y de Carlos, sí las recibí y las
contesté inmediatamente, pero tal vez se extraviaron. La última carta de Carlos
la contesté el día 8 ó 9 de este mes, y espero que por lo menos ésa sí la
recibiría.
Ni siquiera me imaginaba que la
situación estuviera tan mala con las Gavilán, pues yo creía que tal vez sería
mi tío Jesús el que más pronto se nivelaría, pero en estas cosas siempre sucede
lo imprevisto.
Espero que mi tía Inés ya se haya
compuesto y, a propósito, le mandé una tarjeta para que por favor le preguntes
si la recibió.
El otro día recibí un regalo
retardado de Navidad del Wednesday Club junto con una invitación para un
almuerzo el miércoles pasado. Me regalaron un fondo muy bonito y el almuerzo
estuvo muy elegante también. Una enana, muy impresionante, cantó muy lindo
“Amor indio”. Es notable que una persona tan deforme y fea como esta enana
tenga una voz tan linda y pueda poner tanto sentimiento en una canción. Dios
siempre compensa los defectos físicos con un don espiritual.
Fíjate que me porté muy mal el
miércoles de ceniza porque no guardé la vigilia, pero el sábado me voy a
confesar. Imagínate que no había desayunado y era la una y media y me estaba
muriendo de hambre, así que cuando nos sirvieron pastel de pollo, me lo comí.
En la noche fui a dar otro speech en el cual me aburrí horrores. Me
invitaron el señor Burciaga, que es un mexicano de Saltillo que hace años vive
aquí, y su esposa. Iba a ser en la escuela Franklin. Yo me imaginé que era una
reunión de gente seria y no de boys scouts. El señor Burciaga me pidió que me
pusiera mi falda mexicana, así que aquí me tienes toda emperifollada y arreglada
para una reunión en la que ni caso me hicieron. No había mucho lugar para
sentarse, así que las crinolinas eran un estorbo y los escuincles se la pasaron
brincando y haciendo ruido, así que nadie me podía oír. Yo me estaba sintiendo
tan disgustada que creía que se me iba a notar en la cara, pero traté de
controlarme. Quién sabe si lo lograría o no.
Así sucede con frecuencia: en una
reunión me divierto mucho y, en otra, me aburro soberanamente. Por lo general,
las reuniones que más me agradan son las de las señoras que me becaron pues
siempre son muy amables, todo está muy bien arreglado y siempre me dan regalos.
A veces, dinero o aretes o algo.
En cuestión de la comida, ni me
debía quejar pues ya que tengo la magnífica oportunidad de estudiar aquí debo
darle gracias a Dios en vez de renegar. Sí le doy gracias a Dios y, además, no
es tan mala. Con mucha frecuencia me invita a comer fuera, así que siempre
cambio. Este sábado voy a comer con Margaret Branan, y ya eso va a ser un cambio, además de que ella es una magnifica
cocinera y siempre prepara cosas ricas.
Esta semana tuve un examen final
en poesía francesa, y dos en taquigrafía; creo que me fue bastante bien. La
semana próxima es la última semana de clases y luego tenemos exámenes.
Esta carta es una tragedia en
cuanto a corrección; espero que la entiendan. Además, desde que tengo que
escribir tan aprisa la letra se me ha descompuesto horrores. Ya no es posible
distinguir las a de las o, o u de n. Yo creo que cuando vuelva voy a tener que
practicar la caligrafía y repasar mis reglas de gramática, pues ya se me olvidó
el español. Ah, ¡pero qué tal hablo inglés!
Reciban un abrazo para todos y el
cariño de
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