UNA CARTA A MI CAPTOR
Se trata de una novela en forma epistolar salida de la pluma
de la escritora inglesa Lucy Christopher.
Al principio, me llamó la atención que la titulara Robada en lugar de raptada. En inglés existen dos palabras para
referirse al secuestro: kidnap y abduction. No sé cuál será la diferencia
legal entre ambas, porque debe de existir, pero es claro que en esta novela no
se trata de un secuestro porque el hombre que rapta a Gema no solicita ningún
rescate, ni la maltrata ni la viola, sino que sólo quiere conservarla para
admirarla precisamente como una gema; quizá también con la esperanza de que
ella se enamore de él.
De hecho, según lo aclara Ty, el secuestrador, había
conocido a Gema en Londres cuando ella, una adolescente de trece años, salía de
la escuela y le pareció lo más bello que había contemplado. En ese momento tomó
la decisión de robarla y guardarla sólo para él. Tres años después, se le
presentó la ocasión en el aeropuerto de Bangkok cuando ella viajaba con sus
padres para llegar a Viet Nam. Se separa de ellos para ir a comprar un café y
ese es el momento que aprovecha Ty para abordarla. Con el pretexto de que le
invita el café, ella espera en la mesa y él rápidamente desliza en la taza un
narcótico. Para asegurarse de que ella no va a reaccionar, sigue dándole
chocolates que también tienen un narcótico con lo que logra su objetivo. La
conduce a otra parte del aeropuerto, la obliga a cambiar de ropa para que no
haya indicios del secuestro y toman un avión que los lleva a Australia. Una vez
allí, Ty la conduce a una cabaña de madera que ha construido con sus propias
manos en un remoto lugar en el desierto australiano.
Cuando despierta Gema, sus piernas están atadas a las patas
de la cama, lo que le impide moverse. Cuando interroga dónde está, la respuesta
es algo así como en un sitio donde nadie podrá encontrarte. En ese lugar no hay
teléfono ni ninguna oficina cerca de manera que no tiene posibilidad de escapar.
Están absolutamente solos en medio del desierto. Lentamente, ella empieza a
aceptar su situación, aunque una vez trata de escapar en el automóvil pero éste
se atasca en la arena y ahí la encuentra Ty ya deshidratada y en malas
condiciones de salud. Ella se proponía llegar hasta la mina que mencionaba Ty
pero en el desierto no hay carretera ni letreros, de manera que sólo da vueltas
en círculo sin avanzar en la dirección correcta.
Ty ha construido la cabaña con todo lo necesario para vivir,
así como ha hecho arreglos para tener electricidad a través del sol. El agua no
les falta pero es escasa. Tiene además una cabaña donde conserva una colección de serpientes, alacranes y
plantas venenosas que le sirven, según le informa a Gema, para preparar antídotos.
Casi frente a la cabaña hay dos enormes piedras, a las que
llaman las Separadas, unidas por un estrecho sendero. A Gema le encanta
mirarlas y forjar historias con dichas piedras. Ahí precisamente se le
presentará la ocasión, al ser mordida por una serpiente cuando va descalza, que
le salvará la vida y la regresará al mundo del que Ty la había separado.
Como los antídotos preparados por Ty no surten el efecto
deseado, éste se ve obligado a llevarla a la mina y solicitar que la
transporten a un hospital en un helicóptero porque su estado es grave y puede
morir. Después de una larga estancia en el hospital en donde se dan cuenta de
que sufre del Síndrome de Estocolmo (es
decir, afecto por el secuestrador), y de largas terapias para readaptarse a la
sociedad, ella decide escribir su historia, en forma de carta, es decir esta
novela, dirigida a Ty para liberar su espíritu del mes y medio que había vivido
en la cabaña con él y sin tener contacto con ningún otro ser humano. Él, por supuesto, es apresado por la policía
y suponemos que condenado a largos años
en la cárcel.
Si bien la historia de Gema y Ty atrapa al lector, hay que
destacar el importante papel que juega el desierto australiano en la novela.
Hay largos párrafos dedicados a describir el atardecer, las plantas que crecen
a duras penas entre la arena, los colores que ésta toma según la hora del día y
con los cambios de temperatura.
De hecho, esta novela no narra un secuestro real, es
producto de la imaginación de la autora que, además de dedicarle el relato a su
madre y a Simon, se lo dedica al “desierto que la inspiró”. Si bien nació en
Inglaterra, ha pasado gran parte de su vida en Australia y empezó a pensar en
esta novela cuando estudiaba su doctorado. De hecho, concluye su relato con las
siguientes palabras:
Por último, quiero
reconocer y agradecer a la propia tierra, en especial a los dueños
tradicionales del Gran Desierto Arenoso y, sobre todo, al pueblo Walmajarri.
Los desiertos australianos son espirituales, hermosos e inspiradores, y se
encuentran entre los ecosistemas más frágiles del mundo. Como dice Ty, es una
tierra que necesita amor y necesita que la salven.
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