domingo, 30 de abril de 2017

GUAU ¡Qué feos son los alacranes? Y pensar que alguien se los come.

EL ALACRANARIO DE DURANGO



El actual Museo de la Ciudad de Durango, que antes fue la Presidencia Municipal, se aloja en un bello edificio conocido como el Palacio Escárzaga, en la esquina de la calle Victoria y la avenida 20 de Noviembre, en pleno centro de la ciudad. En el segundo piso se encuentra el alacranario, que no tengo intención de visitar, pero que atrae a muchos turistas que prefieren entrar a este lugar que admirar en las otras salas las fotografías y los cuadros que narran la fundación de esta ciudad.

En el estado de Durango siempre ha habido muchos alacranes y mucha gente, niños, hombres y mujeres, morían por un piquete de alacrán. Cuando a principios del siglo veinte los doctores Carlos León de la Peña e Isauro Venzor descubrieron un suero antialacrán que empezó a utilizarse en el Hospital Civil con lo que se redujo el número de fallecidos. Todavía recientemente en un noticiario informaron que un helicóptero traía a una niña de un pueblo que había sido picada por un alacrán y que se encontraba muy grave. No dijeron nada más, así que supongo que se salvó.

El corrido de Durango empieza con los siguientes versos: “Yo soy de la tierra de los alacranes, yo soy de Durango palabra de honor…” y hay mucha gente que dice no tenerles miedo. Por ejemplo, hace unos años una guía de turistas organizaba en ese tiempo unas caminatas por el Cerro de los Remedios (antes de que hubiera tantas casas) para admirar a los alacranes que al anochecer descendían por los muros iluminándolos con una linterna para captar una magnífica vista del animal. Por supuesto, si llovía los alacranes permanecían en su guarida.

Existe una leyenda, que posiblemente fue verdad, respecto de una celda de la antigua penitenciaría del  estado (ya desaparecida) donde existía la “celda de la muerte”. Se llamaba así porque el preso que era encerrado en ese lugar a la mañana siguiente amanecía muerto. Un día encerraron a Juan quien solicitó  que se le entregaran velas y cerillos suficientes. Además, llevaba su sombrero. A medianoche oyó un ruidito especial y pudo darse cuenta de que por el muro descendía  un enorme alacrán. Esperó que llegara hasta el suelo y lo atrapó con el sombrero. Al día siguiente, el guardia no podía creer que estuviera vivo. El alacrán medía 30 centímetros, según dicen, y fue enviado al Museo de Historia Natural de la Ciudad de México. Yo lo vi ahí y no me pareció tan grande, aunque sí muy imponente.

El alacrán de Durango, perteneciente a la rama Centruroides suffusus, es el segundo alacrán más venenoso de México después del Centruroides noxius de la familia Bathidae. Quizá éste sea el que habita en los estados de Guerrero y Nayarit aunque el  más famoso es el de nuestro estado.

En la actualidad y casi imitando a los chinos, digo yo, se pueden degustar tacos de alacrán en un restaurante en el Paseo Constitución. En otro sitio, suelen llevar el plato con la carne asada adornada en la parte superior por un alacrán. Quienes se han atrevido a comerlos dicen que no saben a nada especial y, ya fritos, adquieren otro sabor.

En el programa de televisión Master Chef Junior un día los chicos tuvieron que cocinar alacranes, chapulines y gusanos de maguey. Lo hicieron y pasaron la prueba, pero creo que sólo el niño procedente del estado de Guerrero había comido tacos de chapulín. Antes de la llegada de los españoles los indígenas solían comer este tipo de insectos, que eran muy apreciados, y en algunos restaurantes de la Ciudad de México y de Oaxaca pueden ordenarse estos platillos. Hace años, cuando el  famoso restaurante Loredo en la Ciudad de México tenía escamoles lo anunciaba en los periódicos para que los comensales que gustaban de este platillo pudieran ir a degustarlos.   


Escamoles = náhuatl azcatl, hormiga, y molli, guiso. Larvas de la hormiga Limetopun apiculatum. Se lavan muy bien para quitar cualquier hormiga que pudiera haberse quedado, se fríen y se preparan al gusto. 

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