domingo, 2 de abril de 2017

Recuerdos de una semana santa en ese bello lugar

HUAYACOCOTLA, VERACRUZ


Ahora que la Semana Santa está próxima, mis pensamientos retroceden muchos años y se trasladan precisamente a este pueblito que, cuando lo visité, era realmente un pueblo, pero hoy, con las comunicaciones y demás, quizá haya crecido mucho. Eso me ocurrió cuando fui por primera vez a Cuetzalan, en Puebla, una maravilla de pueblito en mi primera visita; en la segunda, todo había cambiado. ¡Había hasta una discoteca! Se hizo famoso a raíz de una telenovela que TELEVISA filmó en ese lugar y había perdido su encanto de lugar apartado, misterioso, de difícil acceso, cubierto por la neblina y silencioso porque la gente se recluía en su casa temprano.

Pero, regreso a Huayacocotla. Aquella Semana Santa yo todavía pertenecía al Club de Montañismo Citlaltépetl y fuimos de excursión a ese lugar. No tenía problemas con las piernas y gozaba de buena salud.  Como en todas las excursiones, había siempre una de alta dificultad para los expertos que contaban incluso con las botas para alta montaña  y otra de mediana dificultad para quienes no nos sentíamos tan capaces de resistir caminatas tan largas. Además, mis botas eran de media montaña.  Salimos de la Ciudad de México el miércoles por la mañana, antes de las 7:a.m. y no recuerdo a qué hora llegamos. Me acompañaba una amiga más joven que yo y con más energía, pero no me dejaba sola.

Una vez que comimos, iniciamos el descenso a una profunda barranca plena de hermosa vegetación. En general, creo que nadie tuvo problema con el descenso. El ascenso fue diferente. Empezamos a subir cuando el sol amenazaba con ocultarse y estábamos muy abajo. Todos llevábamos linterna y silbato (era reglamentario) para pedir auxilio en caso necesario.

Me uní al primer grupo que ascendía, pero eran jóvenes y con mucha energía;  pronto me dejaron atrás, lo que estaba prohibido por el reglamento del club que exigía que siempre debía verse la espalda del compañero que subía y que el que ascendía detrás de uno debería tener a la vista al compañero que iba adelante. No ocurrió así; pronto se adelantaron y dejé de verlos, pero continué ascendiendo sin miedo. Súbitamente, cayó la noche,  todo se obscureció y la naturaleza se tornó misteriosa. Seguí confiando en que iba por el camino correcto,  sin pensar en serpientes y otros animales nocturnos convencida de que no pasaría la noche perdida en la barranca. De pronto, hubo una bifurcación en el sendero y no sabía  si ir a la izquierda o a la derecha. Estaba tranquila porque sabía que había compañeros que venían más abajo y que pronto me alcanzarían. Sin embargo, los que ya habían completado el ascenso se preocuparon de que no venía tras ellos y  regresaron para encontrarme. Así, no quedé librada a mi suerte.  Tuvimos otros paseos muy agradables, pero lo que recuerdo con tristeza son los chillidos de los cerdos que iban a morir para preparar carnitas para el domingo.

Los organizadores de las excursiones siempre tenían en cuenta que había gente a quien le gustaba acampar en tanto que otros preferían dormir bajo techo y en una cama. Así fue esta vez. Nosotras escogimos una habitación en la casa de huéspedes que nos brindaba más comodidades aunque no tenía regadera. Optamos por bañarnos en el patio usando el traje de baño y con el auxilio de una manguera. Todas estas pequeñas complicaciones no nos molestaban porque eran parte integral de la aventura y de estar lejos de la Ciudad de México.

El pueblo de Huayacocotla está ubicado en la sierra norte de Veracruz, en la Huasteca Baja. Se localiza a 2,140 metros sobre el nivel del mar.  El nombre se compone de la palabra Hueye, que significa grande, y Ocotl, un árbol cuya resina arde con facilidad. Aquí, en Durango, durante muchos años se utilizó el ocote para encender fogatas o chimeneas y ahora recuerdo que en la novela Fuego en la cumbre, del escritor durangueño Ladislao López Negrete, el pueblo donde ocurre la historia se llama Ocotal.

Debido a la cercanía, los antiguos habitantes estaban emparentados con los mayas y de ellos adoptaron ciertos hábitos. La construcción del templo de Huayacocotla,  que no tuvimos oportunidad de visitar, y cuya arquitectura está considerada como única en la zona, fue iniciada por el monje agustino Fray Alonso de Borja.

Participé en muchas excursiones organizadas por el Club Citlaltépetl mientras no tuve complicaciones con las piernas o los pies porque cada persona debe ser absolutamente responsable de sí misma. En Huayacocotla, los excursionistas que optaron por la de mayor dificultad enfrentaron varios problemas porque  una de las participantes (extranjera y que presumía de su excelente condición física) se accidentó y tuvieron que cargarla entre todos para subir la barranca. Llegaron a la medianoche cuando ya íbamos a pedirle a la policía que nos auxiliara para encontrarlos.

La Semana Santa en Durango ha sido muy diferente para mí y recuerdo con alegría aquellas maravillosas excursiones en las que participé con entusiasmo y todavía siento un poco la emoción como si fuera a levantarme antes de las 6:00 a.m. para estar en el sitio acordado antes de las 7:00 a.m.  



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