UMBERTO ECO Y SU
PERIÓDICO NÚMERO CERO
Ignoro si se trata de la última
novela del formidable escritor italiano porque en el volumen no se indica nada
al respecto. Lo que sí puedo afirmar es que se trata de una novela totalmente
diferente de las anteriores, mucho más breve, eso sí, pero igualmente llena de
referencias a otros autores, por ejemplo, a Herman Melville, a Edgar Allan Poe,
a Conan Doyle y a su personaje Sherlock Holmes, a Robert Musil y su larguísimo
libro El hombre sin atributos, entre
muchos otros que sería largo enumerar, pero que nos da idea de que Eco no sólo
conocía la literatura italiana de siglos pasados sino la de otros países.
Narrada en primera persona por un
escritor que ha tenido múltiples ocupaciones en su vida, que se considera un perdedor, y
que llega a Milán, donde acontece la narración porque ha sido invitado a formar
parte del grupo de escritores que publicarán un periódico, afirma en forma
contundente, como lo haría el mismo Eco, que Los
perdedores, como los autodidactas, tienen siempre conocimientos más vastos que
los ganadores. Si quienes ganar tienes que saber una cosa sola y no perder
tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado a los
perdedores. Cuanto más sabe uno, es que peor le han ido las cosas.
El narrador, llamado Colonna, asiste
a la entrevista pactada con Simei, quien tiene la encomienda de escribir un periódico
bautizado como Domani, que nunca
saldrá de las prensas. Para tal fin, Simei ha reunido a seis redactores, cuatro
hombres y dos mujeres, que cumplirán con su tarea preparando las páginas del
diario con las noticias del día anterior o de un año antes. ¿Por qué? Porque,
según Simei, los lectores del diario, gente bien intencionada, serán como “como los espectadores de [las] cadenas de
televisión [que] tienen una edad media (digo edad mental) de doce años”.
El miércoles 8 de abril los
periodistas se reúnen y la propuesta de Simei es escribir “el periódico del 18
de febrero de este año”. Les indica el tema, les da las instrucciones y todos
ponen manos a la obra. Corresponde a Colonna ilustrar a sus compañeros de
trabajo respecto de la forma de proceder a la redacción:
Sencillísimo –dije-. Fíjense en los grandes periódicos anglosajones. Si
hablan, qué sé yo, de un incendio o de un accidente de coche no pueden decir,
evidentemente, qué piensan ellos. Y entonces introducen en la noticia, entre
comillas, las declaraciones de un testigo, un hombre de la calle, un representante
de la opinión pública. Una vez colocadas las comillas, esas afirmaciones se
convierten en hechos, es decir, es un hecho que fulano ha expresado esa
opinión.
En opinión de Simei, “No son las
noticias las que hacen el periódico sino el periódico el que hace las
noticias”. Entonces procede a decir a cada uno de los redactores qué sección
deben escribir. A Maia, que después tendrá un breve romance con Colonna, le
corresponden los obituarios y los horóscopos que, por supuesto, copiará de
periódicos o revistas antiguos y dándoles un toque de actualidad, así
aparecerán en el periódico.
Bragadoccio, otro de los
reporteros a quien no le gusta su nombre porque en inglés significa fanfarrón,
bravucón o jactancioso, también se vuelve muy amigo de Colonna y de las conversaciones
entre estos dos personajes saldrá la parte más interesante de la novela.
Bragadoccio narra a Colonna una historia
llena de aventuras y de misterio que no es posible comprobar, porque sugiere que,
al término de la segunda guerra mundial y antes de que los ejércitos aliados
entraran en Italia, el verdadero Mussolini desapareció y fue sustituido por un
doble que era prácticamente igual al Duce. Es a éste a quien fusilan y el
verdadero Mussolini busca distintos refugios, incluso llega a pedir asilo al
Vaticano cuya actitud, que según la novela, había sido poco clara durante la
guerra porque nunca se declaró
partidario de los aliados. Pero también introduce la idea de que si se fusiló
al verdadero Duce, entonces en el momento de enterrarlo utilizan a un doble, y
entierran a Mussolini en un lugar seguro para que su cuerpo no sea profanado.
Esta historia recuerda lo
ocurrido con Eva Perón en la novela Santa
Evita, de Tomás Eloy Martínez, quien narra que, a su muerte, se fabricaron
dos muñecas iguales que fueron guardadas en distintos lugares mientras el
verdadero cuerpo de Evita fue enviado a Italia bajo un nombre supuesto. Muchos
años después, fue devuelto a Argentina. Se tomaron estas precauciones porque
como Evita era venerada por los descamisados, se temía que su cuerpo fuera
profanado o, incluso, que le cortaran dedos o manos como reliquia.
Hacia el final de la novela vemos
que el periódico nunca ve a luz y que Simei tiene que huir. A los reporteros se
les entrega una compensación de dos meses de sueldo y Colonna y Maia huyen a
refugiarse en la isla de San Giulio donde estarán a salvo.
En mi opinión, los capítulos más
interesantes son los que tienen que ver con Mussolini. Sin embargo, como nunca
he leído su historia no podría decir si son verdad o mentira. Lo que sí revelan
es el talento de Eco para urdir esa trama que desemboca en un final inesperado
para el lector cuando se entera de que el periódico nunca aparecerá.
A lo largo de la novela, Eco
expresa sus puntos de vista sobre el periodismo y sus lectores salpicados, aquí
y allá, con comentarios sobre la semiótica, la disciplina a la que Eco dedicó
tantos años de su vida. Es una novela divertida, pero increíble; sin embargo,
es útil para alertar al lector sobre la credibilidad de las noticias publicadas
en periódicos y revistas.
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