Amigos: Éstas son las palabras
pronunciadas por la novelista durangueña Zita Barragán, el día de la
presentación. Las incluyo aquí porque como no tienen el libro a la mano, de
esta manera pueden darse cuenta de lo que tratas.
NARANJA DULCE, LIMÓN PARTIDO
Escribir un libro de memorias
no es una tarea sencilla. El escritor que decide emprender esta aventura debe
reunir una fuerte dosis de valor, para buscar en su interior y remover el
pasado; de determinación, para enfrentar acontecimientos que había intentado
olvidar o dejar atrás y tomar la decisión de regresarlos a la vida o de
desecharlos en forma definitiva, y de sinceridad, para ubicar cada suceso en su
justa dimensión. Debe también hacer acopio de todas sus fuerzas para regresar
al territorio del pasado, volver a andar los caminos y reencontrarse con los
muros, las habitaciones, las puertas y ventanas, los aromas, las voces, las
manos y los rostros que se han ido para siempre. Debe también tener la conciencia
de que derramará en unos meses de
escritura las lágrimas que no había derramado en años, porque la nostalgia y
los recuerdos suelen ir de la mano con el llanto.
Me parece que el título Naranja dulce,
limón partido ha sido un acierto de la autora, por cuanto nos remite, sin
escalas, a los tiempos felices y lúdicos de la infancia. Sin embargo, María
Rosa Fiscal no inicia estas memorias al estilo de la escritura tradicional, es
decir, mediante el uso de la narrativa lineal, que consiste en contar una
historia a partir del inicio, continuar con el desarrollo y nudo de la
narración, hastallegar a la esperadaconclusión, como en los cuentos y las
novelas antiguas. Por el contrario, haciendo uso de una técnica narrativa
moderna, la autora de esta obra abre el primer capítulo con una escena crucial
en su vida: la tarde lluviosa de junio, en la ciudad de México, frente a los
tres integrantes del jurado ante los cuales presentará su examen profesional
para obtener el título de Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas. Se
muestra segura, confiada y feliz ante el jurado, pero también ante su padre y
tres de sus hermanos que se encuentran entre el público que abarrota el salón
número once de la Facultad. Momentos de gloria. Objetivo logrado. Después de
deliberar lo suficiente, el jurado decide otorgarle la mención honorífica.
En los siguientes capítulos la autora
entrelaza los tiempos y las atmósferas. Regresa a un 4 de octubre, día del
cordonazo de San Francisco, cuando vio la primera luz en el número 508 de la
calle Hidalgo, en la casa paterna de la cual guarda sólo algunos recuerdos muy
vagos, entre ellos la recámara de sus padres y el cuarto de baño, en donde un
alacrán le picó a su padre en un pie cuando salía de la regadera. Recorrer esta
etapa de su vida resultamuy grato, entre juegos infantiles, el gusto por la
lectura inculcado por su abuela materna y por la hermana de ésta, su tía-abuela
Luz; excursiones, cenas navideñas–incluido el menú, que seguramente dará
algunas ideas a las lectoras de estas memorias–, e incluso revive el recuerdo del gato blanco,
hermoso y grande, galán de las azoteas, que regresaba a la casa aporreado y con
las orejas ensangrentadas, en busca de mimos y curaciones.
Los avances y retrocesos en la
narración incrementan el carácter literario de la obra; la mirada del lector
recorre los paisajes del pasado y en el instante siguiente se encuentra en el
futuro, en medio de situaciones que arrancan a la autora de su niñez
confortable para trasladarla a un mundo adulto, en el que el éxito o el fracaso
de su proyecto de vida depende exclusivamente de sí misma y de sus propias
decisiones. Los detalles de sus tribulaciones estudiantiles exhiben, entre
líneas, cuáles fueron las prioridades que guiaron sus pasos y dieron forma a su
futuro: la educación y la cultura. Así, por ejemplo, la autora nos cuenta que uno
de los textos obligados en su escuela primaria, el colegio Sor Juana Inés de la
Cruz, fue Rosas de la Infancia, de María Enriqueta Camarillo, sobre quien la
autora escribiría muchos años después un ensayo titulado “Reencuentro con María
Enriqueta” y enseguida nos revela, en contraste, su encuentro con la obra de
escritores como Hemingway, Baudelaire, Verlaine, Steinbeck y muchos otros autores
de literatura escritaen inglés, gracias a una beca que le permitió estudiar por
un año en el Southeast Missouri StateCollege.
Transcribo, de manera textual, un
pensamiento de María Rosa, que la describe de pies a cabeza:
A los libros y a la lectura
debo que, en la infancia y la adolescencia, se ensancharan mis horizontes y se
enriqueciera mi vocabulario. Me enseñaron que el mundo era diferente allende
las fronteras del estado. La lectura me ha permitido ganarme la vida y me ha
brindado viajes y asistencia a coloquios y congresos literarios que, de otro
modo, hubieran sido sólo un anhelo incumplido. Amigos fieles, los libros me han
acompañado en noches solitarias, en ciudades extrañas. Me han consolado en
horas de tristeza; han fortalecido mi espíritu.
Al dar vuelta a cada página,
el lector se va dando cuenta, con asombro, de que una adolescente armada de
fuerza de voluntad y deseos de superación fue capaz de vencer los obstáculos
impuestos por una inesperada falta de recursos económicos, valiéndose de un
arma poderosa que ha portado siempre: el conocimiento. Así, con el impulso de
la autosuficiencia financiera que le proporcionó su trabajo como traductora y secretaria
bilingüe, primero en Durango, en los tiempos de mayor actividad fílmica, y más
tarde en la ciudad de México, en Washington, D.C. y en San Antonio, Texas, la
autora de estas memorias sentó las bases sobre las que construyó, paso a paso,
su propia historia.
Son numerosas las anécdotas
estudiantiles, entre ellas la humillación recibida en la preparatoria del Instituto
Juárez por parte de un maestro misógino; destaca también la búsqueda constante de
becas y oportunidades académicas, y en particular, su gusto por los largos
viajes al extranjero, que ha sido una de las mayores pasiones de su vida.
Son muchos los libros que se
publican en nuestra ciudad, en ocasiones más como un estímulo a la escritura en
sectores específicos, como los jóvenes menores de treinta y cinco años o los
niños, o como una cuota obligada en ese rubro de la cultura local. Sin embargo,
los libros con un contenido edificante son muy pocos. Naranja dulce, limón
partido es una obra que nos estaba haciendo falta a quienes defendemos los
principios de la dignidad y el honor de las mujeres. A quienes tenemos el
convencimiento de que ejemplos de vida como el de María Rosa Fiscal son
aleccionadores. Estas memorias no son un ejercicio pretencioso, sino el
testimonio de una existencia fructífera de trabajo, superación y tenacidad. De
la integridad y la decencia que distinguen a su autora y que la han convertido
en un personaje durangueño entrañable, en quien convergen el afecto y el
respeto de quienes tenemos el privilegio de conocerla. Concluyo afirmando y
reafirmando la opinión que expresa mi querido amigo y magnífico escritor Jaime
Muñoz Vargas, quien en la introducción de este libro ha escrito: “…lo mismo que
he opinado sobre pocas, sobre muy pocas personas, opino sobre María Rosa: este
mundo sería mucho mejor, notablemente mejor, si hubiera más seres humanos como
ella”.
Y al subrayar lo dicho por Jaime
Muñoz Vargas, me permito agregar que éste, nuestro mundo, sería no sólo mejor, sino
más digno y más civilizado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario