LA REMODELACIÓN DEL
CENTRO HISTÓRICO DE DURANGO
Creo que fue en la década de los
años cincuenta cuando el centro histórico de la ciudad de Durango empezó a deteriorarse.
O quizá fue entonces cuando nos dimos cuenta. Primero, hubo dos incendios, Uno
consumió el hermoso edificio que ocupaba el almacén La Francia Marítima,
propiedad de los señores Lombard y
Vinay, en la esquina de las calles de 5 de Febrero y Juárez, que después se
convirtió en una tienda moderna sin ningún encanto. El otro dañó el entonces
Cine Principal, hoy Teatro Ricardo Castro, que fue reconstruido y siguió
operando como cine hasta finales de los años ochenta cuando el presidente
Salinas de Gortari lo obsequió a la ciudad y se inició su remodelación para
convertirse en teatro.
Por otra parte, antiguas casonas,
como la de la familia Bracho, sobre la Avenida 20 de Noviembre, dieron paso a
una serie de las llamadas boutiques que todavía perduran. Otras fueron
remodeladas precisamente para convertirlas en locales comerciales y así obtener
un mayor beneficio económico.
También desapareció otro bello
edificio en la esquina de las calles de Victoria y 5 de Febrero que ocupaba la
ferretería alemana propiedad de los señores Von Bertrab. Tal vez lo más
doloroso haya sido ver cómo retiraban la cantera que cubría la fachada del
Banco de Comercio en la esquina de la Avenida 20 de Noviembre y la calle
Constitución dejando a un edificio, otrora hermoso, convertido en una edificio
sin ningún atractivo.
Quizá fue en la primera década de
este siglo que el arquitecto Fermín Soto Cesaretti y sus colaboradores
concibieron el proyecto de la remodelación del Centro Histórico de Durango y obtuvieron
los recursos necesarios para llevarlo a cabo.
Poco a poco los edificios que he mencionado recobraron su antigua
belleza y dignidad. También fueron remodelados otros que estaban deteriorados y
que entonces, con las obras realizadas sobre su fachada, recobraron su
dignidad embelleciendo el conjunto.
La historia y la ejecución de este proyecto fue recogida por el arquitecto Fermín Soto Cesaretti en su
libro Remodelación en el Centro Histórico
de Durango, publicado por Amaroma Ediciones, de Guadalajara, Jalisco, en
2010, y presentado en el Museo Francisco Villa, de Durango, en 2014. Incluye,
asimismo, un prólogo de Carlos Vidal Ángeles, dos textos del arquitecto Soto
Cesaretti, uno del filósofo Alberto Espinosa y otro de Delia Zúñiga.
Profusamente ilustrado con
fotografías del ayer y de hoy da cuenta de cómo se inició la tarea y cómo fue
desarrollándose poco a poco hasta su culminación. La inclusión de fotografías
que muestran el estado en que se encontraban los edificios y cómo se aprecian
actualmente permite al lector formarse una clara idea de lo que este proyecto
significó para el centro histórico de la ciudad de Durango.
En la presentación efectuada en
el Museo Francisco Villa, la escritora Rosa María Cortéz expresó las siguientes
palabras que se refieren al arquitecto Soto Cesaretti y a su empeño en
recuperar el centro histórico de la ciudad donde nació. Dice entonces que
Fermín Soto
“le ha dado la vuelta al mundo para traer a esta calles lo que
considera más bello de las antiguas y de las vanguardistas culturas, así como
la avanzada tecnología para hacer
posible este hermoso renacimiento, conjugando el talento con el poder del
primitivo adobe de tierra, del hierro forjado y de la piedra cantera que dan al
centro histórico una luz propia y un efecto colectivo y permanente de cautivación”.
Por su parte, el autor afirma en la
introducción titulada “Una nueva ciudad que surge del pasado” que, al recorrer las páginas de este hermoso libro,
el lector conocerá “la estructura urbana en diferentes momentos históricos de
la ciudad, sus características de diseño, la utilización de elementos
ornamentales de pasadas épocas, como la cantera blanca –material tan peculiar
de Durango-, así como la intervención directa que propició nuevos cambios
volumétricos en cada uno de los edificios, ya fuera en la extensión de fachadas
como la recuperación de segundos cuerpos o monumentos enteros”.
Quienes caminan por el centro
histórico, principalmente los jóvenes, es posible que no reparen en la belleza
de algunos edificios porque están acostumbrados a ellos. Sin embargo, quien
visita la ciudad por primera vez queda favorablemente impresionado por la
armonía de los edificios que enmarcan la Plaza de Armas mientras se dirigen lentamente
hacia otro bello edificio de nuestra ciudad: el Palacio del Conde de Súchil (en
la esquina de las calles 5 de Febrero y Francisco I. Madero) que hoy ocupa
Banamex y que, en los años cincuenta, era un conservador almacén propiedad de
los señores García.
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