sábado, 27 de febrero de 2016

Libro del Dr. Arnoldo Krauss sobre muerte de su madre


CURSO RÁPIDO DE TANATOLOGÍA

Decidí titular así este texto sobre el libro Recordar a los difuntos (2015), del  Dr. Arnaldo Krauss,  presentado en la Feria del Libro de Guadalajara en diciembre del año pasado, porque ya había utilizado ese título cuando escribí sobre las festividades para el día de muertos en nuestro país.  El libro nos muestra cómo el Dr. Krauss acompañó a su madre Helen en el proceso de decaimiento que lleva a la muerte.  Al inicio, hace hincapié en que ella tiene 89casi90años y cómo empieza a mezclar lo que sucede hoy con lo ocurrido en su niñez.  Veamos el siguiente diálogo:

                        -Hola, Ma, buenos días, ¿cómo estás?         
                        -Bien. Ya se me hizo tarde. Voy a la escuela.
                        -¿A cuál escuela?
                        -A la primaria, a la de Polonia, Aquí no fui a la escuela.

Los padres de Krauss sobrevivieron al holocausto. Después de la liberación, se encontraron en el camino a París donde solicitaron la visa para ser aceptados en México. Aquí se establecieron, formaron una familia y están enterrados. Son, pues, mexicanos de corazón.

El diálogo anterior  se repite durante muchas páginas, lo que hace pensar al lector que sólo se trataría de eso. Afortunadamente, no es así.  Krauss recuerda más adelante el proceso del fallecimiento de su padre, que fue completamente diferente porque murió relativamente joven y  no cayó en la demencia senil.

Este diálogo también me recordó aquella escena de la famosa película Driving Miss Daisy  (1989) en la que Jessica Tandy, da vida a una  mujer rica que en sus años mozos fue profesora de escuela. El célebre actor Morgan Freeman interpreta al chofer. Una mañana ella dice: “No encuentro mis cuadernos. Llegaré tarde a la escuela”.  Es comprensible que sea la escuela porque esa era la actividad aceptada por la sociedad y  a la que se dedicaban las mujeres antes de contraer matrimonio.
Más adelante Krauss reflexiona –y obliga al lector a reflexionar- sobre lo que significa para la persona de avanzada edad, no necesariamente enferma, la proximidad  de la muerte y cómo se recuerdan los momentos felices de la infancia. Hay muchos párrafos donde se habla del tiempo y de cómo las personas mayores van perdiendo las fuerzas: “lo que era ligero, ahora es pesado, las prisas desaparecen”  y quienes  los rodean no comprenden la situación.

Hay muchas consideraciones sobre el tiempo que me parecen importantes. Krauss escribe: Opina que lo que cualquier  adulto mayor desea es “Pervivir lo mejor posible –con los elementos disponibles- o morir cobijado con dignidad y entereza deben ser las consignas”. Por ejemplo, darse cuenta de que se empieza a perder el control de los esfínteres  significa mucho dolor “porque cuando la enfermedad rompe el mundo partir es necesario”.

Páginas más adelante Krauss menciona la importancia del Día de Muertos en nuestro país: “No por azar las ofrendas y las comidas predilectas servidas en la mesa para que los difuntos las degusten,  al lado de parientes, amigos y vecinos. La mesa dispuesta ese día invita y facilita el reencuentro entre quien se fue y quienes se quedan, y ejemplifica los vínculos eternos entre vivos y muertos y la necesidad de los primeros para mantener vivos a los que se fueron”.  

En otro párrafo y siguiendo con el tema del tiempo escribe: “¿Tarda el tiempo? El tiempo altera su ritmo cuando inicia y termina la vida. En esas circunstancias el tiempo sí cambia: se observa el cuerpo –la muerte, la vida- de otra manera”. Una vez fallecida la persona amada, “Encontrar las palabras adecuadas para nombrar la ausencia es difícil. Sentado, frente a las palabras no siempre dóciles o exactas, se comprende mejor el significado y la profundidad de la ausencia”. Hay quienes deciden conservar su habitación tal como estaba antes, incluyendo la ropa. Hay quienes respetan su lugar en la mesa del comedor como si fuera a presentarse de un momento a otro. Hay quienes prefieren no nombrarlo porque es demasiado doloroso. Así se vive el proceso hasta que el tiempo, misericordioso, cicatriza  la herida.

Una vez fallecida su madre, Krauss sigue escribiendo sobre el pasado y el presente. Recordando la infancia, la adolescencia, los momentos felices. Para buscar consuelo, recurre a autores famosos de los cuales toma frases, ideas, opiniones. Casi al final, escribe:

Quienes tienen pocas deudas emocionales y vivieron con plenitud confrontan la muerte desde un ángulo diferente. Le temen, siempre se le teme, es el final. Cuando la existencia fue plena y el tiempo y la vida se agotan, el diálogo entre vida y muerte difiere, es más terso, más comprensible, duele con otro dolor. Ese diálogo es el culmen de una vida bien vivida.


Hace mucho tiempo que deseaba tomar un curso de tanatología. Después, abandoné la idea porque pensaba que si mis padres y varios de mis hermanos habían fallecido, ya no habría necesidad de reflexionar sobre la muerte. En este  libro Krauss me ha llevado de la mano por muchas páginas donde se habla sobre ese momento que va a llegar inevitablemente  y me hizo comprender mejor muchos pensamientos que tenía sobre el paso del tiempo. 

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