lunes, 30 de enero de 2017

Conmoverdora novela del escritor Philippe Claudel

LA NIETA DEL SEÑOR LINH

Se trata de una breve y conmovedora novela escrita por Philippe Claudel, a quien suponemos pariente de Paul Claudel, el famoso poeta francés de la primera mitad del siglo veinte. Sin embargo, en la información que aparece en internet se aprecia un marcado interés por no ofrecer al lector mayores datos biográficos, lo cual, suponemos, se debe a que nuestro autor quiere brillar por sí mismo y no ser comparado con su famoso pariente, si es que lo es.

La novela inicia cuando el anciano señor Linh, que sostiene amorosamente en sus brazos a su nieta Sang Diu, que significa Aroma dulce, viaja en un barco que lo aleja de su país para llevarlo a una tierra desconocida. El viaje dura muchos días y   durante todo este tiempo el señor Linh permanece en cubierta mirando ansiosamente en la dirección del país que acaba de abandonar. Además, sostiene a la niña en sus brazos y la cuida con devoción. Cuando come, mastica un poco de arroz que luego le introduce a la niña  en la boca y que se le escurre por las comisuras. Algunas veces le canta una canción y “la niña abre los ojos”. Cuando el señor Linh la mira, lo que ve son “paisajes, mañanas luminosas, el lento y apacible paso de los búfalos por los arrozales, las alargadas sombras de los enormes banianos a la entrada de la aldea, la bruma azulada que desciende de las colinas al atardecer, como un chal deslizándose lentamente por unos hombros… “

Después de seis largas semanas, el viaje llega a su fin. El señor Linh desembarca y lo primero que nota es que ha llegado a un país “sin olor”. Es conducido a un refugio donde hay muchas otras personas que lo ven llegar, abrazando a su nieta, y se ríen de él. Pero al señor Linh no le importa. Además, no entiende la lengua que hablan.

Transcurren varios días en que el señor Lihn, siempre abrazando a su nieta y protegiéndola de los curiosos que quieren jugar con ella,  no sale del dormitorio. Al fin, un día se escapa y camina varias cuadras, pero no demasiado lejos para no perderse. Cansado, se sienta en el banco de un parque. De pronto, llega un extraño y se sienta e intenta entablar conversación con el extranjero pero es imposible porque ninguno conoce la lengua del otro. El señor Lihn le presenta a su nieta y le informa que se llama Sang diu. Luego, para saludar cortésmente, pronuncia “Tao-lai”, que en su  país es la forma correcta de hacerlo y que el extraño, que se presenta como el señor Bark, interpreta como su nombre. Después de un rato, el anciano y su nieta se despiden y regresan al dormitorio.

La amistad entre los dos hombres aumenta con los días, aunque siguen sin entenderse verbalmente. Pero hay circunstancias que los unen: los dos están solos, se sienten perdidos en esa ciudad porque sus vidas han sufrido un cambio radical. Como Bark es un fumador empedernido, el señor Lihn se anima a pedirle a la enfermera que le entregue la dosis de cigarrillos a que tiene derecho cada día. Así sucede pero, en realidad, el anciano se los obsequia al señor Bark.

Un buen día el señor Lihn y su nieta son trasladados a otro hospital lejos del primer refugio y él no puede despedirse del señor Bark. Desesperado, se sienta en el banco del jardín, “acuna a su nietecita, le habla, le murmura al oído palabras cariñosas y contempla el mar que agita sus olas y sus corrientes a los lejos,  sus pies”. Las enfermeras y los otros pacientes lo observan y se ríen.

Desesperado por haber perdido a su amigo sin haberse despedido, un buen día, después de reconocer el terreno, sale del hospital y empieza a caminar en la dirección del parque donde se encontraba con el señor Bark. Siempre se asegura de que su nieta esté bien protegida para que no se le vaya a caer en el camino.  Poco a poco reconoce algunos edificios y hacia allá se dirige con la intención de  llegar al parque donde se encontraba con Bark. Por supuesto, sujeta a la niña con firmeza.

Tras varios tropiezos en su caminata a ciegas,  finalmente ve el parque y a su amigo Bark sentado en la banca. Corre desesperado sin tener en cuenta que debe cruzar la calle y que hay coches que circulan en ambos sentidos. De pronto, ya no ve nada pero no suelta a Sang Diu.

En escasas 126 páginas, Philippe Claudel nos narra una historia sobre el exilio, el dolor que significa haber dejado atrás todo lo conocido y amado, lo difícil que es llegar a un país extraño desconociendo el idioma y la amistad entrañable que surge entre dos hombres que no conocen la lengua del otro y, sin embargo, se entienden porque sus circunstancias son similares.

Por las descripciones y algunos nombres, suponemos que el señor Lihn viene del oriente, quizá de Birmania u otro país. O tal vez, como llega a Francia, quizá se trate de un extranjero procedente de  Indochina, en los tiempos en que este país ocupaba este  territorio en el sudeste asiático. Es también una historia de amor, no sólo a la nieta Sang diu, sino a la tierra perdida, así como al nuevo amigo que le da la bienvenida a su nuevo país.

El amor por la nieta a la que protege, alimenta y cuida como a su tesoro más precioso, cantándole hermosas canciones de la tierra que ha quedado atrás, es también  muy conmovedor.


El inesperado final deja al lector con lágrimas en los ojos y conmovido por esta historia de amor. 


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