LA ISLA DEL DÍA DE
ANTES
Esta novela de Umberto Eco que
compré en 1997, con descuento, y que me
había esperado sin chistar en el librero, al fin salió de su lugar y me puse a
leerla. Cualquier lectura de Eco es un reto: requiere, en primer lugar, de un
lector informado, de paciencia, atención,
un poco de conocimiento de lenguas extranjeras y búsqueda de los datos que
pueden ayudar a comprenderla. Al concluirla, el lector se dará cuenta de que valió la pena el esfuerzo.
Los hechos suceden en el siglo
XVII, específicamente en el verano de 1643, cuando un náufrago en el Océano
Pacífico, Roberto de la Grive (de origen francés) asido a una tabla y que no
sabemos cuánto tiempo ha estado así, divisa un barco –después sabremos que se llama
Daphne- al que logra subir mediante
una cuerda que colgaba de la nave. Recorre una gran parte del barco y se da
cuenta de que no hay nadie, pero tampoco señales de que haya habido una plaga o
una enfermedad mortal. Cuando se ha repuesto un poco del gran esfuerzo
realizado, empieza a recorrer cautelosamente la nave y a los únicos seres vivos
que encuentra son muchas aves multicolores en sus jaulas y que jamás había
visto en Europa.
Por su parte, Roberto de la Grive
hacía embarcado en una nave llamada Amarilis,
que había zarpado de Amsterdam, como también lo había hecho el Daphne, pero el primero había naufragado
y Roberto era el único superviviente.
Encuentra agua para beber y se alimenta con los huevos que ponen las gallinas
enjauladas mientras vaga temeroso por el barco. Todas las aves parecen bien
alimentadas y tienen agua para beber, lo que le hace suponer que debe haber
alguien más en la nave. Muchas páginas
más adelante sabremos por el padre Caspar, un jesuita cadavérico que encuentra
en el fondo del barco y que había logrado sobrevivir, que el objeto de la
expedición tanto del Amarilis como
del Daphne era encontrar el punto fijo, el cual, según encontré en
el internet, era precisamente el lugar donde se dividía la tierra en dos
partes, el oriente y el occidente, porque según la filosofía de ese entonces la
tierra estaba formada por materiales acuosos que se unían precisamente en el
punto fijo. Veamos lo que escribe Eco:
“Porque aquí está el meridiano ciento y ochenta, que es exactamente el
que la tierra en dos separa, y por la otra parte está el primer meridiano: tú
cuentas uno, dos, tres, por trescientos y sesenta grados de meridiano, y si
eres a ciento y ochenta, aquí es media noche, y en aquel primer meridiano es
medio día. ¿Verstanden? ¿Tú adivinas agora por qué las Islas Salomón han sido
así llamadas? Salomón dixit corta niño en dos, Salomón dixit corta Tierra en
dos.”
Además de todos estos alegatos y
discusiones sobre los meridianos, porque no hay ningún problema con la latitud,
en las largas horas que Roberto pasa solo, echado sobre un camastro, escribe en
unos papeles que encuentra una larga
carta a su amada Lilia, a la que llama Señora, aunque sabe que nunca llegarán a
sus manos. En estas cartas rememora su participación en la guerra de los
treinta años (otro problema que le plantea Eco al lector quien si quiere
entender bien la historia necesita informarse sobre la guerra). Esta contienda
tuvo lugar entre 1618 y 1648 entre Francia y España. Italia todavía no existía
como tal.
Uno de los problemas entre ambos
países era la libertad religiosa y, el otro, que Francia deseaba establecer su
predominio en la Europa central y restablecer el equilibrio que se había roto a
raíz de las victorias de Carlos V de Habsburgo, rey de Austria y de España y que
defendía el catolicismo con mucha energía. Por ello, había entrado en
conflictos que, a la postre, resultaron inútiles. Carlos V no ganó todas las batallas, como
presumía, pero sí se bordaron unos inmensos tapices que proclamaban sus
victorias –lo que no era cierto- que se exhibieron hace ya muchos años en el Museo
de San Ildefonso (antigua Escuela Preparatoria en la Ciudad de México) y que
tuve oportunidad de admirar.
Un siglo después de los hechos
narrados en esta novela, el problema del punto
fijo quedó resuelto con la invención del cronómetro marino de Harrison, y
según dice Eco, los papeles que había escrito Roberto con tanto cuidado fueron
a dar a las manos de algún librero de papeles antiguos donde, supuestamente,
los encuentra Eco y le sirven para escribir esta novela.
Sabemos que el padre Caspar
fallece y Roberto muere también después
de prenderle fuego al Daphne y lanzarse al mar con la ilusión
de llegar a la isla, lo que no sucede. Sin embargo, antes de hacerlo abre todas las
jaulas y obliga a las aves al levantar el vuelo. Ya en las aguas y antes de
morir, alcanza a ver a la Paloma Naranjada que sale de su jaula y levanta el
vuelo.
Vocabulario: verstanden = entendido
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