LAS POSADAS EN LOS
AÑOS CINCUENTA
Amigos lectores, quiero recordar
hoy cómo se celebraban las posadas en Durango en esos años, aunque debo
decirles que en la Ciudad de México lo hacían de la misma forma, es decir, con
un rezo antes de pedir la posada, que es un canto compuesto de varias estrofas.
Las posadas son originales de México, según nos informa el sacerdote José de
Jesús Aguilar, que actualmente tiene una participación destacada en los
programas de Televisión Azteca. Se celebran del 16 al 24 de diciembre. Fueron una creación de los españoles para
evangelizar a los indígenas que gustaban mucho del teatro y de la danza. Las
primeras se celebraron en el convento agustino de Acolman, situado a un poco
más de 41 kilómetros de la Ciudad de México. Antes, esa distancia se recorría
en unos 45 minutos, pero hoy en día se requiere de dos horas.
Los participantes hacen un
recorrido por varias casas en donde piden posada y se les niega hasta llegar a
la última donde José y María son admitidos. Antes de iniciar el recorrido se
acostumbraba rezar el rosario y, si no, por lo menos uno o dos misterios.
Después llega el momento de quebrar las piñatas que, según opina el sacerdote
anteriormente citado, fueron un invento de China, pero tomaron carta de
naturalización en México. Normalmente se trata de una olla de barro rellena de
dulces, naranjas, mandarinas, cacahuates y tejocotes. La olla está recubierta
de papel de china o de otro tipo y puede tomar la forma de un conejo, una
mariposa o una zanahoria (en realidad la forma depende del gusto y de la
imaginación de quién la hace). La más común es una estrella de siete picos, que
representan los siete pecados capitales que se vencen al quebrar la piñata.
A medida que los asistentes van
caminando de casa en casa (como lo acostumbramos en el fraccionamiento donde
vivo) se entona una melodía con los siguientes versos:
Ya van caminando
Los esposos santos.
Vamos, vamos todos,
Siguiendo sus pasos.
Después de varias paradas
solicitando albergue donde son rechazados, llegan a una posada donde son aceptados:
Eres tú José
Tu esposa es María
Sigan adelante
No los conocía.
Al abrir las puertas, todos los participantes cantan:
Entren santos peregrinos
Reciban este rincón
Que aunque es pobre mi morada
Os la doy de corazón.
En ese momento, todos los
presentes se encaminan al patio donde se procede a quebrar la piñata. Luego, se
reparten los aguinaldos y se sirve la merienda que consiste en tamales y champurrado
(un atole hecho con chocolate).Se caracterizaban por su atmósfera un tanto
religiosa y otro tanto inocente.
Cuando estuve en la Ciudad de San
Antonio, Texas, colaborando con una escuela de la UNAM para la enseñanza del
español a extranjeros, entre las diversas ceremonias que organizamos para
familiarizar a los alumnos con las costumbres mexicanas, tuvimos una posada. No
se podía usar una olla de barro porque si algún pedazo hería a alguna persona,
la escuela recibiría una multa. Por lo tanto, se utilizó un globo gigante bien
forrado con papel periódico y luego con el papel de china para darle la forma
de la estrella. Fue difícil quebrarla, pero el estudiante que lo logró le pegó
con tal fuerza que el palo se rompió y un pedazo golpeó a otro estudiante
afortunadamente sin daño alguno.
En aquellos días yo organicé una
posada en la casa y se me ocurrió hacer con un dado con cartoncillo y poner la
piñata dentro. El resultado fue que por más golpes que le daban, el cartón
resistía. Fue necesario quebrarla fuera del dado para disfrutar de su contenido.
Fue una experiencia distinta y aprendí que si las cosas son como son, hay una
razón para ello.
Hoy, las posadas se han
convertido en una fiesta con baile y bebidas y, por lo general, en los sitios que
los jóvenes hoy llaman “antros” (en realidad es un salón de fiestas común y
corriente), pero el idioma va cambiando. Nadie reza ni se ocupan de recordar la
jornada de José y María desde Nazareth hasta Belén para cumplir con el mandato
del César y empadronarse.
Algo que sí me molesta mucho es
que ahora el personaje que domina es Santa Claus y aparece en las tiendas y
aparadores desde principios de octubre. Claro, todo esto tiene una explicación
comercial y se debe a nuestra vecindad con los Estados Unidos, pero las
antiguas celebraciones anticipando la Navidad tenían un cierto sabor sagrado y
no se necesitaba gastar mucho dinero para organizarlas.
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