DURANGO, CIUDAD
PALOMA, SEGÚN LA POETA OLGA ARIAS
Es el rostro de Durango al amanecer
Algo tan especial y puro
Que yo le llamo ciudad paloma,
Porque su blancura dulcemente iluminada.
Me hace recordar esas aves de pico rosa
Y genio apacible, que tranquilamente
Se posan en las torres catedrales.
Ciudad paloma,
Donde las horas llegan
Y se abisman y se alejan, tan lentamente,
Como una caricia enamorada,
Y donde el cielo logra
El azul intenso de los sueños ilusionados
Con que los poetas adolescentes miran a sus novias.
Éstos son los primeros versos de
los Cuatro preludios para una ciudad,
(amanecer, mediodía, atardecer y la noche) escritos por la poeta Olga Arias que
siempre es recordada porque bautizó a Durango como “Ciudad Paloma”. Creo que
ahora ella se sentiría decepcionada porque la ciudad a la que se refiere, en
los años cincuenta, era como ella la describe: tenía pocos habitantes, no había
coches, la gente caminaba a cualquier lado, era muy limpia y la contaminación
era inexistente. Además, el Cerro de Mercado lucía orgulloso su crestón. Muchas
hermosas casonas eran admiradas en varias calles. El recoleto Jardín Victoria todavía
no había sido transformado en la plaza de cemento que hoy se llama Plaza IV
Centenario. Todo ha cambiado con el tiempo y, supuestamente, con el progreso.
Lo que sí se conserva hermoso en
plenitud es el azul de cielo que, al atardecer, se tiñe de lila y rosa
brindándonos un hermoso paisaje. También la luna, cuando está llena, brilla
intensamente e ilumina el firmamento.
Olga Arias, nació en Toluca,
Estado de México, en 1924 y falleció en Durango en 1994. Llegó a esta ciudad en
1939 porque su padre, quien era general
del ejército, fue destinado a esta localidad. Permaneció aquí cuando su padre y
toda su familia se trasladaron a Mazatlán. Muy joven, contrajo matrimonio con Enrique
Weber con quien procreó cuatro hijos. En otras palabras, adoptó a Durango, decidió permanecer aquí y nunca se
arrepintió de la decisión que había tomado. Disfrutaba tanto de la vida en esta
ciudad, que en una entrevista que le hice me declaró enfática: “Durango es
mío”.
Mientras gozó de buena salud, su
rutina diaria incluía, cuando la ciudad apenas empezaba su actividad
diaria, una caminata hasta el expendio
donde vendían todos los periódicos locales y de la Ciudad de México. Los
llevaba a su casa y dedicaba varias horas a su lectura. Después, salía
nuevamente y se dirigía a la cafetería “La Única”, en la calle de Constitución,
frente a la Plaza de Armas, entraba con la frente en alto y tomaba asiento en
una mesa ocupada por muchos hombres que hablaban sobre literatura,
principalmente la poesía. Sin saberlo ni
proponérselo, abrió con su conducta la posibilidad de que muchas mujeres
después de ella se atrevieran a entrar a las cafeterías solas o a compartir
mesa con sus compañeros.
Su poesía no es bien comprendida
por muchas personas porque se aleja por completo, como dice Evodio Escalante,
en su estudio preliminar al libro Del
inexpresable sentimiento -que recoge parte de la poesía de Olga Arias- publicado por el Instituto de Cultura del
Estado de Durango para celebrar el 450 aniversario de la fundación de la ciudad,
“sus textos se apartan de modo radical de la literatura ambiente que fomentaban
en ese entonces los concursos de poesía cuyo galardón consistía en la famosa flor natural “.
Mantuvo una relación muy cercana
con las autoridades locales, por lo que fue muy protegida y admirada por ellos; sin embargo, no gozó del
reconocimiento nacional. “Darse a conocer desde provincia –me dijo una vez- es
casi imposible”. Pero eso no fue impedimento para que enviara sus poemas, por
correo, a España, Argentina, Italia y
otros lugares donde obtuvo algunos galardones.
A excepción de los “Cuatro
preludios para una ciudad”, su poesía no goza de gran difusión, principalmente
entre las mujeres conservadoras que no disfrutan de sus versos y muchas veces
no los entienden. Tiene, sin embargo, algunos textos breves que me parecen muy bellos. Como ejemplo, este testimonio:
Estoy en mí y de mí
voy hacia el universo,
Porque yo soy y el
cosmos está en cada una
De mis células.
Tuve oportunidad de conocerla y
de conversar con ella a mi regreso a Durango. Cuando yo era una adolescente,
sólo la admiraba por su conducta tan diferente a la de otras señoras. Una vez que
concluí mis estudios universitarios y me enfrenté a un mundo distinto, me fue
posible comprenderla. Más allá del valor de su poesía, su desafío de las formas
tradicionales de conducta para las mujeres en esta ciudad nos abrió nuevos
caminos para nuestra vida, así como para la poesía.
En el Parque Guadiana hay una
fuente que lleva su nombre y muy cerca de mi casa una estancia infantil también
ha sido bautizada así.
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