lunes, 30 de enero de 2017

Olga Arias, excelente poeta y un poco olvidada.

DURANGO, CIUDAD PALOMA, SEGÚN LA POETA OLGA ARIAS

Es el rostro de Durango al amanecer
Algo tan especial y puro
Que yo le llamo ciudad paloma,
Porque su blancura dulcemente iluminada.
Me hace recordar esas aves de pico  rosa
Y genio apacible, que tranquilamente
Se posan en las torres catedrales.

Ciudad paloma,
Donde las horas llegan
Y se abisman y se alejan, tan lentamente,
Como una caricia enamorada,
Y donde el cielo logra
El azul intenso de los sueños ilusionados
Con que los poetas adolescentes miran a sus novias.

Éstos son los primeros versos de los Cuatro preludios para una ciudad, (amanecer, mediodía, atardecer y la noche) escritos por la poeta Olga Arias que siempre es recordada porque bautizó a Durango como “Ciudad Paloma”. Creo que ahora ella se sentiría decepcionada porque la ciudad a la que se refiere, en los años cincuenta, era como ella la describe: tenía pocos habitantes, no había coches, la gente caminaba a cualquier lado, era muy limpia y la contaminación era inexistente. Además, el Cerro de Mercado lucía orgulloso su crestón. Muchas hermosas casonas eran admiradas en varias calles. El recoleto Jardín Victoria todavía no había sido transformado en la plaza de cemento que hoy se llama Plaza IV Centenario. Todo ha cambiado con el tiempo y, supuestamente, con el progreso. Lo que sí se conserva hermoso  en plenitud es el azul de cielo que, al atardecer, se tiñe de lila y rosa brindándonos un hermoso paisaje. También la luna, cuando está llena, brilla intensamente e ilumina el firmamento.

Olga Arias, nació en Toluca, Estado de México, en 1924 y falleció en Durango en 1994. Llegó a esta ciudad en 1939  porque su padre, quien era general del ejército, fue destinado a esta localidad. Permaneció aquí cuando su padre y toda su familia se trasladaron a Mazatlán.   Muy joven, contrajo matrimonio con Enrique Weber con quien procreó cuatro hijos. En otras palabras, adoptó a  Durango, decidió permanecer aquí y nunca se arrepintió de la decisión que había tomado. Disfrutaba tanto de la vida en esta ciudad, que en una entrevista que le hice me declaró enfática: “Durango es mío”.

Mientras gozó de buena salud, su rutina diaria incluía, cuando la ciudad apenas empezaba su actividad diaria,  una caminata hasta el expendio donde vendían todos los periódicos locales y de la Ciudad de México. Los llevaba a su casa y dedicaba varias horas a su lectura. Después, salía nuevamente y se dirigía a la cafetería “La Única”, en la calle de Constitución, frente a la Plaza de Armas, entraba con la frente en alto y tomaba asiento en una mesa ocupada por muchos hombres que hablaban sobre literatura, principalmente la poesía.  Sin saberlo ni proponérselo, abrió con su conducta la posibilidad de que muchas mujeres después de ella se atrevieran a entrar a las cafeterías solas o a compartir mesa con sus compañeros.

Su poesía no es bien comprendida por muchas personas porque se aleja por completo, como dice Evodio Escalante, en su estudio preliminar al libro Del inexpresable sentimiento -que recoge parte de la poesía de Olga Arias-  publicado por el Instituto de Cultura del Estado de Durango para celebrar el 450 aniversario de la fundación de la ciudad, “sus textos se apartan de modo radical de la literatura ambiente que fomentaban en ese entonces los concursos de poesía cuyo galardón consistía en la famosa flor natural “.

Mantuvo una relación muy cercana con las autoridades locales, por lo que fue muy protegida y admirada por  ellos; sin embargo, no gozó del reconocimiento nacional. “Darse a conocer desde provincia –me dijo una vez- es casi imposible”. Pero eso no fue impedimento para que enviara sus poemas, por correo,  a España, Argentina, Italia y otros lugares donde obtuvo algunos galardones.

A excepción de los “Cuatro preludios para una ciudad”, su poesía no goza de gran difusión, principalmente entre las mujeres conservadoras que no disfrutan de sus versos y muchas veces no los entienden. Tiene, sin embargo, algunos textos breves que me parecen  muy bellos. Como ejemplo, este testimonio:

Estoy en mí y de mí voy hacia el universo,
Porque yo soy y el cosmos está en cada una
De mis células.

Tuve oportunidad de conocerla y de conversar con ella a mi regreso a Durango. Cuando yo era una adolescente, sólo la admiraba por su conducta tan diferente a la de otras señoras. Una vez que concluí mis estudios universitarios y me enfrenté a un mundo distinto, me fue posible comprenderla. Más allá del valor de su poesía, su desafío de las formas tradicionales de conducta para las mujeres en esta ciudad nos abrió nuevos caminos para nuestra vida, así como para la poesía.

En el Parque Guadiana hay una fuente que lleva su nombre y muy cerca de mi casa una estancia infantil también ha sido bautizada así.   





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