RECORDANDO AL POETA Y
NOVELISTA RUDYARD KIPLING
¡Cuán querida
es de los corazones buenos su tierra natal!
Voltaire
En 1907, Rudyard Kipling fue
galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Había nacido 42 años antes en
Bombay, India. Fue hijo de Lockwood Kipling, hombre de vasta cultura y
aficionado a las artes, y de Alicia McDonald, ambos nacidos en Inglaterra. Como
tantos otros muchachos en circunstancias semejantes, Kipling fue enviado al
país de sus padres para su educación, con el propósito de que, a su regreso a
la India, se incorporara al servicio exterior del Imperio. A los diecisiete
años, tras sus estudios en el United Service College, Kipling retornó al
Oriente.
Entre nosotros, es
recordado, sobre todo, por tres obras:
el poema “Si” (If) que, con mucha frecuencia vemos enmarcado en consultorios de
doctores, los Libros de la selva
(1894-95) y la novela Kim (1901),
llevada al cine con gran éxito hace unas décadas. Fue, además, periodista y un
cuentista prolífico. La “Balada del Oriente y del Occidente” (1892) lo dio a
conocer como poeta. Sin embargo, su talento narrativo se hizo evidente con la
publicación, en 1897, de “Los siete mares”.
En muchos libros y enciclopedias
se le clasifica como “cantor del imperio anglosajón”, palabras que, de alguna
manera, lo encasillan y empobrecen: su obra habla de los ingleses en la India,
efectivamente, pero también revela la complejidad étnica, religiosa y cultural
de ese inmenso territorio y el entramado social. Presente, igualmente, de forma
preponderante, se halla la geografía de esa región del mundo y las
descripciones de ríos, montañas y desiertos dan prueba del amor de Kipling por
su suelo natal.
El exotismo de la India o del
África (especialmente en la época que le
tocó vivir a Kipling) poblados de tigres, elefantes, cobras, cocodrilos
y otros animales actualmente en extinción y que, además, facilitaba vivir
aventuras amorosas o que mostraban el coraje de los individuos (como en tantos
relatos de Hemingway), ha dejado de existir. El cine y la televisión se han
encargado de mostrar todo su esplendor. Hoy, en cambio, vemos la
desertificación del continente negro, la desaparición de muchas especies y la
hambruna que se abate sobre tantos países. La India es ya un país
independiente; el imperio anglosajón pasó a la historia. Entonces, ¿cuál es el
beneficio de releer a Kipling en nuestros días?
Podríamos acercarnos a él como un
testigo veraz de tiempos pasados que nos transmite de primera mano su impresión
de hechos y personas. Sus descripciones de la naturaleza, por ejemplo, el río
Barhwi- personaje principal del relato “La inundación” o de los cráteres
arenosos de “La aldea de los muertos”, son incomparables. La relación
hombre-naturaleza de los cuentos kiplingianos me parece maravillosa.
Podría también leerse su obra con
un enfoque social. Por injusto que haya sido, el imperio británico fue una
realidad y dejó una honda huella. Ahora es posible analizar los modos de
relación de los Sahibs entre sí, con otros extranjeros, con sus conciudadanos y
sus sirvientes, los habitantes nativos de la India. Asimismo se le puede considerar como autor de
narraciones misteriosas al estilo de la “literatura fantástica” o del ya citado
“La aldea de los muertos”. Por último, si se lee en inglés y se logra descifrar
la difícil sintaxis de Kipling, afirma Carlos Pereyra, traductor y compilador
del volumen del que nos ocupamos, se puede apreciar su dominio de la lengua
propia y de las extranjeras pues, por ejemplo, en “El juicio de Dungara”,
escribe en inglés pero con la sintaxis del alemán, como corresponde al ministro
Justo Krenk, originario de Heidelberg y emigrado a la India con el propósito de
evangelizar a los Buria Kol.
Kipling era un buen psicólogo y
no se le ocultaba la injusticia del imperio. Además, amaba esa tierra amplia y
espaciosa, de horizontes dilatados
cielos despejados donde se reunían seres de variadas conductas e
intereses disímbolos. Por ello, través
de su personaje Khem Singh expresa:
“Su memoria, contaban, volvía con
la vista de sus patrios valles, y con la memoria renacía en
su corazón el odio a los ingleses, pues la heridas de ese corazón no habían cicatrizado en la
lejana Burma.” (pp. 253-254).
En el volumen integrado por “La
literatura fantástica” y cinco relatos más (México, Aguilar, 1976), el ya
citado Carlos Pereyra subraya el talento descriptivo de Kipling y señala que,
por encima de todo, pertenece a la India:
“A pesar de su imperialismo, a
pesar de su orgullo de casta, Kipling será más artista cuando hable de los pueblos
inferiores que cuando habla de la bandera británica. ¿Qué es la magnífica
poesía de Oriente y Occidente, en sus “Baladas de cuartel”, sino la afirmación
del hombre que ama la tierra en donde está su cuna? (p.22)”
Hace unos años, una estudiosa de
la literatura norteamericana rescató a Louise M. Alcott, autora de Mujercitas, texto que dejó de ser la
historia simplona de cuatro hermanas y se convirtió en una notable observación
de las relaciones familiares y sociales en Nueva Inglaterra durante la Guerra de
Secesión. Además, señaló el surgimiento de la mujer escritora que quiere
ganarse la vida con su pluma (el personaje de Jo). Ojalá pronto haya un crítico
que proponga una nueva lectura de Kipling.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario