ADIOS A UN FIEL
AMIGO MI VIEJO REFRIGERADOR
Le dije adiós, casi con lágrimas
en los ojos, a mi viejo refrigerador Acros la semana pasada. Creí que empezaba
a fallar y, sobre todo, ya mis manos no están aptas para descongelarlo y
limpiarlo cuando es necesario. Así que, al fin, decidí comprar uno nuevo, supuestamente ahorrador de energía, lo que
comprobaré cuando llegue el siguiente recibo de luz. El anterior, aunque fuera
viejo, sí ERA UN BUEN AHORRADOR porque
mi recibo de luz, con excepción del invierno cuando enciendo el calentador
eléctrico, no ha rebasado nunca los $200.00 pesos por dos meses. ¿No les parece
increíble? Y, además, ¿no merecía que lo despidiera con tristeza y nostalgia?
Dicen que las cosas también tienen alma,
por lo que hay que tratarlas bien, recibirlas con gusto y despedirlas con
lágrimas.
Este refrigerador llegó a mi vida
inesperadamente en 1993 cuando falleció de un infarto mi hermano Ricardo;
Carlos, el primero de mis hermanos, y yo
tuvimos que hacernos cargo de quitar su departamento y encargarnos de sus
cosas. Decidí conservarlo y le regalé el mío a mi mamá. Lo recibí en el
departamento que ocupaba en ese momento en la calle de Versalles cuando recién
había regresado de San Antonio y no pude establecerme en Durango de inmediato
precisamente por el fallecimiento de Ricardo, que a todos nos partió el
corazón. Era un hombre generoso, un excelente oftalmólogo, y apenas tenía 41
años.
El refrigerador sufrió después
varias mudanzas y las soportó con entereza. Primero, viajamos a Durango y se
instaló en mi casita del fraccionamiento Camino Real. Después, cuando intenté
el regreso al D. F., que no pude concretar, y como ya había vendido mi casa de
la calle Santa Patricia, nos mudamos a un departamento en la calle Alonso de
Pacheco, en un segundo piso, que poco después tuve que abandonar porque
vendieron el edificio. Nueva mudanza: esta vez a la casa donde vivo actualmente
y que es de mi propiedad, en el Fraccionamiento Residencial Santa Teresa.
Recibí al nuevo aparato con
alegría y orgullo. Es un Mabe (prefiero las marcas nacionales), angosto y alto,
de color gris, como está ahora de moda. Ocupó el lugar del otro y se ve muy
bien. Sin embargo, según yo, arranca con mucha frecuencia, al menos más que el
otro. Las primeras noches casi no podía dormir porque oía el ruido del motor y
mi mente rápidamente se iba al recibo de luz.
He manipulado el control de la temperatura porque, la verdad, está
bastante vacío. Tengo que ir a comprar verduras congeladas y un bote de nieve
ara que no trabaje inútilmente.
Todas mis amigas que poseen un
refrigerador moderno me animan y dicen que hice una buena compra. Ojalá tengan
razón. Me está ocurriendo un poco lo que me sucedió cuando me mudé a esta casa
y lloraba desconsoladamente por la de la calle Santa Patricia que me encantaba.
Ésta no me agradaba tanto porque el arquitecto hizo lo que le vino en gana
aunque prometía respetar mis deseos. Sin embargo, cuando se empezó la
remodelación del boulevard Domingo Arrieta, se derrumbaron árboles, se invirtió
el sentido de la calle y se estableció un banco en la esquina, la paz y
tranquilidad de la calle se perdieron. Así, lo que me pareció un mal se
convirtió en un bien. Espero que así ocurra con el refrigerador recién llegado
a mi vida.
Hace unos días se dio a conocer
la noticia de que el Consejo Nacional de
Población ha dividido a los mexicanos en varias categorías. La primera, a la
que pertenezco yo, es la de los nacidos antes de 1946. Nos caracterizamos por
ser conservadores, apegados a un empleo o negocio, ahorradores, poco afectos a
los cambios, sobre todo a la edad que tenemos actualmente, y preferimos la
comunicación telefónica y no por los medios electrónicos. Esto explicaría mi
renuencia a cambiar de su sitio objetos y muebles, a reponer las cortinas
cuando se rompen por el sol, aunque siempre conservando el estilo anterior, y a
ser apegada a las cosas. Por ello, es comprensible mi tristeza por haber
despedido a mi antiguo y fiel amigo, el refrigerador Acros, que, además, me
hacía sentir que, de alguna manera, mi hermano estaba conmigo.




Tengo el mismo refrigerador mis papás lo compraron en 1981 lo conservo nostalgia
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