sábado, 13 de agosto de 2016

Adiós a mi viejo refrigerador

ADIOS A UN FIEL AMIGO MI VIEJO REFRIGERADOR

Le dije adiós, casi con lágrimas en los ojos, a mi viejo refrigerador Acros la semana pasada. Creí que empezaba a fallar y, sobre todo, ya mis manos no están aptas para descongelarlo y limpiarlo cuando es necesario. Así que, al fin, decidí comprar uno nuevo,  supuestamente ahorrador de energía, lo que comprobaré cuando llegue el siguiente recibo de luz. El anterior, aunque fuera viejo, sí ERA UN BUEN AHORRADOR  porque mi recibo de luz, con excepción del invierno cuando enciendo el calentador eléctrico, no ha rebasado nunca los $200.00 pesos por dos meses. ¿No les parece increíble? Y, además, ¿no merecía que lo despidiera con tristeza y nostalgia? Dicen que las cosas también tienen  alma, por lo que hay que tratarlas bien, recibirlas con gusto y despedirlas con lágrimas.

Este refrigerador llegó a mi vida inesperadamente en 1993 cuando falleció de un infarto mi hermano Ricardo; Carlos, el primero de mis hermanos,  y yo tuvimos que hacernos cargo de quitar su departamento y encargarnos de sus cosas. Decidí conservarlo y le regalé el mío a mi mamá. Lo recibí en el departamento que ocupaba en ese momento en la calle de Versalles cuando recién había regresado de San Antonio y no pude establecerme en Durango de inmediato precisamente por el fallecimiento de Ricardo, que a todos nos partió el corazón. Era un hombre generoso, un excelente oftalmólogo, y apenas tenía 41 años.

El refrigerador sufrió después varias mudanzas y las soportó con entereza. Primero, viajamos a Durango y se instaló en mi casita del fraccionamiento Camino Real. Después, cuando intenté el regreso al D. F., que no pude concretar, y como ya había vendido mi casa de la calle Santa Patricia, nos mudamos a un departamento en la calle Alonso de Pacheco, en un segundo piso, que poco después tuve que abandonar porque vendieron el edificio. Nueva mudanza: esta vez a la casa donde vivo actualmente y que es de mi propiedad, en el Fraccionamiento Residencial Santa Teresa.  

Recibí al nuevo aparato con alegría y orgullo. Es un Mabe (prefiero las marcas nacionales), angosto y alto, de color gris, como está ahora de moda. Ocupó el lugar del otro y se ve muy bien. Sin embargo, según yo, arranca con mucha frecuencia, al menos más que el otro. Las primeras noches casi no podía dormir porque oía el ruido del motor y mi mente rápidamente se iba al recibo de luz.  He manipulado el control de la temperatura porque, la verdad, está bastante vacío. Tengo que ir a comprar verduras congeladas y un bote de nieve ara que no trabaje inútilmente. 

Todas mis amigas que poseen un refrigerador moderno me animan y dicen que hice una buena compra. Ojalá tengan razón. Me está ocurriendo un poco lo que me sucedió cuando me mudé a esta casa y lloraba desconsoladamente por la de la calle Santa Patricia que me encantaba. Ésta no me agradaba tanto porque el arquitecto hizo lo que le vino en gana aunque prometía respetar mis deseos. Sin embargo, cuando se empezó la remodelación del boulevard Domingo Arrieta, se derrumbaron árboles, se invirtió el sentido de la calle y se estableció un banco en la esquina, la paz y tranquilidad de la calle se perdieron. Así, lo que me pareció un mal se convirtió en un bien. Espero que así ocurra con el refrigerador recién llegado a mi vida.


Hace unos días se dio a conocer la noticia de que el  Consejo Nacional de Población ha dividido a los mexicanos en varias categorías. La primera, a la que pertenezco yo, es la de los nacidos antes de 1946. Nos caracterizamos por ser conservadores, apegados a un empleo o negocio, ahorradores, poco afectos a los cambios, sobre todo a la edad que tenemos actualmente, y preferimos la comunicación telefónica y no por los medios electrónicos. Esto explicaría mi renuencia a cambiar de su sitio objetos y muebles, a reponer las cortinas cuando se rompen por el sol, aunque siempre conservando el estilo anterior, y a ser apegada a las cosas. Por ello, es comprensible mi tristeza por haber despedido a mi antiguo y fiel amigo, el refrigerador Acros, que, además, me hacía sentir que, de alguna manera, mi hermano estaba conmigo.   



                                              


1 comentario:

  1. Tengo el mismo refrigerador mis papás lo compraron en 1981 lo conservo nostalgia

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