TIEMPO ENTRE COSTURAS
Si bien la novela de que me ocupo
en este texto ya fue llevada a la televisión en una serie que parece se llamó Between, y pasó por Netflix, creo que somos muchos los que no la hemos
visto. Además, sufrió muchas modificaciones como suele suceder con las
adaptaciones al cine o a la televisión.
La autora es la filóloga española María
Dueñas, que vivió muchos años en Tetuán, hoy Marruecos, territorio que, en los
años treinta del siglo pasado, pertenecía a España. La época nos remite al
comienzo de la guerra civil española, que ganó Franco, y al temor que invade a
Francia y a Inglaterra por la proximidad de la segunda guerra mundial en virtud
de los movimientos que había hecho Hitler en el oriente de Europa invadiendo Polonia.
La protagonista se llama Sira,
vive junto con su madre en un barrio
pobre de Madrid, y trabaja junto con ella en el taller de una afamada modista
del momento. Recordemos que en esos años no existían los centros comerciales ni
tampoco se podía comprar vestidos hechos en una tienda. Para eso estaban las
modistas. Sira deja a su novio Ignacio y se enamora de un vendedor de máquinas
Olivetti (desea cambiar de oficio y aprender mecanografía) que resulta ser un
estafador. Ella es hija ilegítima de un acaudalado madrileño que, de pronto,
decide conocer a su hija y darle lo que corresponde de la herencia. Una vez en
posesión de joyas y dinero, Sira y su novio se marchan a Tetuán donde, según
él, tendrán un buen negocio. Un día, sin embargo, desaparece dejando a Sira en
la ruina, embarazada y, además, con el adeudo pendiente del cuarto de hotel que
ocuparon desde su llegada. Esto significa una vuelta de tuerca para la vida de
Sira.
Para empezar, pierde al bebé y
queda muy débil. El hotel la demanda, pero el jefe de la policía simpatiza con
ella, le tiene lástima y le da un plazo para que pague la deuda. Cuando sale
del hospital, le consigue, además, alojamiento en casa de Candelaria, mujer de
muchas argucias y negocios poco claros, que recibe a hombres y mujeres desamparados
en Tetuán. Cuando descubre que Sira sabe coser, decide que ha llegado el
momento de abrir un excelente taller de costura al que acudirán las señoras de
la buena sociedad y las esposas de funcionarios importantes.
Para allegarse fondos, Candelaria
tiene todo previsto. Posee una cantidad considerable de pistolas que nunca
revela cómo llegaron a sus manos y que ha tenido escondidas durante mucho
tiempo, pero que ahora pueden venderse a
los republicanos. Para hacérselas llegar, recurre a una estratagema
dificilísima y arriesgada de la cual se encargará Sira. Con jirones de tela, le
fija las pistolas al cuerpo cuidando de que queden bien sujetas. Luego, la
disfraza como si fuera una mujer árabe para que camine por las calles en la
madrugada, pegada a la pared, sin llamar
la atención de la policía. Antes, por supuesto, la lleva a recorrer las calles
para que aprenda a caminar como las moras y a familiarizarse con el recorrido
que tendrá que hacer para entregar las armas. Milagrosamente, todo sale bien.
Sira recoge el dinero que le entrega el mensajero republicano y emprende el
regreso a la casa. Ahora ya tienen los fondos necesarios para montar un taller,
pero debe ser en una calle bonita y arreglado con gusto para que acudan las
esposas de los funcionarios españoles y de los embajadores.
Entre esas señoras se encuentra
Rosalinda Powell Fox, un personaje que sí existió en la realidad porque sus
memorias aparecen citadas en la bibliografía. Fue amante del ministro español
Beigbeder (también con su nombre real) que cayó en desgracia con Franco y tuvo
un triste final. También importante es un corresponsal de guerra que usa el
pseudónimo de Marcus, pero que en la vida real se llamó Alan Hillgarth.
Una vez abierto el taller,
empieza la transformación de Sira en espía porque tiene acceso a mucha
información. Además, tiene tanto éxito que decide traer a su madre de España
para que la auxilie en sus tareas de costura y para alejarla de la pobreza de
España. Tanto el periodista Marcus como Rosalinda Fox serán cruciales para
cumplir ese propósito. Cuando ya todo marcha bien, Marcus, por parte de Gran
Bretaña, le pide a Sira que abandone Tecuán y se instale en Madrid donde podrá
tener acceso a mayor información. Así lo hace y entonces adopta el nombre de
Arish y le confiesa a doña Manuela, la antigua patrona de su madre que cose
para estas mujeres “para obtener información sobre lo que hacen los alemanes en
España. Después paso esta información a
los ingleses”.
Después de muchas aventuras en
Portugal de las que Sira sale bien librada, regresa a Madrid y sigue trabajando
ahí. Marcus se marcha para cumplir con su cometido de corresponsal de guerra. La
autora concluye diciendo: “Ésta fue mi historia o al menos así la recuerdo,
barnizada tal vez con la pátina que las décadas y la nostalgia dan a las cosas.
Ésta fue mi historia”. Viene luego un capítulo para narrar qué fue de la vida
de los personajes reales que aparecen en la novela. El libro cierra con una
bibliografía, algo poco usual en una novela, pero indispensable en ésta donde
la realidad y la ficción están tan bien imbricadas. Al inicio dedica la novela
a su madre, pero también “A todos los antiguos residentes del Protectorado
español en Marruecos y a todos los marroquíes que con ellos convivieron”.
Además de la historia misma llena
de peripecias, la bella y minuciosa
descripción de calles, plazas, cafés, mezquitas, llamadas a la oración y restaurantes de Tetuán añade un aura de
misterio a la historia. Lo mismo sucede con personajes de todas las
nacionalidades que convivieron en este lugar en esa época en que la historia
iba a transformar por completo países y estructuras.
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