sábado, 13 de agosto de 2016

Comentarios sobre esta fascinante novela

TIEMPO ENTRE COSTURAS

Si bien la novela de que me ocupo en este texto ya fue llevada a la televisión en una serie que parece se llamó Between, y pasó por Netflix, creo que somos muchos los que no la hemos visto. Además, sufrió muchas modificaciones como suele suceder con las adaptaciones al cine o a la televisión.
 La autora es la filóloga española María Dueñas, que vivió muchos años en Tetuán, hoy Marruecos, territorio que, en los años treinta del siglo pasado, pertenecía a España. La época nos remite al comienzo de la guerra civil española, que ganó Franco, y al temor que invade a Francia y a Inglaterra por la proximidad de la segunda guerra mundial en virtud de los movimientos que había hecho Hitler en el oriente de Europa invadiendo Polonia.

La protagonista se llama Sira, vive junto  con su madre en un barrio pobre de Madrid, y trabaja junto con ella en el taller de una afamada modista del momento. Recordemos que en esos años no existían los centros comerciales ni tampoco se podía comprar vestidos hechos en una tienda. Para eso estaban las modistas. Sira deja a su novio Ignacio y se enamora de un vendedor de máquinas Olivetti (desea cambiar de oficio y aprender mecanografía) que resulta ser un estafador. Ella es hija ilegítima de un acaudalado madrileño que, de pronto, decide conocer a su hija y darle lo que corresponde de la herencia. Una vez en posesión de joyas y dinero, Sira y su novio se marchan a Tetuán donde, según él, tendrán un buen negocio. Un día, sin embargo, desaparece dejando a Sira en la ruina, embarazada y, además, con el adeudo pendiente del cuarto de hotel que ocuparon desde su llegada. Esto significa una vuelta de tuerca para la vida de Sira.

Para empezar, pierde al bebé y queda muy débil. El hotel la demanda, pero el jefe de la policía simpatiza con ella, le tiene lástima y le da un plazo para que pague la deuda. Cuando sale del hospital, le consigue, además, alojamiento en casa de Candelaria, mujer de muchas argucias y negocios poco claros, que recibe a hombres y mujeres desamparados en Tetuán. Cuando descubre que Sira sabe coser, decide que ha llegado el momento de abrir un excelente taller de costura al que acudirán las señoras de la buena sociedad y las esposas de funcionarios importantes.

Para allegarse fondos, Candelaria tiene todo previsto. Posee una cantidad considerable de pistolas que nunca revela cómo llegaron a sus manos y que ha tenido escondidas durante mucho tiempo, pero que  ahora pueden venderse a los republicanos. Para hacérselas llegar, recurre a una estratagema dificilísima y arriesgada de la cual se encargará Sira. Con jirones de tela, le fija las pistolas al cuerpo cuidando de que queden bien sujetas. Luego, la disfraza como si fuera una mujer árabe para que camine por las calles en la madrugada, pegada a la pared,  sin llamar la atención de la policía. Antes, por supuesto, la lleva a recorrer las calles para que aprenda a caminar como las moras y a familiarizarse con el recorrido que tendrá que hacer para entregar las armas. Milagrosamente, todo sale bien. Sira recoge el dinero que le entrega el mensajero republicano y emprende el regreso a la casa. Ahora ya tienen los fondos necesarios para montar un taller, pero debe ser en una calle bonita y arreglado con gusto para que acudan las esposas de los funcionarios españoles y de los embajadores.
Entre esas señoras se encuentra Rosalinda Powell Fox, un personaje que sí existió en la realidad porque sus memorias aparecen citadas en la bibliografía. Fue amante del ministro español Beigbeder (también con su nombre real) que cayó en desgracia con Franco y tuvo un triste final. También importante es un corresponsal de guerra que usa el pseudónimo de Marcus, pero que en la vida real se llamó Alan Hillgarth.

Una vez abierto el taller, empieza la transformación de Sira en espía porque tiene acceso a mucha información. Además, tiene tanto éxito que decide traer a su madre de España para que la auxilie en sus tareas de costura y para alejarla de la pobreza de España. Tanto el periodista Marcus como Rosalinda Fox serán cruciales para cumplir ese propósito. Cuando ya todo marcha bien, Marcus, por parte de Gran Bretaña, le pide a Sira que abandone Tecuán y se instale en Madrid donde podrá tener acceso a mayor información. Así lo hace y entonces adopta el nombre de Arish y le confiesa a doña Manuela, la antigua patrona de su madre que cose para estas mujeres “para obtener información sobre lo que hacen los alemanes en España. Después paso  esta información a los ingleses”.

Después de muchas aventuras en Portugal de las que Sira sale bien librada, regresa a Madrid y sigue trabajando ahí. Marcus se marcha para cumplir con su cometido de corresponsal de guerra. La autora concluye diciendo: “Ésta fue mi historia o al menos así la recuerdo, barnizada tal vez con la pátina que las décadas y la nostalgia dan a las cosas. Ésta fue mi historia”. Viene luego un capítulo para narrar qué fue de la vida de los personajes reales que aparecen en la novela. El libro cierra con una bibliografía, algo poco usual en una novela, pero indispensable en ésta donde la realidad y la ficción están tan bien imbricadas. Al inicio dedica la novela a su madre, pero también “A todos los antiguos residentes del Protectorado español en Marruecos y a todos los marroquíes que con ellos convivieron”.

Además de la historia misma llena de peripecias, la bella y minuciosa  descripción de calles, plazas, cafés, mezquitas, llamadas a la oración  y restaurantes de Tetuán añade un aura de misterio a la historia. Lo mismo sucede con personajes de todas las nacionalidades que convivieron en este lugar en esa época en que la historia iba a transformar por completo países y estructuras.   

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