domingo, 19 de noviembre de 2017

Recordando a viejas y queridas amigas en un feliz domingo.

LA AMISTAD

La fotografía que acompaña este texto fue tomada en 1967, en la Hacienda de Tequesquitengo, en el Estado de Cuernavaca, un lugar muy popular para pasar el fin de semana debido a su buen clima y todas las oportunidades que ofrecía para disfrutar de un día casi como de playa. En la foto aparezco con lentes obscuros y  un traje de baño amarillo, acompañada por varias amigas Magdalena, Luz María y Tere a las que conocí en un viaje a Europa durante un mes y ese tiempo nos sirvió para empezar una amistad que se ha prolongado a través de los años.   

La historia de nuestra amistad es interesante. Empezaré por Tere, en el otro extremo, también con un traje de baño amarillo. Tere y yo nos conocimos en 1961 cuando ella era la secretaria del gerente de la compañía de publicidad Noble y Asociados. Yo estaba recién llegada a la Ciudad de México y conseguí empleo en esa empresa como secretaria del señor Storke, el subdirector. Desde entonces y a pesar de que hemos vivido en ciudades distintas la amistad se mantiene igual que si hubiera sido ayer cuando nos vimos. Ella vive actualmente en San Luis Potosí, una bella ciudad, que está como a seis horas en coche por la carretera a México. Yo no he podido visitarla en los últimos años porque ya no me es posible viajar muchas horas en autobús debido a mis problemas de circulación. Por su parte, ella no quiere venir a Durango porque tiene mucho miedo a los alacranes, tan mencionados en todas partes. Y hay cierta razón para ello porque el otro día dieron la noticia de que este año ya van 9,000 picados de alacrán aunque esto sucede en la periferia o en los poblados del campo.

Perdí el contacto con Malena, porque así la llamamos desde que el destino nos reunió en un viaje a Europa en 1966,  durante muchos años, pero como se dice comúnmente que el mundo es un pañuelo sucedió que un hijo de Eva, la que no aparece en la foto, en unas vacaciones en la ciudad de Querétaro conoció a un sobrino de Malena y fue así como reanudamos el contacto. Ella se casó con un norteamericano y ha vivido fuera de México por más de treinta años, pero ahora, con la facilidad del internet, hemos reanudado nuestra amistad,  aunque parece difícil que volvamos a saludarnos en persona.

Luz María, a la que llamamos Luzma, viste un traje de baño negro y tiene el pelo castaño. Durante muchos años se dedicó a ser guía de turistas para empresas que organizaban viajes a Europa o a Japón, y creo que un tiempo vivió en un puerto. Sin embargo, no he vuelto a tener contacto con ella aunque la recuerdo con cariño.

Eva, la fotógrafa y, además, dueña del coche en el que fuimos a Tequesquitengo, y que no aparece en la foto, y yo logramos fortalecer nuestra amistad al paso del tiempo y debido a intereses y gustos similares. En 1967 esta amistad nos llevó a viajar juntas  a Washington, D.C. donde trabajamos como secretarias bilingües para el Banco Interamericano de Desarrollo. Rentamos un departamento, que arreglamos con muebles de segunda mano, y objetos que habíamos llevado desde México para sentir que estábamos en casa, y que compartimos durante un año y medio. A su regreso, contrajo matrimonio y actualmente vive en  Querétaro.
Por problemas de salud, no sabe usar la computadora, de manera que nuestro contacto es siempre telefónico. Antes, cuando yo podía viajar y mi hermano Gonzalo también vivía en Querétaro, iba a visitarlos por lo menos una vez al año. Mi hermano ya murió y Eva tiene serios problemas de salud así que se mantiene en su casa.

Quise compartir con ustedes estos recuerdos que acudieron a mi mente cuando al abrir un álbum de fotos me topé con esta foto. Y recordé estas palabras de Cicerón en su diálogo sobre la amistad:


El que mira a un amigo verdadero es como si viera su propia imagen. Y, así, los ausentes se hacen presentes; los pobres, ricos; los débiles, fuertes; y –lo que es más difícil de decir- los muertos, vivos: tanto es el honor, el recuerdo y la añoranza de los amigos, que estos sentimientos les siguen más allá de la tumba. Por eso, la muerte de aquéllos parece feliz, y la vida de éstos digna de alabanza.    

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