ANA KARENINA
Es, quizá, la más famosa de las
tres mujeres de la literatura europea en el siglo XIX que se suicidaron. Las
otras dos son Madame Bovary, en la gran novela de Flaubert, y La Regenta, Ana
de Ozores, escrita por el español Leopoldo Alas, Clarín, que no circuló mucho porque en ese tiempo
España se había cerrado al resto del mundo. Ana Karenina, en cambio, ha sido
llevada al cine y últimamente se han filmado series con su historia, aunque
muchas veces se concentran solamente en el pasaje relativo al baile del vals
con el príncipe Wronsky y a su suicidio cuando la novela en sí es una de las
tres grandes obras de Leon Nikolaievich Tolstoi.
Apodado por sus contemporáneos
como el Oso, porque era de gran estatura y muy corpulento y en invierno gustaba
de usar un abrigo fabricado con una piel de oso, Tolstoi es quizá el mayor
escritor ruso. Sus tres novelas, la ya mencionada Ana Karenina y dos más: su
obra cumbre La guerra y la paz donde
narra la invasión de Rusia por el ejército francés en la época de Napoleón
Bonaparte, que es una novela extraordinaria, y Resurrección, escrita diez años después de Ana Karenina donde deja
ver su gran preocupación por la suerte, la pobreza y el duro trabajo de los siervos de los príncipes rusos poco
antes de la revolución iniciada por Lenin. El personaje Levine, en Ana
Karenina, es un poco una muestra de ese amor de Tolstoi por la naturaleza rusa
y por su afán de ser un patrón generoso y comprensivo.
Ana Karenina empieza cuando ella
deja San Petersburgo, donde vivía felizmente casada con el juez Karenina y su
hijo de ocho años, y toma el tren para dirigirse a Moscú donde su cuñada ha
amenazado con divorciarse de su marido (hermano de Ana) que le ha sido infiel.
En ese momento conoce al príncipe Wronsky que se queda prendado de su belleza y
que, al final, será la causa de su desgracia. Asisten a un baile donde bailan un vals que
deja a Wronsky boquiabierto por la gracia y la belleza de Ana y que será el
inicio de su desgracia. Además, ha sido el pasaje más explotado por las series
televisivas.
Una vez solucionado el problema
de su hermano y su cuñada, Ana se apresura a tomar el tren para regresar a su
hogar con su marido y su hijo, pero Wronksy la persigue y la acosa sin respeto
alguno y sin darle tregua. Ana acaba por enamorarse de Wronsky y se deja
seducir, lo que será el inicio de su
desventura.
Los amores entre Wronsky y Ana
son tumultuosos y difíciles porque el juez Karenina está dispuesto a darle
el divorcio pero conservando a su hijo,
lo que a ella no le parece justo. Exceptuando el tiempo que pasan en Italia
lejos de la sociedad rusa y de su crítica,
su relación es trágica y llevará a Ana al suicidio. Queda embarazada y
tiene una hija, que finalmente conservará Karenina, pero después de un parto
difícil, queda muy débil y el doctor le receta gotas de láudano (tintura
alcohólica a base de opio preparada por primera vez por Paracelso al que ella
se aficionará en demasía) para ayudarla
a sobrevivir.
A su regreso a Rusia, la relación
entre la pareja se vuelve más conflictiva. Ana se atreve a retar a la alta
sociedad rusa asistiendo a una función de ópera con un atrevido atuendo sólo
para sentir el rechazo de aquellos que antes la aceptaban y tiene que abandonar
el teatro.
En una ocasión Wronsky sale de la
casa para ver a su madre que no soporta a Ana. Desesperada porque no regresa
pronto, Ana le envía un mensaje con un sirviente, que Wronsky no alcanza a
leer, porque él le ha enviado otro anunciándole que acompañará a su madre ese día. Es decir, los mensajes se
cruzan, pero Ana, siempre preocupada porque presiente que él va a abandonarla,
va en su busca. En el trayecto, recuerda que a su llegada a Moscú vio cómo en
la estación un hombre cae a las vías del tren y muere destrozado. Entonces,
decide que ella hará lo mismo y lo cumple. Cuando pierde la oportunidad de
lanzarse al primer vagón, lo logra con el segundo y muere.
Curiosamente, nos informa Fedro
Guillén, el autor del estudio que precede al ejemplar de la novela que poseo,
León Tolstoi (1828-1910) había salido de su propiedad llamada Yasnaia Poliana,
abandonando a su esposa y comprendido por su hija Alejandra, que lo acompaña. Muere el 20 de noviembre de 1910 (fecha
significativa para la historia de México porque se es el inicio de la
Revolución) porque de pronto se siente enfermo y fallece en Astapovo, una modesta estación de ferrocarril.
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