CALLEJERO GOURMET
El jueves, como a las
8:00 p.m., salir del cine mi prima y yo nos dirigimos rumbo al Jardín Hidalgo,
frente el templo de Santa Anna, y encontramos que una joven pareja estaba
vendiendo café en un rincón. Tenían dos bonitas cafeteras, leche entera y deslactosada,
svetia (que es el endulzante de moda) y los vasos desechables. Compré uno con
leche y nos sentamos en una banca a que yo lo disfrutara. A mi prima no le
gusta el café por la noche.
Entonces recordé la
primera vez que vi a alguien vendiendo en la calle (sin tener un puesto fijo) y
fue en Querétaro. Vi como, a la hora de la comida, una pareja llegaba y estacionaba su camioneta
frente al edificio de Telmex y de otras oficinas, abría la parte trasera y
empezaba a vender comida caliente a los empleados que salían a esa hora. Como a
las 3:00 p.m., cuando ya habían terminado de vender, cerraban la cajuela y se
iban. No creo que pagaran impuestos, pero sí era una manera de ganarse la vida
si no se tenía un empleo fijo.
Meses después se repitió
la historia en Durango, frente al jardín del Templo de San Juan Bautista de
Analco. Era invierno y una pareja en una camioneta vendía tamales y atole.
Sentí el deseo de probarlos, pero soy desconfiada de la comida callejera debido
a una infección que contraje en la Ciudad de México hace ya muchos años con un
taco de chicharrón. Así que continué mi camino.

El contenido del libro
(casi follelto) es el siguiente: agua celis, ahogaperros de Lerdo, arrachera,
birria, burritos de hielera, comida corrida, costillitas (que hacen felices a
unos alumnos míos porque también se venden en Durango), chicharrón de puerco,
duro preparado, elote tatemado, fruta con chile, gorditas, hamburguesas,
lonche, menudo, nieve de Chepo, tacos dorados, tacos La Joya, tacos y lonches
de barbacoa.
Muchos de estos productos
se venden en Durango, igualmente en puestos callejeros. Quizá varíen un poco
las salsas que los acompañan pero también tienen una gran demanda en esta
ciudad. La famosa nieve de Chepo, que inició con una nevería en el jardín de
Ciudad Lerdo, ya tiene ahora en Durango dos o tres neverías (aunque no me
parece que la nieve tenga el mismo sabor o quizá yo no siente el calor que se
experimenta en la Laguna durante el
verano.
Creo recordar que en
nuestra ciudad hace muchos años se vendía algo semejante al agua celis, pero
las que predominaban antes de la llegada de la Coca-cola, eran las sodas de
limón, naranja y grosella fabricadas por La Favorita, cuyo dueño era don
Plácido Rodríguez.
El menudo, que sólo he
probado una vez en la vida, es un guiso que se prepara base de pancita de res y
maíz, cocinado con una base de chile seco. No es posible consumirlo cualquier
día de la semana porque la tradición indica que es para la curar “la cruda”, es
decir, el malestar después de una noche de juerga, por lo que es fácil
conseguirlo la madrugada del domingo. Hay quien prefiere cocinarlo en casa y no
comprarlo en los establecimiento que se han vuelto famosos por su menudo.
El autor nos dice en la
introducción: “Los aguafuertes que componen este libro nacieron de mi gusto,
más que de mi raciocinio”. Párrafos más adelante afirma: “Sólo es, reitero, un
engarzamiento de instantáneas sobre la comida que más disfruto, la única que
verdaderamente satisface mi paladar y arrastra en cada bocado toda la
cosmovisión que me cupo en buena o mala suerte, todo el pasado que se deja
venir encima del presente apenas huelo algunas delicia culinaria preparada por
manos populares en las calles aledañas al río Nazas”.

De cualquier manera, me
parece que este folleto Callejero gourmet contribuye significativamente a la
historia de la cocina en La Laguna, pero también es una aportación a la
historia de la cocina en
nuestro país.
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