LOS LIBROS DEL 450
ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE DURANGO
FUEGO EN LA CUMBRE
En 2013, el Instituto de Cultura
del Estado de Durango decidió publicar diecisiete libros escritos por autores
famosos de nuestro estado durante la mitad del siglo veinte. Varios de estos
escritores habían emigrado en su juventud a la Ciudad de México en busca de
mejores estudios, empleos y posibilidades de desarrollo personal. Tal es el
caso de Ladislao López Negrete, autor de
la novela Fuego en la cumbre,
premiada en 1949 en las Fiestas de la Primavera en el Distrito Federal y
publicada por Ediciones Botas, en 1953.
Creo que fue Jung quien dijo que
en la vida no hay casualidades sino causalidades y les diré por qué. Leí la
novela de este autor a finales de los años ochenta del siglo pasado cuando
elaboré la antología Durango. Una
literatura del desarraigo (1991) para la colección Letras de la República,
publicada por el CONACULTA en 1992. En ese año me encontraba colaborando con la
UNAM/San Antonio como jefa del área de español. Un día llegaron a la biblioteca
dos cajas de libros enviadas seguramente por la familia de algún mexicano
emigrado en los días posteriores a la revolución. Al abrirlas, apareció de
inmediato Fuego en la cumbre, además
de dos libros de Xavier Icaza. Con autorización de la bibliotecaria y dado que
todavía no estaban catalogados pasaron a ser de mi propiedad.
Escribí después un texto sobre la
novela de López Negrete que se publicó
en un número de la revista Transición,
editada por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Juárez
del estado de Durango. En 2013, el Instituto de Cultura me invitó a preparar el
estudio introductorio de este libro.
No hay muchos datos biográficos
sobre este autor que algunas veces es confundido con otro del mismo nombre que
fue banquero. Como dato curioso, Friedrich Katz narra en su libro sobre Pancho
Villa, aclarando que no hay información fidedigna que soporte lo dicho y que es
casi una leyenda, que la vida errante de Pancho Villa y sus problemas con la
justicia se iniciaron cuando se enfrentó a Agustín López Negrete, poderoso
hacendado dueño de inmensos territorios en el noreste del estado que quería
ejercer su derecho de pernada con la hermana de Villa. ¿Sería el abuelo o el
tío de nuestro autor? Todavía no he encontrado la respuesta.
La novela Fuego en la cumbre es una obra de fervor nacionalista, narrada en
tercera persona y en forma lineal. Empieza cuando dos jóvenes, Enrique y
Pancho, regresan a la sierra de Durango
para disfrutar de unas vacaciones en la casa de Ramón Núñez, apodado “el
jaguar de la sierra”, en el pueblo de
Ocotal, y para visitar la Hacienda de San José de los Llanos, donde nació
Enrique quien compara todo el tiempo a Ocotal con la Ciudad de México, en tanto
que Pancho defiende calurosamente la vida campirana. Aquí, creemos nosotros, López Negrete
manifiesta la oposición urbe/provincia muy común en los años cuarenta porque la
sociedad mexicana estaba cambiando de rural a urbana.
Ramón Núñez es el eje alrededor
del cual gira la anécdota. Es viudo y
está orgulloso de que acaba de nacer un hijo suyo, fuera de matrimonio, que
pesa cinco kilos y que el sacerdote no tiene ningún reparo en bautizar. Su
hija, Mercedes se enamora de Enrique en tanto que su amiga Rosa lo hace de
Pancho. Sin embargo, Enrique piensa que su romance con Mercedes durará lo que
duren sus vacaciones porque en su pueblo, ella es “seductora”, pero en la
Ciudad de México sería “burlesca”. Lupe, la hermana soltera de Ramón, es
calificada por López Negrete como “una mujer
magnífica” y podríamos considerar que representa
la conciencia de la localidad pues se opone a los amoríos de su hermano y lo
censura por tener un hijo con una muchacha soltera y haber causado la muerte de
otra aunque le haya construido un bello monumento funerario.
La vida en el pueblo transcurre
sin contratiempos hasta que se desata un incendio en la montaña de la que
depende su bienestar por las minas. El
incendio crece desmedidamente y Ramón propone una solución arriesgada: desviar
el cauce del torrente que baja de la montaña para apagar el fuego. Todos
aprueban el plan y siguen a Ramón que encabeza al grupo. Finalmente, Ramón, en
una acción que va a costarle la vida, logra colocar la carga de dinamita en el
sitio apropiado para lograr el objetivo. El pueblo se salva, en tanto que Ramón
y Pancho perecen. Quizá, como en una
tragedia griega, para que se restablezca la armonía es necesario que muera el
transgresor; en este caso, Ramón.
En esta novela López Negrete se
enorgullece de su origen durangueño, de la sierra, del carácter y el temple de
los habitantes de los pueblos y de la belleza de las mujeres. Es una obra rica
en intertextualidad pues hace un elogio del vals “Recuerdo”, de Alberto M.
Alvarado; en otro momento señala que el
torrente se precipita como una “sinfonía beethoveniana”. Si bien sencilla en la
trama y en los acontecimientos, es una novela que rinde homenaje a Durango y
denota la preocupación social del autor.
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