sábado, 7 de noviembre de 2015

Fuego en la cumbre, novela de Ladislao López Negrete

LOS LIBROS DEL 450 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE DURANGO
FUEGO EN LA CUMBRE


En 2013, el Instituto de Cultura del Estado de Durango decidió publicar diecisiete libros escritos por autores famosos de nuestro estado durante la mitad del siglo veinte. Varios de estos escritores habían emigrado en su juventud a la Ciudad de México en busca de mejores estudios, empleos y posibilidades de desarrollo personal. Tal es el caso de Ladislao López Negrete,  autor de la novela Fuego en la cumbre, premiada en 1949 en las Fiestas de la Primavera en el Distrito Federal y publicada por Ediciones Botas, en 1953.

Creo que fue Jung quien dijo que en la vida no hay casualidades sino causalidades y les diré por qué. Leí la novela de este autor a finales de los años ochenta del siglo pasado cuando elaboré la antología Durango. Una literatura del desarraigo (1991) para la colección Letras de la República, publicada por el CONACULTA en 1992. En ese año me encontraba colaborando con la UNAM/San Antonio como jefa del área de español. Un día llegaron a la biblioteca dos cajas de libros enviadas seguramente por la familia de algún mexicano emigrado en los días posteriores a la revolución. Al abrirlas, apareció de inmediato Fuego en la cumbre, además de dos libros de Xavier Icaza. Con autorización de la bibliotecaria y dado que todavía no estaban catalogados pasaron a ser de mi propiedad.

Escribí después un texto sobre la novela de López Negrete  que se publicó en un número de la revista Transición, editada por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Juárez del estado de Durango. En 2013, el Instituto de Cultura me invitó a preparar el estudio introductorio de este libro.

No hay muchos datos biográficos sobre este autor que algunas veces es confundido con otro del mismo nombre que fue banquero. Como dato curioso,  Friedrich Katz narra en su libro sobre Pancho Villa, aclarando que no hay información fidedigna que soporte lo dicho y que es casi una leyenda, que la vida errante de Pancho Villa y sus problemas con la justicia se iniciaron cuando se enfrentó a Agustín López Negrete, poderoso hacendado dueño de inmensos territorios en el noreste del estado que quería ejercer su derecho de pernada con la hermana de Villa. ¿Sería el abuelo o el tío de nuestro autor? Todavía no he encontrado la respuesta.

La novela Fuego en la cumbre es una obra de fervor nacionalista, narrada en tercera persona y en forma lineal. Empieza cuando dos jóvenes, Enrique y Pancho, regresan a la sierra de Durango  para disfrutar de unas vacaciones en la casa de Ramón Núñez, apodado “el jaguar de la sierra”,  en el pueblo de Ocotal, y para visitar la Hacienda de San José de los Llanos, donde nació Enrique quien compara todo el tiempo a Ocotal con la Ciudad de México, en tanto que Pancho defiende calurosamente la vida campirana.  Aquí, creemos nosotros, López Negrete manifiesta la oposición urbe/provincia muy común en los años cuarenta porque la sociedad mexicana estaba cambiando de rural a urbana.

Ramón Núñez es el eje alrededor del cual gira la anécdota. Es  viudo y está orgulloso de que acaba de nacer un hijo suyo, fuera de matrimonio, que pesa cinco kilos y que el sacerdote no tiene ningún reparo en bautizar. Su hija, Mercedes se enamora de Enrique en tanto que su amiga Rosa lo hace de Pancho. Sin embargo, Enrique piensa que su romance con Mercedes durará lo que duren sus vacaciones porque en su pueblo, ella es “seductora”, pero en la Ciudad de México sería “burlesca”. Lupe, la hermana soltera de Ramón, es calificada por López  Negrete como “una mujer magnífica” y  podríamos considerar que representa la conciencia de la localidad pues se opone a los amoríos de su hermano y lo censura por tener un hijo con una muchacha soltera y haber causado la muerte de otra aunque le haya construido un bello monumento funerario.  

La vida en el pueblo transcurre sin contratiempos hasta que se desata un incendio en la montaña de la que depende su bienestar por las minas.  El incendio crece desmedidamente y Ramón propone una solución arriesgada: desviar el cauce del torrente que baja de la montaña para apagar el fuego. Todos aprueban el plan y siguen a Ramón que encabeza al grupo. Finalmente, Ramón, en una acción que va a costarle la vida, logra colocar la carga de dinamita en el sitio apropiado para lograr el objetivo. El pueblo se salva, en tanto que Ramón y Pancho perecen.  Quizá, como en una tragedia griega, para que se restablezca la armonía es necesario que muera el transgresor; en este caso, Ramón.

En esta novela López Negrete se enorgullece de su origen durangueño, de la sierra, del carácter y el temple de los habitantes de los pueblos y de la belleza de las mujeres. Es una obra rica en intertextualidad pues hace un elogio del vals “Recuerdo”, de Alberto M. Alvarado; en otro momento señala que  el torrente se precipita como una “sinfonía beethoveniana”. Si bien sencilla en la trama y en los acontecimientos, es una novela que rinde homenaje a Durango y denota la  preocupación social del autor.   



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