sábado, 3 de mayo de 2014

John Wayne y el cine de vaqueros en Durango





JOHN WAYNE Y EL CINE EN DURANGO

Este año se cumplen sesenta de la filmación de la primera película del oeste  en Durango: Pluma blanca (1954), protagonizada por Robert Wagner, Jeffrey Hunter y Debra Paget. Además de Clark Gable, Richard Harris., Dean Martin, Burt Lancaster, un actor que filmó varias películas en nuestro estado y logró ganarse el respeto, el afecto y la admiración de la población fue John Wayne. Tan es así que en el Canal 12, por la noche, en los cortes de los noticieros pasan un promo del famoso vaquero. 

Durante muchos años su figura corpulenta (1.95 m.) llenó las pantallas de los cines, particularmente con películas del oeste, aunque no sólo en ese género. Era considerado como el símbolo de las virtudes más apreciadas por los norteamericanos en un período tormentoso de la historia de los Estados Unidos: la depresión de 1929, la segunda guerra mundial, la guerra fría con la URSS  y la de Korea. Representaba, sin duda, la virilidad, el coraje, el patriotismo y la vitalidad. De hecho, según se informa en internet, después de su fallecimiento el Congreso de su país le otorgó una medalla con esta única leyenda: “John Wayne, americano”. Esas tres palabras bastaban.

El verdadero nombre de John Wayne distaba mucho de evocar la masculinidad: se llamaba Marion Robert Morrison que, en la década de los años treinta, se convirtió en Duke Morrison y, después, en sólo Duke, que conservó hasta su fallecimiento. Fue un bombero el primero en apodarlo así  cuando, adolescente, lo veía recorrer el vecindario repartiendo periódicos y entregando las medicinas que su padre preparaba en su  farmacia. Lo hacía siempre acompañado de su perro Alistair. El bombero  bautizó al muchacho como Big Duke, y al perro,  Little Duke.

Nació el 26 de mayo de 1907 en Winterset, Iowa, en el seno de una familia modesta durante  un período en que la economía norteamericana atravesaba por muchas dificultades,  por lo que se vio obligado a trabajar desde niño. Más tarde, fue carpintero y tramoyista en los estudios de la Fox donde, para su buena suerte, se topó con John Ford, quien se convirtió en su protector y maestro. De 1930 a 1938 apareció en numerosas películas del oeste, siempre con el nombre de Duke Morrison. En los años cincuenta fundó su propia empresa llamada Wayne Fellows cuyos filmes fueron calificados de mediocres por los críticos norteamericanos porque, en su opinión, habían sido planeados para su lucimiento personal. Fue en 1956 cuando protagonizó la película “Centauros del desierto”, dirigida por John Ford, considerada por algunos como la mejor interpretación de su carrera. En 1969 se le otorgó el Óscar por la mejor actuación masculina.
Según la información contenida en el libro Durango. Filmografía (julio 1954-diciembre 1999), de Alberto Tejada Andrade, John Wayne filmó en Durango cinco películas: “Los hijos de Katie Elder” (1966), “Chisum, rey del oeste” (1969), “Gigante entre los hombres” (1972) donde la protagonista femenina era Maureen O’Hara que ya había actuado a su lado en “El hombre tranquilo” (1952), “Los chacales del oeste” (1972) y, por último, “Cahill” (1972-1973). Para ciertas filmaciones, permaneció en la ciudad uno o dos meses; en otras, pocos días.

Según la vox populi local, Durango le gustaba tanto que compró un rancho al que bautizó como La Joya. A su muerte, quedó a cargo de la tercera esposa del actor, Pilar Pallete, con la que tuvo tres hijos (en total, procreó siete). Sin embargo, sus herederos se desentendieron del rancho y, con el correr del tiempo, se perdió y fue adquirido por su cuidador.

El Dr. José Luis Aréchiga (que rentó su casa a Luis Buñuel y a su esposa durante su estancia en esta ciudad) me comentó que John Wayne compró un destroyer de la segunda guerra mundial cuando fue desechado por el ejército y gustaba de navegar de California a Mazatlán en ese barco y, de ahí, por carretera a Durango.

Recuerdo haberlo visto alguna vez conduciendo una camioneta guayín fabricada especialmente para él porque el capacete del lado del conductor se elevaba por lo menos diez centímetros más para acomodar su cabeza ya que le gustaba conservar el sombrero puesto. John Wayne aparece en muchas fotografías con el atuendo típico del oeste: el sombrero texano, botas vaqueras que le agregaban varios centímetros a su ya alta estatura, un pañuelo atado al cuello, la chamarra campirana y, en el rostro, una semisonrisa con el entrecejo  fruncido y la mirada alerta en espera del enemigo.

El filme “El hombre tranquilo” (The quiet man), al lado de Maureen O’Hara, no tenía nada que ver con el oeste. Hasta donde mi memoria alcanza, sucedía en Irlanda: John Wayne personificaba a un norteamericano recién llegado al pueblo que desconocía las costumbres lugareñas por lo que siempre se metía en aprietos. Tenía un final feliz, como era usual en las películas de los años cincuenta quizá porque los Estados Unidos necesitaban sanar las heridas  de la segunda guerra mundial. Después lo vi en The High and the Mighty (1954); también en el “El día más largo” (1962) enfocada a rendir un homenaje a los soldados aliados que  participaron en el desembarco en Normandía y en la  cual participaron todos los actores famosos del momento: Robert Mitchum, Peter Lawford, James Mason, Van Johnson, Victor Mature, entre otros. Quizá lo vi por última vez en  True grit “Valor de ley” (1969),  que fue tal vez la que la valió el Óscar.

Según la información de Internet, en 1970 se realizó una encuesta sobre los personajes más famosos de la historia de los Estados Unidos mejor conocidos por la gente. El resultado fue sorprendente: en primer lugar se mencionó al presidente Abraham Lincoln.  En segundo, a John Wayne. Tachado de conservador, ni siquiera se inmutaba por el calificativo y aceptaba abiertamente ser un hombre de derecha. Le desagradaban las películas con escenas de sexo que, en los años sesenta, comenzaban a ponerse de moda con Brigitte Bardot y otras actrices,  y que, según sus propias palabras, lo hacían “vomitar”.

En Durango se recuerda con afecto a John Wayne. Su sonrisa amable, su gusto por el campo y su campechanería le ganaron  la simpatía de todos los que lo vieron o trataron. Murió en 1979. Dicen que él deseaba que en su epitafio se inscribieran estas palabras: “Feo, fuerte y formal”. Empero, su deseo no se cumplió. Sin duda, es una figura estrechamente ligada a la historia de las películas del oeste filmadas en nuestro estado.

Bibliografía de apoyo

www.alohacriticon.com/elcriticon/article184.html       


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