miércoles, 24 de junio de 2015

Premio al escritor cubano Leonardo Padura

RECIBE EL ESCRITOR CUBANO LEONARDO PADURA EL PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS


¿Cuántas personas habrán leído alguna obra de Padura? Supongo que, en nuestro país,  muy pocas. En primer lugar,  porque es un escritor que no ha recibido la gran publicidad que acompaña a otros autores latinoamericanos  y, en segundo,  por tratarse de un cubano. Confieso que yo también lo desconocía hasta que un amigo me prestó la espléndida novela La neblina del ayer (2005). Luego, continué la lectura con Herejes (2013).

Leonardo Padura nació en 1955 en el barro de Mantilla, en La Habana. Estudió periodismo en el barrio de La Víbora, donde conoció a Lucía López Coll, su actual esposa y a quien agradece su apoyo –y sus suculentas comidas- en todos sus libros. En la actualidad, supongo que pasa mucho tiempo en España para escuchar la opinión de sus editores sobre sus narraciones y para estar pendiente de la edición. 

A semejanza de la famosa escritora inglesa Agatha Christie, que creó a su detective ficticio Hércules Poirot, Leonardo Padura inventó a Mario Conde, el detective protagonista de sus primeras siete novelas. En sus últimas aventuras, Conde ha contado con el auxilio de  Manolo, antiguo discípulo suyo quien le brinda un apoyo fundamental para la investigación.

En la primera novela de Paduro que leí, La neblina del ayer, Conde, auxiliado por sus tres grandes amigos, se dedica a recorrer las calles del otrora elegante barrio de Miraflores donde todavía hay hermosas residencias cuyos dueños, apremiados por la pobreza, están dispuestos a deshacerse de hermosas joyas de la literatura cubana del siglo diecinueve con tal de obtener algún dinero extra para sobrevivir.  Al revisar un libro, cae de pronto de entre las hojas un antiguo recorte de periódico que se refiere al suicidio de la cantante Violeta del Río.

Intrigado por este recorte, Conde se da a la tarea de indagar sobre la vida y la muerte de la cantante, lo que sumerge al lector en el fascinante ambiente de La Habana en los años cuarenta con los  grandes cabarets y las visitas de los capos de la mafia estadounidense. Al mismo tiempo, Conde consigue que los dueños de la casa le vendan algunos libros que, a su vez, revenderá a través de uno de sus amigos. Intercaladas a lo largo de la narración se incluyen unas cartas que serán cruciales para el desenlace de la historia.

En la novela Herejes, lo primero que hace Padura es informar al lector sobre el significado de esa  palabra en Cuba. Así, nos dice: Dicho de una situación (estar hereje). Estar muy difícil, especialmente en el aspecto político o económico.  Se trata de una novela histórica que parte del paradero de un polémico  cuadro del rostro de Jesucristo pintado por Rembrandt  que llegó hasta Cuba. Así, nos enteramos de que en 1939, al iniciarse la persecución de los judíos por los nazis, hubo muchos que intentaron encontrar refugio en Cuba. Precisamente en el barco Saint Louis venía una pareja de judíos con su pequeña hija quienes confiaban que el valor del cuadro sería suficiente para permitirles desembarcar en la isla. No sucede así, los viajeros vuelven a Europa y mueren con millones de judíos. Sin embargo, el cuadro permanece en Cuba y sólo al final de la novela conocerá el lector cómo fue que se quedó en la isla y cómo, muchos años después, reaparece en una subasta en Londres. Antes, sin embargo, el pequeño hijo de la familia, Daniel Kandinsky, sí había llegado a Cuba en compañía de su tío Joseph, de manera que en la novela se entrelazará la historia de Daniel, la de su tío, la de cuadro de Rembrandt y el ambiente de la isla en esa época.

La novela está estructurada siguiendo el modelo de la Biblia, es decir, los capítulos se llaman el Libro de Daniel, el Libro de Elías, el Libro de Judith y Génesis. Hay un largo capítulo dedicado a Rembrandt que me pareció sumamente interesante: ocurre en Amsterdam, en 1643 y  me enseñó muchísimo sobre el gran pintor holandés y sus penurias jamás imaginadas después de ver la fama y el valor de sus algunas de sus pinturas tales como “La ronda de noche” o “El regreso del hijo pródigo”.


Este año, pues, Padura –y con él, en mi opinión, la literatura cubana- recibió el Premio Príncipe de Asturias dejando atrás a escritores de la talla del japonés Hiroki Murakami (derrotado el año pasado por el francés Modiane que obtuvo el Premio Nobel), Richard Ford, Ian McEwan y el poeta sirio Adonis. Es también, como ya dije, un reconocimiento a la literatura cubana y, en general, a la latinoamericana.  

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