LA AMISTAD

La historia de nuestra
amistad es interesante. Empezaré por Tere, en el otro extremo, también con un
traje de baño amarillo. Tere y yo nos conocimos en 1961 cuando ella era la
secretaria del gerente de la compañía de publicidad Noble y Asociados. Yo
estaba recién llegada a la Ciudad de México y conseguí empleo en esa empresa
como secretaria del señor Storke, el subdirector. Desde entonces y a pesar de
que hemos vivido en ciudades distintas la amistad se mantiene igual que si
hubiera sido ayer cuando nos vimos. Ella vive actualmente en San Luis Potosí,
una bella ciudad, que está como a seis horas en coche por la carretera a
México. Yo no he podido visitarla en los últimos años porque ya no me es posible
viajar muchas horas en autobús debido a mis problemas de circulación. Por su
parte, ella no quiere venir a Durango porque tiene mucho miedo a los alacranes,
tan mencionados en todas partes. Y hay cierta razón para ello porque el otro
día dieron la noticia de que este año ya van 9,000 picados de alacrán aunque
esto sucede en la periferia o en los poblados del campo.
Perdí el contacto con
Malena, porque así la llamamos desde que el destino nos reunió en un viaje a
Europa en 1966, durante muchos años, pero
como se dice comúnmente que el mundo es un pañuelo sucedió que un hijo de Eva,
la que no aparece en la foto, en unas vacaciones en la ciudad de Querétaro
conoció a un sobrino de Malena y fue así como reanudamos el contacto. Ella se
casó con un norteamericano y ha vivido fuera de México por más de treinta años,
pero ahora, con la facilidad del internet, hemos reanudado nuestra
amistad, aunque parece difícil que
volvamos a saludarnos en persona.
Luz María, a la que
llamamos Luzma, viste un traje de baño negro y tiene el pelo castaño. Durante
muchos años se dedicó a ser guía de turistas para empresas que organizaban
viajes a Europa o a Japón, y creo que un tiempo vivió en un puerto. Sin
embargo, no he vuelto a tener contacto con ella aunque la recuerdo con cariño.
Eva, la fotógrafa y,
además, dueña del coche en el que fuimos a Tequesquitengo, y que no aparece en
la foto, y yo logramos fortalecer nuestra amistad al paso del tiempo y debido a
intereses y gustos similares. En 1967 esta amistad nos llevó a viajar
juntas a Washington, D.C. donde
trabajamos como secretarias bilingües para el Banco Interamericano de
Desarrollo. Rentamos un departamento, que arreglamos con muebles de segunda
mano, y objetos que habíamos llevado desde México para sentir que estábamos en
casa, y que compartimos durante un año y medio. A su regreso, contrajo
matrimonio y actualmente vive en
Querétaro.
Por problemas de salud,
no sabe usar la computadora, de manera que nuestro contacto es siempre
telefónico. Antes, cuando yo podía viajar y mi hermano Gonzalo también vivía en
Querétaro, iba a visitarlos por lo menos una vez al año. Mi hermano ya murió y
Eva tiene serios problemas de salud así que se mantiene en su casa.
Quise compartir con
ustedes estos recuerdos que acudieron a mi mente cuando al abrir un álbum de
fotos me topé con esta foto. Y recordé estas palabras de Cicerón en su diálogo
sobre la amistad:
El que mira a un amigo verdadero es como si viera su propia imagen. Y,
así, los ausentes se hacen presentes; los pobres, ricos; los débiles, fuertes;
y –lo que es más difícil de decir- los muertos, vivos: tanto es el honor, el
recuerdo y la añoranza de los amigos, que estos sentimientos les siguen más
allá de la tumba. Por eso, la muerte de aquéllos parece feliz, y la vida de éstos
digna de alabanza.