martes, 22 de diciembre de 2015

Exposición sobre los Pérez Gavilán

CRONICA DE UNA EXPOSICIÓN DE LA FAMILIA PÉREZ GAVILÁN

Hace unos días se inauguró en la Ciudad de México, en el Museo Nacional de San Carlos,  una exposición de fotografías antiguas de la familia de Ricardo Salinas Pliego, el accionista más importante del Canal 13. Ello me hizo recordar una exposición que organicé en Durango, con la ayuda de mis primas Guadalupe y Graciela Gavilán, en la sala de exposiciones temporales de la Casa de la Cultura, en abril de 2009. La titulamos Expofotografía antigua y recreación de ambientes: El tronco y la simiente: los Pérez Gavilán. Meses después escribí una crónica que se publicó en una revista local y que hoy reproduzco para recordar aquellos días azarosos y, luego, llenos de gozo.

Todo empezó aquella mañana cuando mi tío Carlos (el hermano menor de mi madre, apenas  ocho años mayor que yo)  extrajo un montón de hojas de máquina de su  archivero y entregándomelas dijo: “Toma. Síguelo tú porque yo ya me cansé”. Al hojearlas  me di cuenta de que se trataba de un árbol genealógico de los Pérez Gavilán muy elemental. Contenía, sobre todo, datos de sus padres y hermanos, además de  unas pocas anotaciones sobre los hermanos de su papá. Recibí las hojas sin mayor entusiasmo. Viajaron conmigo a Durango y, a mi vez, las guardé en una carpeta debidamente etiquetada en el tercer cajón del archivero.  “Más recuerdos de familia que guardar”, me dije, porque, sin proponérmelo, me había convertido en la custodia de una caja grande llena de fotografías que de mi abuela, pasaron a mi madre y,  a su muerte,  a mí, la nieta mayor considerada por muchos como la memoria de la familia.

Abandoné el proyecto del árbol genealógico porque cuando les pedí a mis primas que formaran el suyo; nadie mostró el menor interés.  Yo tenía en mi poder una hoja con unos  datos escritos a las volandas   proporcionados por  la señora Josefina, mamá de Myriam Jardy, mi compañera de trabajo en el Centro de Estudios Literarios de la UNAM, e hija de Ángela Pérez Gavilán, hermana de mi abuelo Jesús,  que contrajo matrimonio  con Alberto Cárdenas y a quien no llamé tía  ni una sola vez aquella tarde.  Ella recordaba con claridad a mi abuelo Jesús, a sus hermanos y a sus hijos, pero era absolutamente desconocida para quienes  vivíamos en Durango. De no haber sido porque Myriam y yo nos encontrábamos  trabajando juntas y una mañana, mientras registrábamos los datos para el Diccionario de escritores mexicanos, hablamos de nuestros respectivos ancestros -lo que nos llevó a darnos cuenta de nuestro lejano parentesco-, no la hubiera conocido jamás. La hoja garabateada por la tía Josefina se sumó a los  papeles que ya estaban dentro de la  carpeta y del archivero.

Meses después, en una nueva visita al  Distrito Federal, el historiador Francisco Durán Martínez me dijo que la doctora en historia  Graziella Altamirano, investigadora del Instituto Mora y amiga suya, trabajaba en un texto sobre los Pérez Gavilán, que formaría parte de un libro sobre las familias porfirianas de Durango.  Añadió que le interesaría conversar conmigo;  sugerí que nos acompañara mi tío Carlos (mi mamá había fallecido en 1998) porque él sabía más de la historia de la familia que yo misma. Nos citamos en un Sanborn’s,  conversamos agradablemente y creo que fue entonces cuando empecé a interesarme por la genealogía.  Finalmente, el ensayo de Graziella Altamirano  apareció en la revista Transición (núm. 25, pp. 87-112), publicada por el Instituto de Investigaciones Históricas  de la Universidad Juárez del Estado de Durango que  se agotó con rapidez, por lo que fotocopié el texto y  lo repartí entre la familia. En lo personal,  me resultó sumamente interesante porque iluminó, de pronto,  la historia de los Pérez Gavilán aportando, con objetividad, datos desconocidos sobre los ancestros.

 De acuerdo con esta investigación, el primer Pérez Gavilán en tierras durangueñas de que se tenga noticia fue Miguel Pérez Gavilán, quien, en 1824, fue dipuitado del primer Congreso Constituyente del estado. De su matrimonio con Nicolasa de Manzanera y Salas nacieron varios hijos entre los que se cuentan Miguel, Felipe, Mateo y Diego. Quienes llevamos el apellido Pérez Gavilán en Durango descendemos mayoritariamente de Manuel y de Felipe. Manuel fue precisamente el constructor, en 1858, de la casona que hoy es conocida como la Casa de la Cultura y propietario de la hacienda La Sauceda, que heredó de su tío el prebendado Leandro Sánchez Manzanera. Descendientes suyos fueron Isabel, Diego, Petra, Ángel y Nicolasa, quien contrajo matrimonio con su primo Luis Pérez Gavilán. De esta unión nacieron varios hijos, entre ellos, Joaquín, cuya familia habitó una amplia casa en la esquina de las calles 5 de Febrero y Zarco.

Felipe, quien parece haber sido el sobrino consentido del canónigo y prebendado Leandro Sánchez Manzanera, recibió como herencia de su tío “la hacienda de San Diego de Navacoyán y sus anexos; el rancho de Alcalde, la Estancia del Registro, la del Río Santiago, la de San Ignacio y el rancho de San Juan”.  Tuvo varios cargos políticos y fue un buen médico respetado y estimado por la sociedad. Se casó con Rosa Guerrero de la Bárcena, hermana de Cipriano Guerrero, que fue gobernador del estado y de la poetisa Dolores Guerrero. De este matrimonio nacieron Agustín, Luis, Concepción, Miguel, Ángela, María, Leandro, Luz, Leonor, Carmen, José y Jesús.

El 30 de mayo de 1999, mi tío José María (hermano de mi mamá) y casado en segundas nupcias con Kenia Lewis invitó  a todos los Pérez Gavilán que pudieran asistir a  una comida en su casa de las calles de Santa Catarina, en Tláhuac, en el Distrito Federal. Para tal ocasión, mandé imprimir unos recordatorios con el siguiente texto: “Como en el agua un rostro refleja otro rostro,/así el corazón de un hombre refleja el de otro hombre”,  tomado del proverbio  de la Biblia de Jerusalén 27:19. Acudimos más de cien, sin contar los niños, llegados de Durango, Chihuahua, Ensenada, Ciudad Lerdo, Puebla y el Distrito Federal.  Todos usamos un gafete con nuestro nombre  indicando de cuál rama descendíamos. Se grabó, además,  un video con la entrevista a distintos miembros de la familia.   De nuevo, sentí la inquietud de profundizar más en la historia de este numerosísima familia (simplemente, el bisabuelo don Felipe Pérez Gavilán tuvo trece hijos que, a su vez, fueron muy prolíficos), así como de organizar una muestra con  las fotografías de la familia que si  bien, como opinó un joven visitante de la exposición, “no  aportaban nada desde el punto de vista estético” (con lo cual no estoy de acuerdo); , en mi opinión tienen valor histórico y semiótico.

Años después, recorriendo un museo en San Luis Potosí, observé con detenimiento la exposición de fotografía de una destacada familia de esa ciudad expuesta  en los corredores del Museo Regional de Historia. Creí entonces llegado el momento de desempolvar la caja, enriquecer mi colección con fotografías de los parientes y curar la exposición que llevó por título Expofotografía antigua y recreación de ambientes. El tronco y la simiente: los Pérez Gavilán, frase inspirada por unas palabras del profeta Isaías (6:13), que se montó en la sala de exposiciones temporales de la Casa de la Cultura. Planeada originalmente para inaugurarse el 29 de abril de 2009, a las 20:00 horas, debió posponerse la inauguración hasta el 7 de mayo debido a la alerta sanitaria por la epidemia de influenza A H1N1 que obligó a la suspensión de todas las actividades.

Recorrido por la exposición
A la entrada, en una de las mamparas se colgó una invitación, un cartel de los que se distribuyeron por distintas partes de la ciudad, y un árbol genealógico preparado por el arquitecto Luis Martínez, además de un texto sobre la familia  recortado del periódico Excélsior hace muchos años. En el sitio de honor de colgaron las fotografías de los bisabuelos, el Dr. Felipe Pérez Gavilán Guerrero y su esposa Rosa de la Bárcena de Pérez Gavilán.  Las demás fotografías se distribuyeron por los distintos espacios.

 Entre los objetos que seleccionamos para dar una idea de cómo se divertían o en qué se ocupaba la familia a finales del siglo diecinueve pusimos una mesa de juego, con sus sillas, y unas barajas. En otro rincón estaba un brasero de que los que utilizaban en esos años; en la vitrina algunos objetos de porcelana, un abanico  y una mantilla. Había también una vitrina donde se exhibían credenciales, plumas, y documentos pertenecientes al Dr. Felipe Pérez Gavilán.

La exposición tuvo mucho éxito aunque, lamentablemente, muchas personas que querían  visitarla durante el fin de semana se encontraron con la noticia de que era imposible porque la Casa de la Cultura cierra los sábados y los domingos porque tiene un horario como de escuela. Sin  embargo, quedó ya en los anales de la historia de Durango.













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