CARTA DESDE CAPE GIRARDEAU, MISSOURI
Amigos lectores:
Durante el año 1957-58 viví y
estudié en el Southeast Missouri State
College, en Cape Girardeau, con una beca que obtuve gracias a un anuncio en
el periódico Excélsior, de la Ciudad de
México. Escribí innumerables cartas (ahora pienso en cómo encontré tiempo para
hacerlo) a muchísimas personas y también
recibí otras tantas. Mi madre tuvo la precaución de guardar las que le envié
que encontré metidas en una bolsa. A
pesar de mis múltiples cambios de casa y de que perdí tantos libros y objetos,
esta sencilla bolsa nunca se extravió. ¿Me estará indicando algo el destino?
Hoy comparto con ustedes esta carta escrita a mi llegada a la escuela. Respeto
mi forma de escribir de entonces para no
alterar la veracidad de la misma.
Cape Girardeau, Mo., septiembre
9, 1957
Muy queridos papás y hermanos:
No se imaginan el viajecito que
he hecho. Tuve chorros de contratiempos, descomposturas de autobús, retrasos de
trenes, pérdida de uno de ellos, accidentes en el autobús, líos en la frontera.
A Monterrey llegamos a tiempo y todo mundo fue muy amable; de allí me vine en
el tren y llegamos a Nuevo Laredo a tiempo. Allí hicimos tres transbordos y ya
me daban las doce con los cuatro velices. Al fin, estábamos en Laredo. Entonces
empezaron los líos en Inmigración porque me pedían un papel que yo no tenía y
preguntas y más preguntas y, por fin, el encargado se dio cuenta de que
realmente no lo necesitaba por ser una Exchange
student y me dejaron pasar.
De Laredo salimos con ½ hora de
retraso y me acompañé de unas señoras mexicanas que vivían en San Antonio y que
fueron muy amables. Ahí, como estábamos bastante retrasados nada más tuvimos
tiempo para cambiar de tren y salir.
Afortunadamente, documenté mis maletas hasta Cape. A San Luis Missouri
llegamos 15 minutos tarde y mi otro tren ya se había ido. El próximo salía a
medianoche.
Cuando me vi sola, sin nadie que
me ayudara y que hablara español, lo único que se me ocurrió era sentarme a
llorar y regresarme, pero no lo hice pues llorar no hubiera servido de nada,
así que tomé un taxi y le pedí que me llevara a los autobuses Greyhound. Entonces, me sentí segura, pero el autobús
también se descompuso y estuvimos parados una hora. Para colmo, una señora se
rodó las escaleras pues el autobús era de dos pisos y se hirió bastante una
pierna que le sangraba muchísimo, así que hubo que llevarla al doctor y servir
de testigos de que el chofer no tenía la culpa y, al fin, en Cape.
Miss Cleaver y la comisión que me
estaba esperando se asustaron muchísimo cuando yo no aparecí en el tren de la mañana y hablaron a San Luis preguntando por mí, pero
nadie sabía nada. Finalmente, llegué aunque mi entrada no fue tan sensacional
como debía serlo.
El famoso tren “Águila Azteca” es
una cochinada, sucio, ruidoso, mal atendido. Pero los americanos, ¡preciosos!,
sobre todo el rápido de San Luis. Tenía un coche fumador, uno de descanso, dos
comedores primorosos, adornados con flores y todas las mesas con manteles blancos;
muy atentos el maitre y los meseros,
pagué horrores por casi no comer, pero estaba lindo. Lo más precioso era el
carro de cristal, la mitad era de vidrio,
con asientos muy cómodos y era casi como estar afuera, con un clima
agradabilísimo. Jamás había visto nada tan grande como la estación de San Luis;
tiene cientos de vías y cada minuto sale un tren. Hay alrededor de 30 ó 40 tracks así que no hay que equivocarse.
Es gigante, con un restaurante enorme, muy bonita. La vi bien a pesar de mis
nervios.
El colegio, precioso, con muchos
edificios; está en una colina y se ve lindo y muy grande. Hoy fue el primer día de escuela y
estuvimos muy ocupados. Para mí, todo era extraño y divertido, nadie podía
pronunciar mi nombre y era la única de pelo negro entre 900 estudiantes de
primer año. El dormitorio está lindo y el comedor igual, tienen costumbres
distintas y comemos bastante y todo muy rico.
Por ahora, creo que es todo y me
voy a dormir pues nos levantamos a las 6:15 a.m. Esta semana vamos a estar
ocupadísimas con fiestas, juegos de
futbol, bailes, tés, etc.
Tengo muchas amigas nuevas muy
amables y re-monas. Cuando hablan entre ellas muy aprisa no les entiendo ni una
letra pues usan mucho slang, pero ya he aprendido bastante. Yo creo que
cuando llegue voy a ser una pocha pues ya comienzo a pronunciar mi nombre a la
manera gringa.
Saludos a todos y platíquenles lo
que les cuento. Díganles que ya escribiré. Contesten pronto.
Muchos besos,
María Rosa
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