martes, 14 de enero de 2014

Ahora que el correo está en vías de desaparición, es bueno recordar la belleza de los timbres o sellos postales.

Los sellos de correo
Pensaba que cuando me jubilara me dedicaría a ordenar mis timbres, pero todavía están guardados en tres cajas. Disfruten de éstos.


Según datos obtenidos del internet, los primeros sellos de correo aparecieron en Londres, el 1º. de  mayo de 1840. En nuestro país, el sistema postal propuesto por Sir Rowland Hill fue adoptado en febrero de 1856. Seis meses después empezó a circular la primera estampilla del México moderno, con la figura de don Miguel Hidalgo y Costilla y un valor de dos reales.

El término filatelia (de filos,  amor y de ateleia, pagado previamente) fue propuesto por el francés Georges Herpin, quien lo utilizó por primera vez en la revista Le collectioneur de timbres postes, en noviembre de 1864. Fue aceptado por la Real Academia Española de la Lengua en 1922 y quizá pronto sólo sea  familiar a los amantes de los sellos postales.  

En Durango, a mediados del siglo veinte,  filatelistas reconocidos fueron don Salvador Salum, propietario del almacén Las Fábricas de Francia (situado en la esquina de las calles 5 de Febrero y Victoria) que logró reunir una espléndida  colección de timbres de Francia exhibiéndola  para deleite del público  en la planta alta del edificio durante  unas fiestas de la ciudad. Por su parte, Federico Schroeder, dueño de la dulcería Las Mariposas, que todavía existe sobre la calle 5 de Febrero, poseía una notable colección de sellos postales de Alemania.  A mi vez, llegué tener una considerable cantidad de timbres de muchos países que guardaba sin orden ni  concierto en cajas de cartón esperando tener tiempo para ocuparme de ellos como se debe.  Es decir, se recortan del sobre sin lastimar las orillas, se remojan durante breves minutos en agua tibia jabonosa, se enjuagan con agua fría con todo cuidado, se secan y se colocan entre las hojas de un cuaderno para que se sequen.

Los timbres que el lector aprecia en la ilustración nos hablan de distintos acontecimientos históricos de nuestro país. Por ejemplo, hay uno que conmemora el centenario del nacimiento del distinguido escritor regiomontano Alfonso Reyes (1889-1989). Otro recuerda el 200 aniversario del natalicio de la valerosa Leona Vicario, que participó sin titubeo en la lucha por la independencia del país y que contrajo matrimonio  con don Andrés Quintana Roo.  Uno más recuerda la celebración del Gran Premio de México, Fórmula Uno; otro celebra el 80 aniversario de la nacionalización de los ferrocarriles. El que cierra la colección conmemora el 50 aniversario del fallecimiento del gran músico durangueño Silvestre Revueltas y fue cancelado en solemne ceremonia en esta ciudad, la misma mañana que se presentó el  libro Silvestre Revueltas por él mismo (México, Eds. ERA, 1989). Por supuesto, a lo largo de la historia del correo, ha habido otras colecciones importantes, por ejemplo, la correspondiente a los Juegos Olímpicos de 1968, que también se convirtió en carteles y la dedicada a las aves de nuestro país  que destacó por su belleza y colorido.  En la misma ilustración se aprecian unos cuantos sellos de la colección Grandes Educadores de la SEP. Entre ellos vemos a José Vasconcelos, a Estefanía Castañeda  Núñez, a  Rafael Ramírez Castañeda y a Rosaura Zapata Cano. Los conservo con mucho cariño porque me fueron obsequiados por una alumna al concluir un curso de literatura mexicana.  

 La filatelia no es un pasatiempo barato. Una colección completa llega a costar una fortuna. Además, requiere de mucha atención porque hay que saber que cuándo se ponen a la venta los timbres para comprarlos todos.  En el Distrito Federal, las series se adquirían en la planta alta del hermoso Palacio de Correos en el Centro Histórico. Aquí  llegué a comprar algunos cuando la oficina de correos se localizaba sobre la calle Constitución, cerca del entonces Cine Imperio. Sin embargo, la gran mayoría de los que han pasado por mis manos los recorté de la correspondencia recibida, además de muchos que me fueron obsequiados por amigos (pen pals, como se dice en inglés) cuando formamos una cadena de estudiantes para intercambiar todo lo que pudiera contener un sobre: billetes, tarjetas postales, timbres. A veces, incluso monedas que la aduana dejaba pasar. 


Los sellos de correo son una forma importante para conmemorar hechos relevantes o para dar a conocer el patrimonio artístico y cultural de una nación. Los de nuestro país cada día se vuelven más escasos, bien porque la gente prefiere el correo electrónico,  útil y rápido, pero carente de misterio y de poesía. Nada se compara, en mi opinión, con el deleite de sopesar el sobre en la mano, reconocer la escritura en el sobre, admirar el sello postal y anticiparse al contenido de la carta.   

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