LASSE SÖDERBERG, LO
INCONSTANTE
Si bien el evento culminante del Encuentro de Escritores de Durango, que tuvo lugar del 10
al 13 de julio de 2013, era la entrega de un reconocimiento especial al Dr.
Enrique Mijares Verdín, dramaturgo, novelista y
artista plástico, galardonado con el premio Tirso de Molina por su pieza
teatral Enfermos de esperanza, creo
que el escritor que más se destacó por su presencia en las sesiones y por sus
intervenciones fue el poeta sueco Lasso Söderberg, un hombre alto, de pelo
blanco, ojos azules y una cordial sonrisa, además de un gran sentido lúdico.
Participó en la sesión inaugural acompañado de la poeta colombiana
Ángela García, traductora de Soderberg, el
cubano Julio Travieso y el novelista mexicano Hernán Lara Zavala. Travieso leyó un
largo texto proveniente de su novela Yo
soy el enviado; Lara Zavala, un cuento ambientado en Yucatán, García tres o
cuatro poemas -recuerdo especialmente el titulado “Estadística”- y Söderberg, que cautivó al auditorio,
precisamente con el texto “El esqueleto”, tomado de su libro Lo
inconstante (2012), que a continuación transcribo;
Está en mí, lo sé, aunque él no diga nada.
Pero cuando me siento, se inclina también cómodamente hacia atrás. Cuando corro, se precipita conmigo. Como una
sombra interna imita cada uno de mis ademanes. Nunca me abandona y no puedo
vivir sin él.
Ciego y demacrado bajo la piel, este
servidor de librea me da su apoyo, silenciosamente, pero con una mueca
sarcástica que sólo muestra después de la muerte. Es entonces cuando llega su
hora, liberado de mí, arpa grotesca en la que toca, con dedos fríos, un agua
subterránea.
Tuvo después otra intervención en
la que hizo gala de su sentido lúdico, suavizando la formalidad de la poesía,
que hizo reír a los asistentes. Se trataba de un poema donde al poeta se le destroza
el corazón: “Por eso con alfiler en mano/fijo a mi solapa/este corazón
recortado/para que todos lo vean”. Antes de leer esta última estrofa de su
poema “Corazón de papel”, sacó del
bolsillo interior de su saco un corazón de cartoncillo rojo y fue rompiéndolo con lentitud. En otro momento, para convencer a los
asistentes de que no haría trampa al declamar un poema en sueco, pidió que se
le vendaran los ojos. Al concluir la
lectura, mientras sonreía como un chico travieso, lo despojaron de la venda.
Hay otro poema en el que vale la
pena detenerse. Se titula “Fusilamiento mexicano”, y está escrito en estrofas
de dos versos. Dice así:
Pronto morderá la hierba
O, más bien el polvo.
El último cigarro
Todavía estaba allí humeando.
Se quitó el sombrero
Como se hace por respeto a la
muerte,
Estiró la espalda y decidió,
Cuando el oficial levantó el
sable,
Grabar en la memoria la voz de mando
Por el resto de su
Ángela García, su pareja colombiana, de largo y rizado pelo negro, aprendió sueco para entender
mejor la poesía de Söderberg y poder
recrearla en español. Durante el encuentro, Söderberg, vestido con ropa cómoda,
llega puntualmente, ocupa su silla, abre su libreta y toma notas. Por su parte, Ángela
escucha con atención las numerosas lecturas. Al despedirse, ambos recibieron una calurosa ovación.
Lasse Söderberg |
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