sábado, 3 de agosto de 2013

Encuentro de escritores julio 2013

LASSE SÖDERBERG, LO INCONSTANTE

Si bien el evento culminante del  Encuentro de  Escritores de Durango, que tuvo lugar del 10 al 13 de julio de 2013, era la entrega de un reconocimiento especial al Dr. Enrique Mijares Verdín, dramaturgo, novelista y  artista plástico, galardonado con el premio Tirso de Molina por su pieza teatral Enfermos de esperanza, creo que el escritor que más se destacó por su presencia en las sesiones y por sus intervenciones fue el poeta sueco Lasso Söderberg, un hombre alto, de pelo blanco, ojos azules y una cordial sonrisa, además de un gran sentido lúdico.

Participó  en la sesión inaugural acompañado de la poeta colombiana Ángela García, traductora de Soderberg,  el cubano Julio Travieso y el novelista  mexicano Hernán Lara Zavala. Travieso leyó un largo texto proveniente de su novela Yo soy el enviado; Lara Zavala, un cuento ambientado en Yucatán, García tres o cuatro poemas -recuerdo especialmente el titulado “Estadística”-  y Söderberg, que cautivó al auditorio, precisamente con el texto “El esqueleto”, tomado de su libro  Lo inconstante (2012), que a continuación transcribo;

Está en mí, lo sé, aunque él no diga nada. Pero cuando me siento, se inclina también cómodamente hacia atrás.  Cuando corro, se precipita conmigo. Como una sombra interna imita cada uno de mis ademanes. Nunca me abandona y no puedo vivir sin él.
Ciego y demacrado bajo la piel, este servidor de librea me da su apoyo, silenciosamente, pero con una mueca sarcástica que sólo muestra después de la muerte. Es entonces cuando llega su hora, liberado de mí, arpa grotesca en la que toca, con dedos fríos, un agua subterránea.

Tuvo después otra intervención en la que hizo gala de su sentido lúdico, suavizando la formalidad de la poesía, que hizo reír a los asistentes. Se trataba de un poema donde al poeta se le destroza el corazón: “Por eso con alfiler en mano/fijo a mi solapa/este corazón recortado/para que todos lo vean”. Antes de leer esta última estrofa de su poema “Corazón de papel”, sacó  del bolsillo interior de su saco un corazón de cartoncillo rojo y  fue rompiéndolo con lentitud.  En otro momento, para convencer a los asistentes de que no haría trampa al declamar un poema en sueco, pidió que se le vendaran  los ojos. Al concluir la lectura, mientras sonreía como un chico travieso, lo  despojaron de la venda.
Hay otro poema en el que vale la pena detenerse. Se titula “Fusilamiento mexicano”, y está escrito en estrofas de dos versos. Dice así:


Pronto morderá la hierba
O, más bien el polvo.
El último cigarro
Todavía estaba allí humeando.
Se quitó el sombrero
Como se hace por respeto a la muerte,
Estiró la espalda y decidió,
Cuando el oficial levantó el sable,
Grabar en la memoria la voz de mando
Por el resto de su

Ángela García,  su pareja colombiana, de largo  y rizado pelo negro, aprendió sueco para entender  mejor la poesía de Söderberg y poder recrearla en español. Durante el encuentro, Söderberg, vestido con ropa cómoda, llega puntualmente, ocupa su silla, abre  su libreta y toma notas. Por su parte, Ángela escucha con atención las numerosas lecturas. Al despedirse, ambos recibieron  una calurosa ovación.

   
Ángela, Lasse y José Ángel Leyva

Lasse Söderberg

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