martes, 13 de agosto de 2013

volver a encontrar a una amiga

AMISTAD RECOBRADA


En una de sus novelas  el escritor checo Milan Kundera afirmó -palabras más, palabras menos- que “el pasado se vuelve presente en cualquier momento”. Y eso, una vez más, lector amigo, me acaba de ocurrir.  

Para el 450 aniversario de la fundación de  Durango, el gobierno invitó a  las federaciones de duranguenses residentes en varias ciudades de  los Estados Unidos –Dallas, Los Angeles, Chicago, San Antonio, entre otras- a visitar nuestro rincón del mundo. Entre las personas que integraban la delegación de Los Angeles vinieron Ludivina  Ramos y su hija. En una reunión, ella  quedó sentada al lado de mi prima Inés y le preguntó por mí; mencionó que nos habíamos  conocido en la Villa de Nombre de Dios cuando éramos niñas y que le gustaría saludarme. Inés se ofreció a darme su teléfono. El pasado, pues, se volvió presente. Los años se atropellaron en mi mente recordando los veranos disfrutados en la hermosa casona de mi abuelo paterno (ya demolida) y, sobre todo,  a Ludivina -alta, delgada, sonriente-  más amiga de mi prima Yolanda que mía.

Un batallón de chiquillos integrado por mis hermanos Carlos y Eduardo, mis primas Martha, Enriqueta  y  Teresa, Lupita Ramos, Estela Andrade, Yoli, Ludivina   y yo corremos presurosos hacia el río de la Villa, de mansas aguas coloradas por la tierra que acarrea. Bajamos por el camino que lleva al viejo puente para cruzar a la otra orilla donde encontramos un manantial de aguas transparentes y a la traicionera hiedra trepada en los troncos de los frondosos sabinos. Felices, nos despojamos de la ropa y los zapatos para meternos en las frías aguas.

Cuando finalmente Ludivina  y yo nos reunimos, me contó que se había casado varios años después de que dejamos de vernos y que tiempo después había emigrado  a Los Angeles, como ha ocurrido con muchos otros durangueños. Antes, cuando todavía nos veíamos en la Villa, nos entristecimos mucho cuando perdimos la compañía de Estela y Leonor Verdugo que una mañana de verano se fueron a Ciudad Juárez con sus padres y de las que no sabemos nada. Ahora, ella    ha comprado una casa en la Colonia Obrera donde pasa tres meses cada año. Piensa que tenemos  un lejano parentesco, y yo recuerdo con tristeza que mi papá rara vez nos hablaba de sus familiares en La Parrilla y Villa Unión. 

¡Qué  emoción¡ Acaban de inaugurar el puente Melones, sobre el río Tunal, para facilitar la llegada a Nombre de Dios y la carretera hacia la Ciudad de México, Ahora disponemos de otro lugar para los días de campo aunque para llegar hasta allá necesitamos que Panchito nos transporte en la vieja camioneta pick-up. Mi papá pensaba que era peligroso porque, en temporada de lluvias, el río aumentaba de nivel con suma rapidez. Algunas tardes nadamos casi al atardecer, cuando mi papá se desocupa y puede acompañarnos. Mi mamá se exalta  cuando Carlos, Eduardo y yo nos alejamos demasiado dejándonos llevar por las aguas del río que es nuestro amigo.


Ahora Ludivina intenta recuperar algunos recuerdos de aquellos años y de su vida tanto en la Villa como en Durango. Por eso,  ha adquirido esa  casa en la Colonia Obrera (también llamada Silvestre Dorador). Quiere desandar esos más de cincuenta años que han transcurrido desde la última vez que nos vimos. Por ejemplo, el 7  de agosto se fue a la Villa para participar en los festejos en honor de san Cayetano en un sitio llamado Las Lumbreras y que desconozco. Hablamos de las antiguas amigas; varias se nos han adelantado ya.  Hacemos planes para reunirnos el verano próximo cuando regrese. Quizá sentiremos de nuevo que tenemos trece años y una vida por delante. 

Río Tunal cerca de El Saltito, Dgo.

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