FILOSOFANDO

En primer lugar, es una
escena de gran paz: la mecedora está fija, no hay nadie en el embarcadero, el
mar se ve tranquilo y no hay brisa que mueva las hierbas. Lo más importante: no
hay nadie sentado en la mecedora, o sea, que el fotógrafo nos pide que también
nosotros, al ver la imagen, nos sintamos invadidos por la paz que nos permite,
o bien, cerrar los ojos y, como la vida, dejar que el tiempo pase y nosotros
disfrutemos de esos momentos de paz, o bien que reflexionemos un poco acerca de
nuestra vida.
El sol parece benevolente
porque la sombra de la mecedora es perfecta y contribuye a la paz del paisaje.
¿Quién será el dueño de la mecedora? Podría ser un norteamericano de los que
gustan de vivir en aislamiento y cerca del mar o de un lago. O podría ser
alguien que llegó de vacaciones y se levantó un momento para conseguir un
refresco o un café.
Es un buen momento de
gran paz para reflexionar un poco sobre la propia vida aun si no tenemos la
mecedora ni estamos frente al mar. Si deseamos que sea el mar tendríamos que
buscar una playa lejos de los ruidosos turistas porque, de otra manera, es
imposible concentrarse. Quizá sería mejor una cabaña en las montañas.
Para quienes gustan de
practicar el yoga o alguna disciplina oriental que exija el silencio y la
concentración, además de no movernos mucho o nada, sitios así son ideales.
Ahora, sobre qué les gustaría reflexionar: ¿la propia vida, la condición del
mundo, el trabajo que se realiza diariamente, el futuro? Todos son temas
apropiados, pero también sería excelente que conserváramos el silencio y sólo
observáramos la escena y dejemos que el silencio nos guíe en alguna dirección.
Esta tarjeta me la envió
una querida amiga que vive en Ben Franklin, Texas, hace ya varios años cuando
estaba planeando visitarla quizá por última vez. En ese rancho se puede
disfrutar de una gran paz. Casi no circulan autos por la carretera y los
vecinos están “a prudente distancia”, como escribió Rosario Castellanos, en un
poema. Como su marido perdió el oído a consecuencia de haber estado expuesto al
agente naranja durante la guerra de Viet Nam (él pertenecía a las tropas
norteamericanas), no tiene caso poner un disco u oír el radio porque, además,
las noticias son todas locales. De manera que el silencio se extiende por toda
la casa. Los pájaros que llegan a alimentarse a las 5:00 a.m. también lo hacen
en silencio. Como si supieran que deben guardar silencio.
Siempre me ha gustado
verla y por eso la tengo en mi escritorio, al que me acerco todas las mañanas.
Ojalá que a ustedes les
guste y los inspire para unos minutos de meditación. Se habría cumplido el
objetivo de por qué decidí escribir estas líneas.
Gracias por compartir tus experiencias tía. Un fuerte abrazo!
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