sábado, 16 de septiembre de 2017

La imagen es bella y apropiada para reflexionar sobre la propia vida.

FILOSOFANDO

En la parte inferior de la fotografía se leen estas palabras escritas por Olive Schreiner: “ All day where the sunlight played on the seashore, Life sat”. Ignoro si él es también el creador de la imagen o si el fotógrafo las tomó para ilustrar su creación. Sea como fuere, entre los dos nos entregan una bella imagen que nos invitar a reflexionar.

En primer lugar, es una escena de gran paz: la mecedora está fija, no hay nadie en el embarcadero, el mar se ve tranquilo y no hay brisa que mueva las hierbas. Lo más importante: no hay nadie sentado en la mecedora, o sea, que el fotógrafo nos pide que también nosotros, al ver la imagen, nos sintamos invadidos por la paz que nos permite, o bien, cerrar los ojos y, como la vida, dejar que el tiempo pase y nosotros disfrutemos de esos momentos de paz, o bien que reflexionemos un poco acerca de nuestra vida.

El sol parece benevolente porque la sombra de la mecedora es perfecta y contribuye a la paz del paisaje. ¿Quién será el dueño de la mecedora? Podría ser un norteamericano de los que gustan de vivir en aislamiento y cerca del mar o de un lago. O podría ser alguien que llegó de vacaciones y se levantó un momento para conseguir un refresco o un café.

Es un buen momento de gran paz para reflexionar un poco sobre la propia vida aun si no tenemos la mecedora ni estamos frente al mar. Si deseamos que sea el mar tendríamos que buscar una playa lejos de los ruidosos turistas porque, de otra manera, es imposible concentrarse. Quizá sería mejor una cabaña en las montañas.

Para quienes gustan de practicar el yoga o alguna disciplina oriental que exija el silencio y la concentración, además de no movernos mucho o nada, sitios así son ideales. Ahora, sobre qué les gustaría reflexionar: ¿la propia vida, la condición del mundo, el trabajo que se realiza diariamente, el futuro? Todos son temas apropiados, pero también sería excelente que conserváramos el silencio y sólo observáramos la escena y dejemos que el silencio nos guíe en alguna dirección.

Esta tarjeta me la envió una querida amiga que vive en Ben Franklin, Texas, hace ya varios años cuando estaba planeando visitarla quizá por última vez. En ese rancho se puede disfrutar de una gran paz. Casi no circulan autos por la carretera y los vecinos están “a prudente distancia”, como escribió Rosario Castellanos, en un poema. Como su marido perdió el oído a consecuencia de haber estado expuesto al agente naranja durante la guerra de Viet Nam (él pertenecía a las tropas norteamericanas), no tiene caso poner un disco u oír el radio porque, además, las noticias son todas locales. De manera que el silencio se extiende por toda la casa. Los pájaros que llegan a alimentarse a las 5:00 a.m. también lo hacen en silencio. Como si supieran que deben guardar silencio.

Siempre me ha gustado verla y por eso la tengo en mi escritorio, al que me acerco todas las mañanas.


Ojalá que a ustedes les guste y los inspire para unos minutos de meditación. Se habría cumplido el objetivo de por qué decidí escribir estas líneas.  

1 comentario: