ANDANZAS EN BICICLETA

Amigos lectores, entre estas dos fotografías deben de haber transcurrido alrededor de
setenta años. En la primera, estamos mi hermano Carlos y yo, cada uno en su
bicicleta. Si se fijan bien, la mía tiene una barra curva como era lo indicado
para una niña. Debo haber tenido entre nueve y diez años; mi hermano, tres años
menos que yo. Estamos en el hermoso paseo de Las Alamedas y al fondo se ve el
inicio de la calle de Analco. Hay una gran paz, no se observa ningún automóvil
porque en esos días eran escasos en Durango y tampoco había muchos ladrones ni
otra clase de peligros, por eso era seguro que dos niños salieran pasear en su bicicleta. Me encantaba andar en
bicicleta y todavía me gustaría hacerlo si mis rodillas me lo permitieran.
La otra foto fue tomada afuera de mi casa, una tarde en que
mi amiga Anhel y su novio decidieron venir en bicicleta a visitarme en lugar de
utilizar el automóvil. Al presentarse en la caseta de entrada al
fraccionamiento, los vigilantes no sabían qué hacer pues no tenían cara de
mensajeros (y éstos ya no usan la bicicleta sino la motocicleta que es mucho
más rápida), así que no sabían si dejarlos entrar o no. Tuve que llamar a la
caseta y decir que eran ellos las personas que esperaba y que les permitieran
el paso. Cuando ya se iban, sentí la tentación de subirme a una bicicleta y ver
si todavía podía dar un breve paseo, pero a la mera hora, me dio miedo y pensé
que podría empeorar la condición de mis rodillas en lugar de pasear feliz unos
minutos.
Recuerdo ahora una aventura que pudo haberme costado la vida
o por lo menos tener un serio accidente. Fue en Malden, Missouri, en 1958, poco
antes de mi regreso a Durango al concluir mi año como becaria en el Southeast
Missouri State College. Íbamos en bicicleta mi amiga Carol Mackey y yo y
veníamos bajando una cuesta a una
velocidad provocada por la forma del terreno. Yo no conocía bien esa
bicicleta que tenía los frenos en los pedales, a lo que yo no estaba
acostumbrada. Al terminar la cuesta había una gran señal de STOP en los cuatro
sentidos. Oprimí los pedales lo más que pude, pero no logré frenar. Oí un gran
grito de Carol que me indicaba CUIDADO, pero me fue imposible detenerme. Los cuatro coches que estaban en la carretera
sonaron el klaxon de su automóvil y los oí gritarme con gran susto, pero lo
único que hice fue encomendarme a Dios y bajar la cuesta a toda velocidad.
Afortunadamente, los automóviles habían frenado y esto impidió el accidente.
Cuando me alcanzó Carol, nos dimos un abrazo y decidimos caminar hasta la casa
en lugar de seguir en la bicicleta.
En la Ciudad de México, durante varios años la chica que era
mi secretaria y yo íbamos al bosque de Chapultepec a andar en bicicleta los
domingos como a las 8:30 a.m. Ni ella ni yo teníamos una bicicleta, pero había
un sitio donde las rentaban a la entrada de Chapultpec y ahí las conseguíamos.
A veces la bicicleta estaba tan mala que casi era preferible caminar, pero,
mientras duraron, disfrutamos mucho de
nuestros paseos.
Hoy, las bicicletas son muy sofisticadas y tienen todavía
una gran aceptación. Aquí en Durango hay grupos que hacen largos recorridos
durante los domingos, aunque, como es costumbre, los sigue una camioneta por si
alguien ya no puede continuar. Otros
grupos van hasta Mazatlán, aunque el recorrido lo hacen con una o dos escalas.
Por supuesto, también existen las bicicletas fijas para
hacer ejercicio, aunque tengo la impresión de que han sido sustituidas en
muchos casos por las caminadoras. Según
información del internet, la bicicleta fue inventada en 1817 por el barón
alemán Karl Christian Ludwig Draies von Sauerbronn y consistió en un vehículo
que tenía dos ruedas y que llamó “máquina andante”. En muchas ciudades europeas
es común utilizarlas como medio de transporte con toda seguridad porque todos
respetan las reglas de tránsito.

En la Ciudad de México
se han construido ciclopistas para que los ciclistas puedan pedalear con toda
seguridad y existen unos puestos donde se puede rentar una bicicleta. El
ciclista la utiliza mientras la necesita y, luego, la deposita en otro puesto, en otra calle, y
paga por el tiempo que la utilizó. En Durango no es seguro utilizar la
bicicleta excepto en días en que se organizan carreras especiales y se suspende
la circulación de automóviles. Sin embargo, muchos trabajadores que no tienen
dinero para comprar un automóvil o para pagar la tarifa del autobús urbano,
utilizan la bicicleta como medio de transporte para llegar hasta su lugar de
trabajo pues es más económico, aunque riesgoso.