VUELVEN LAS TELENOVELAS BRASILEÑAS A LAS PANTALLAS MEXICANAS
En estos últimos meses,
Televisión Azteca ha cambiado su programación: las telenovelas provienen de Brasil y, a cambio, han introducido muchos
programas de concurso. Además de la Academia Kids (que tuvo mucho éxito en
2013), ahora hay programas como Password, El rival más débil, Doble cara,
Gánale al chef y Soy tu doble, entre otras (que, en muchas ocasiones se
repiten). ¿Por qué? ¿Será que en TV
Azteca se cansaron de hacer refritos de historias pasadas y necesitaban un
nuevo aire? ¿Será más económico firmar
algún convenio con las empresas brasileñas que buscar y filmar nuevas historias
en nuestro país? O tal vez sea un
distractor para el abatido pueblo mexicano y que entonces se ponga a pensar en
las desgracias que ocurren en otros países y se olviden, al menos por un rato,
de las nuestras.
Por supuesto, no es la primera
vez que las telenovelas brasileñas ocupan las pantallas mexicanas. Además, hubo
una colombiana muy famosa, Café con aroma
de mujer, protagonizada por Margarita
Rosa de Francisco; meses después, ella trabajó en una historia mexicana filmada
por TV Azteca y compartiendo créditos con Paola Núñez.
La que finalizó recientemente y
que, al principio, fue bien recibida por los telespectadores fue Avenida Brasil, con una trama
ligeramente difernete a las que estamos acostumbrados a ver. Lo que a mí me
llamó la atención desde el primer momento fue que muchas escenas fueron
filmadas en un tiradero (un basurero según el español de México). De hecho, la
casa de Mamá Lucinda (interpretada magistralmente por Vera Holtz) está en el
tiradero y construida con materiales de desecho, sobre todo, plásticos. Lo que
nunca se explica es cómo conseguían agua.
El personaje principal, Tifón
(Murilo Benicio), un futbolista que se volvió millonario gracias al deporte donde destacó y obtuvo todos los triunfos. Su
fortuna es tal que alcanza para tener una residencia espectacular en el
suburbio El Divino y alimentar a su
numerosa familia. En esta casa (y en otras telenovelas brasileñas también)
habitan los hijos con sus parejas, los nietos y las suegras o suegros. Además,
muestran una gran libertad en su forma de entender el compromiso matrimonial. Cuando Leleco
(Marcos Caruso), padre de Tifón y esposo de Moricy (Olenka Diogenes) , se enamora de una joven, pues sencillamente
se va con ella, aunque sigue visitando la casa familiar y tomando parte en las
decisiones. Por su parte, Moricy se consigue un novio, Adauto (Juliano Cazaré), que se muda a la mansión
y todos lo aceptan sin cuestionarlo. Por cierto, el apelativo Adauto me hizo recordar que el presidente
Guadalupe Victoria se llamaba José
Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix
(hoy desaparecido en nuestro país). Por el contrario, en Brasil, eliminando la c parece ser de uso común.
La pareja joven la forman Patata
(Bernardo Simöes), aspirante a ser un
futbolista famoso, aunque carece de las cualidades del padre, además, está
demasiado preocupado por su historia familiar, y Nina (Débora Falabella) que
busca vengarse de Carmina (esposa de Tifón y madre de Patata), que le arruinó
la vida desde niña (cuando era la mujer de su padre) depositándola, a la muerte
del padre, en el tiradero donde es protegida
por Mamá Lucinda. Tiempo después es adoptada por un rico argentino que le da
educación y le hereda una buena suma con la que ella vuelve a Brasil para hacer
justicia.
En realidad, lo que me ha llamado
la atención es la forma como presentan a la sociedad y a sus personajes, los cuales parecen seres de carne y hueso y no
producto de la cirugía estética. Los
hombres pueden ser viejos, gordos,
canosos y poco atractivos. Las mujeres de mediana edad son atractivas, pero el
tiempo ha dejado en ella sus huellas así que tienen un poco de sobrepeso y se
preocupan por conservar la belleza y el aire de juventud.
Creo que otro aspecto importante
es la presencia de personajes de ascendencia turca (en la novela actual La guerrera es todavía más
llamativa). Sabemos que efectivamente los
turcos emigraron a América a principios del siglo XX. En su novela De cómo los turcos descubrieron América, el
famoso escritor Jorge Amado narra la historia de Jamil y Raduan (uno sirio
y otros libanés) llegados a principios
del siglo veinte a Brasil. En
otra estupenda novela, Gabriela, clavo y
canela, (1990) aparecen nombres como Nacib y Sinhazinha mezclados con los
típicos de los nativos, los negros y los europeos. Además, Amado afirma que
para nosotros, los americanos, sirios, libaneses, turcos y demás quedan
englobados en la palabra árabes.
Desde ese punto de vista, las
actuales telenovelas brasileñas sí enriquecen de alguna manera la pantalla. Además, han mostrado hermosos
paisajes de Rio de Janeiro, pero también de Cuzco y Machu Pichu y presentan problemas sociales de actualidad
como la trata de blancas donde las muchachas brasileñas son engatusadas para ir
a trabajar como modelos a Turquía. Este tema, que ya ha sido tratado por muchos
autores, fue también abordado por el escritor colombiano Santiago Gamboa en su
novela Plegarias nocturnas.
Hace como diez años los alumnos
de la Universidad José Vasconcelos, de la ciudad de Durango, organizaron una
conferencia que iba a ser impartida por la productora estrella de TELEVISA:
Carla Estrada. Como yo formaba parte del cuerpo docente, fui invitada a
asistir. Al iniciarse la sesión de preguntas, cuestioné que su empresa sólo se
dedicaba a filmar refritos y a presentar historias muy repetidas y no se
arriesgaba a firmar telenovelas al estilo de las colombianas y brasileñas. Por
supuesto, se molestó mucho y de forma agresiva me respondió que los
televidentes mexicanos no estaban preparados para ese tipo de historias. Por
fortuna, esos tiempos pasaron, aunque Carla Estrada sigue produciendo novelas
al estilo TELEVISA.
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