ADIOS A VICENTE
LEÑERO
Conocí al renombrado dramaturgo,
periodista, novelista, guionista y profesor de la Escuela de la Sociedad
General de Escritores de México posiblemente en 1979, año en que presenté mi
tesis de licenciatura La imagen de la
mujer en la narrativa de Rosario Castellanos en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM. Por ese tiempo, su esposa Estela Franco preparaba su tesis
de doctorado en psicología, que finalmente se publicó con el título Rosario Castellanos. Otro modo de ser humano
y libre. Además, poco tiempo después presenté la novela El rumor que llegó del mar, de Eugenio Aguirre, en el Centro de Enseñanza
para Extranjeros. Entre los invitados se encontraba precisamente Vicente
Leñero, que escuchó mi texto con atención. Después me felicitó y me pidió que
lo llevara a
Proceso, revista de la que era
subdirector, para su publicación. Fue
así como empecé a colaborar con la revista casi semanalmente
.
Cuando me despedí para venirme a Durango, me preguntó: ¿Qué
pasó con Olga Arias que ha mantenido viva la literatura allá durante cuarenta
años? Ahí está, repuse, trabajando como siempre. Te
encargo una entrevista, me dijo. A mi llegada puse manos a la obra y envié el
texto (por fax, todavía no contábamos con internet), la cual se publicó en el
número 671de la revista Proceso (septiembre
11, 1989, pp. 50-51) con el título “Darse a conocer desde provincia: casi
imposible, la escritora Olga Arias”.
La bibliografía de Leñero es muy variada
y extensa; por ello, quiero referirme a ciertos textos que me parecen
fundamentales. En primer lugar, Los
albañiles (1963), que le valió el
premio Planeta-Seix Barral y que después fue llevada al cine. Leñero estudió la
carrera de ingeniero civil en la Universidad Nacional Autónoma de México,
aunque después prefirió las letras. Sin embargo, conocía perfectamente el
ambiente de una construcción, así como las triquiñuelas propias de quienes ahí trabajan.
En 1976, cuando el entonces
presidente Luis Echeverría urdió el golpe contra el periódico Excélsior, cuyo director era Julio
Scherer y el subdirector Vicente Leñero, ambos, acompañados de muchos otros
periodistas, abandonaron la redacción del periódico. Octavio Paz que en ese
tiempo era el director de la revista Plural
siguió su ejemplo y sólo muchos años después, a su regreso de la India,
inició otra revista: Vuelta. Pocos
meses después de salir de Excélsior, Scherer y Leñero, con el apoyo de muchos de
sus seguidores y público en general, saludaron la aparición de Proceso,
donde Leñero estuvo como subdirector de 1977 a 1998. Todas esas
experiencias fueron el origen de su
libro Los periodistas (1978).
Otro texto fundamental sería Asesinato (1985) donde narra todo el
proceso y la investigación que se llevó a cabo por el asesinato del ex
gobernador de Nayarit Gilberto Flores
Muñoz y de su esposa, Asunción Izquierdo, una escritora poco conocida y que utilizó el
pseudónimo de Ana Mairena para publicar sus novelas, asesinato cometido por el
nieto de la pareja.
Creo que la primera obra de
teatro que vi fue Pueblo rechazado (1968)
que aborda el problema de la modernización de la iglesia (misa en español, con
el sacerdote frente a los feligreses); además, era defensora de que se permitiera a los monjes
psicoanalizarse. Leñero fue siempre un hombre religioso, pero con un acercamiento
moderno a la normas de la iglesia. Una obra que me gustó muchísimo fue La mudanza (1979) donde, casi sin
diálogo y sólo con la acumulación de enseres domésticos en el escenario,
muestra los problemas de una pareja.
Sin embargo, la que merece
mención especial aun cuando sólo se haya representado unas cuantas veces y que
fue vista y apreciada por poco público fue Martirio
de Morelos (1981), llevada a escena en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, en
el Centro Cultural de la UNAM, bajo la dirección de Luis de Tavira. En el
escenario se apreciaba una especie de rampa dividida en tres niveles: en el
inferior se encontraba Morelos en su celda poco tiempo antes de su
interrogatorio; en el nivel medio se presentaba la sala del juicio del héroe
nacional con el inquisidor y los escribanos, donde lo declaraban culpable y
procedían a la desacralización de sus manos. En la parte superior se presentaba la
ejecución de Morelos en Ecatepec. La razón principal por la cual la obra sólo
se presentó como unas seis veces ante un público selecto (tuve la suerte de que
me tocara un boleto) era, pienso, que al declarar Morelos todo lo que sabía
sobre la guerra de independencia se convertía en un traidor y eso no podía
hacerse del conocimiento del público en general porque perdería su categoría de
héroe impoluto.
Entre los guiones que preparó
para el cine destacan Mariana, Mariana
(1988) basado en la novela Las batallas en el desierto (1981), de
José Emilio Pacheco; El callejón de los milagros (1994),
basado en la novela del mismo nombre
del escritor egipcio Naguib Mafuz que lo hizo acreedor al Premio Nobel en 1988 y el guión basado en la novela El crimen del padre Amaro, del escritor portugués José María Eca de
Queiroz, novela publicada en Portugal originalmentente en 1875, y que tanto
escándalo levantó en la iglesia católica cuando en el 2002 se estrenó la
película revelando la corrupción de algunos sacerdotes y obispos.
No puedo dejar de mencionar su novela La vida que se va (1999) que le valió el premio Xavier Villaurrutia donde Leñero
muestra su dominio del ajedrez y pone a
prueba sus dotes de narrador con una estructura diferente. Además de sus muchos premios, en el 2011 fue
admitido a la Academia Mexicana de la Lengua.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario