jueves, 16 de octubre de 2014

NOMBRES COMUNES EN LA SOCIEDAD MEXICANA ACTUAL

CAMBIOS EN LA ONOMÁSTICA EN MÉXICO

Como ustedes saben, amigos lectores, la palabra onomástica deriva del griego y, en la definición de la Real Academia Española, significa la “ciencia que trata de la catalogación o estudio de los nombres propios”. Otra acepción indica que es un “conjunto de nombres propios de un lugar o un país”. También podríamos hablar de la antroponimia que es la “disciplina que registra los nombres de personas”.

Desde hace varios años he venido observando cómo los nombres propios de hombres y mujeres se han ido transformando. Los apelativos Rosa, Carmen, Teresa, Soledad, Silvia  y muchos más ahora sólo aparecen en las viejas películas mexicanas o en las actuales telenovelas para personas que, por lo general, se ocupan de los trabajos domésticos.

 En los años sesenta, cuando Jacqueline Kennedy impuso una moda en la forma de vestir y de peinarse, y que después alcanzó una gran estatura moral a la muerte de su marido (estatura que perdió al contraer matrimonio con Onasis, aunque, según algunos, lo hizo para salir de Estados Unidos junto con sus hijos para salvarlos de un posible atentado), muchas mujeres decidieron nombrar a sus hijas con su nombre. Poco después, en la década de los setenta, empezó a popularizarse el nombre de Yesica.

En 1997,  cuando la princesa Diana, admirada mundialmente por su bella sonrisa y elegante vestuario y compadecida por su desafortunado matrimonio con el príncipe Carlos, murió trágicamente en aquel accidente de automóvil en París, su nombre se convirtió en el preferido de muchas madres. Incluso, alguna quiso llamar a su hija leididi, lo que el Registro Civil no aceptó. Entonces surgió una andanada de Dianas.

En la actualidad he oído nombres como Jael y Eliud, que provienen de la Biblia, pero  adjudicados a una mujer. Otros apelativos femeninos son Mariel, Martel, Aisha, Giapsi, Emylene, Emily, Corin, Mariel,  Anhel, Alison y muchos más. Para los varones se han vuelto populares  Derek, Aristóteles, Giovanni,  Donovan, Jonathan, Oliver, Orestes, Cisley, Messi (el apellido del futbolista argentino, pero empleado como nombre propio), Paúl (pronunciado así, con acento) y otros formados por la combinación de los apellidos paterno y materno como ocurre con Oribe Peralta, el famoso futbolista mexicano.    En una ocasión, conocí a un niño llamado Onassis que, por supuesto, no tenía ni la más remota idea de quien había sido ese personaje. En el caso de Orestes, ¿sabrán los padres que fue el prefecto imperial de Alejandría en el lejano año de 412? ¿Cómo se sentirá alguien que lleva el nombre del gran filósofo griego Aristóteles? Yo me sentiría abrumada por la responsabilidad, pero quizá quien se llama así ignora por completo la grandeza del filósofo.

Como anécdota, recuerdo que, en Cuba, me contaron que muchas madres habían bautizado a sus hijos como Usnavy, que significa United States Navy, porque vieron muchos barcos anclados en el muelle con ese nombre y les gustó. Por otra parte, se cuenta en nuestro país que un inocente campesino insistía en bautizar  a su hijo como Prepucio, porque ignoraba no sólo su significado, sino la anatomía masculina.  

Estamos acostumbrados a escuchar apelativos  prehispánicos como Cuauhtémoc (a quien se dirigen como Cuau) o Cuitláhuac (que se convierte en Cuit). De vez en cuando tropezamos con alguien bautizado como Axayácatl o Ehécatl pero jamás Moctezuma. ¡Claro! En las mujeres siguen siendo populares Citlalli, Xóchitl, Yoloxóchitl e Itzel,  entre otros. Algunos psicólogos han opinado que este tipo de apelativos supone un obstáculo para que los así llamados puedan acceder a buenos puestos en las empresas. Sin embargo, parece que no van a la baja.

Lo que me intriga ahora es justamente la tendencia a buscar nombres poco comunes. Ya no importa el santoral de la iglesia católica porque ahora se festejan los cumpleaños y pocos sabrían que Manuel tiene su santo el día de Corpus Christi (fiesta religiosa variable). Los  apelativos extranjeros a veces me han pensar que los padres que llaman así a sus hijos es porque piensan que de esta manera les será más fácil conseguir un empleo en una empresa extranjera o emigrar sin tantas dificultades.

Desconozco los estudios serios que pueda haber sobre el particular. Lo que sí es cierto es que se trata de una clara tendencia en la sociedad actual, por lo menos en la durangueña.   


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