FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS
DE NIÑAS
Amigos lectores, comparto hoy con ustedes dos fotografías
que me encontré en la gran caja que perteneció a mi abuela materna; después, a
mi mamá y, ahora, a mí. He encontrado
algunas formidables. Es más, con una de
ellas (mi abuela y sus hermanas) obtuve
un premio en un concurso de fotografía antigua convocado por el Municipio de
Durango hace ya varios años. Quizá en otro momento la incluya y la comente. Lo
malo de muchas de estas fotos es que fueron dedicadas a mi abuela pero los
nombres carecen de apellido y de fecha. Es difícil, entonces, averiguar si eran
parientes o sólo amigos.
Hoy les presento tres fotografías de primera comunión, que
es una ceremonia solemne para los niños y las niñas católicos que al cumplir los
ocho años deben recibir la Primera Comunión, la cual los convierte en
verdaderos y fervorosos católicos. Niños y niñas van ataviados con los mejores
atuendos que sus padres puedan conseguir para la ocasión, aunque ahora ya las
circunstancias han cambiado y muchas escuelas católicas organizan una Primera
Comunión colectiva.
La primera foto presenta a una niña de pie, con un vestido
corto, con manga al codo, y con un velo también corto, lo cual no era usual.
Usa medias blancas y zapatos cerrados con un moñito. Lleva su libro de Primera
Comunión en las manos. La fotografía fue tomada el 25 de diciembre de 1908, en
la ciudad de Durango, por J. B. Barney. El nombre es Emilia, sin apellido. No
se agrega ninguna otra información, por lo que es difícil saber si era parienta o hija de amigos de mis
abuelos. Presenta una expresión serena y
un poco seria, pero tranquila y no lleva
rosario.
La segunda foto dice “Rosario” y la fecha parece ser 21 de
julio de 1920. Fue tomada por M. Ortiz, cuyo estudio estaba situado en la calle
Madero No. 69, en el centro de la Ciudad de México. La diferencia con la fotografía anterior es
más que evidente. Esta niña es de menor edad, quizá seis o siete años. Lleva un
vestido largo con alforzas y el monedero. Sus manos están cubiertas por guantes
y el dedo de su mano izquierda parece tocar su mejilla. Lleva el libro en la
mano derecha y está arrodillada en un
reclinatorio forrado, lo que lo vuelve más elegante. Sus cabellos están
cubiertos por un largo velo y una coronita que se lo ciñe a la frente. Su
expresión es casi risueña.
A veces especulo y pienso que pudo haber sido mi tía Rosario
Bracho, la hermana menor de la dinastía de los Bracho Pérez Gavilán; entre
ellos, el director de cine Julio Bracho, su hermano escenógrafo Jesús y la
actriz Andrea Palma. Si bien la familia había emigrado a la capital de la
república al perder su hacienda La Ochoa y otras propiedades luego de la
revolución y carecían de recursos, tanto la madre como las hijas eran hábiles
costureras que sabían coser cualquier traje y podían haberse ocupado del de la
pequeña Rosario. Nunca lo sabré porque todos ellos han muerto y sólo me queda
esta fotografía que me ayuda a elucubrar.
La última fotografía corresponde al día de mi Primera
Comunión, el 11 de septiembre de 1946. La pose, como pueden observar es
totalmente diferente. Estoy arrodillada sobre un taburete y sólo se aprecia mi
perfil. Mi vestido (no tengo empacho en confesarlo) era lindo y fue
confeccionado por una costurera de Durango. La tela era una especie de seda
llamada marquisete en aquellos días. Estoy de espaldas pero se puede apreciar
mi perfil y el pelo largo hasta los hombros. En las manos llevo una flores,
probablemente azucenas. En la pared se encuentra una pequeña estatua de Cristo
y da la impresión de que estoy rezando una oración. La foto fue tomada en el
Estudio de Lupita Valenzuela, primera y única mujer fotógrafa en Durango.
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